"Uno de los mejores narradores cubanos de la hora presente"
(Juan Bonilla)

Del Blog de Díaz-Pimienta

sep
28
por Alexis Díaz-Pimienta



Axel Díaz Hernández
Leandro Camargo Pérez


Axel Díaz y Leandro Camargo: Neorrepentistas cubanos en Bucaramanga. ¿Y yo? ¡Imagínense!



Lo confieso: Desde hace muchos años soy un aliado y un fan de las nuevas tecnologías. En todo lo que hacemos en Proyecto Oralitura (plataforma multipropósito que incluye blog, WebTV, cursos online, redes sociales, microbloggin, streaming, etc.) hemos defendido y hemos puesto en práctica nuestro concepto de “neo-rrepentismo”, una mezcla equilibrada y retroalimentaria de tradición y vanguardia, de pasado y futuro, de oralidad y ciberespacio; la improvisación incorporada al mundo multimedia, transmedia. Esta es, digamos, la esencia de nuestro proyecto. Pues bien, ayer, 27 de septiembre del año 2013, pude vivir uno de esos momentos espectacularmente emocionantes, gracias a esta conjunción de Web 2.0 y tradiciones repentistas. Ayer, 27 de septiembre de 2013, dos de los nuevos valores del repentismo en Cuba, los jóvenes Axel Díaz Hernández y Leandro Camargo Pérez, hacían realidad un sueño personal y profesional de ellos y mío: su debut en la arena internacional, nada más y nada menos que en el prestigioso Festival de Cuenteros ABRAPALABRA, 2013, en el hermosa ciudad colombiana de Bucaramanga, concretamente, en el pequeño pero hermoso y acogedor Teatro Confercu.

Este festival, organizado por la incombustible Sandra Barrera, toda una institución en la producción de eventos culturales en Colombia, ha logrado convertirse durante 19 años en uno de los eventos más grandes (en número de artistas y países participantes, de público asistente, de proyección y alcance mediáticos) de todos los de su tipo en Iberoamérica. Y, desde el principio, ABRAPALABRA ha logrado potenciar el protagonismo de la palabra oral en todas sus variantes,sin exclusión, desde la narración oral escénica (la mítica sesión de cuenteros o cuentacuentos: esencia del evento), hasta la canción inteligente, el monólogo humorístico, el teatro, la literatura, la música y, cómo no, la improvisación poética. Fue este, el ABRAPALABRA, de los primeros eventos de su tipo en incluir la improvisación poética, el repentismo, entre las disciplinas que pasaban por sus escenarios. Tuve yo el privilegio de ser el primero, o uno de los primeros, en llevar la décima improvisada a estos escenarios llenos de grandes artistas de la palabra viva y, sobre todo, rodeados de un público inteligente y ávido de aventuras creativas. Dos veces he podido estar por allá, compartir sueños, versos, aventuras, proyectos con oralitores de otras latitudes. Pero mi mayor proyecto –y ellos no lo sabían, ni siquiera Sandra, la madonna de la palabra, lo sabía– era que ocurriera lo que ha ocurrido ayer, anoche, en ese mágico escenario: que dos de mis alumnos, hijos, seguidores, dos de mis “maestros reversibles”, llegaran a esa escena como abanderados del neorrepentismo y del repentismo-fusión, nueva corriente de la improvisación poética habanera, y que demostraran todo cuanto puede ofrecer este arte de apariencia antigua pero de esencia atemporal, tradicional y vanguardista, tan dúctil y maleable que encaja en cualquier parte. Y de esto se encargaron, en apenas 10 minutos, Axel y Leandro, el primero habanero y actor e instructor de teatro y cineasta en ciernes y, por supuesto, repentista; el segundo filólogo y editor y poeta de la escritura y ensayista en ciernes y, por supuesto, repentista; el primero, matancero-habanero, guajiro-citadino; el segundo, pinareño de pura cepa, guajiro esencial, pero con la ciudad arrodillada ante sus pasos; ambos, intelectuales llamados a recorrer el mundo, a romper las fronteras geográficas y creativas con su arte.

10 minutos bastaron. En un escueto mensaje a través de Facebook Sandra Barreras fue rotunda: “Maestro, su hijo Axel y el compañero Leandro acaban de conquistar Abrapalabra. Bastaron 10 minutos para robarse el corazón”. Y yo, imagínense: orgulloso y feliz y emocionado por partida múltiple: como padre, como repentista, como cubano, como guajiro, como profesor, como amigo. Axel y Leandro habían logrado, por hacer una analogía taurina, llegar a La Maestranza y salir en hombros por la puerta grande. Y bien, ¿cómo lo supe?, ¿como puedo dar fe de su éxito, y hoy mismo, tan rápido? Pues…, gracias a las nuevas tecnologías y al espíritu de Web 2.0 que mueve todo en Proyecto Oralitura. Ni ellos, Axel y Leandro, ni ella, Sandra Barreras, la madonna parole, sabían que yo “estaba allí”, colado entre el público, en las manos y los ojos de una gran amiga que, Ipad mediante y usando el portal streaming de mi Canal Oralitura, estaba transmitiendo, solo para mí, el evento. Llamémosle, “voyerismo info-mediático de legitimación paterno-docente”. Yo quería ver a mis pupilos en activo. Y así fue: vi desde mi casa en Almería, España, cómo dos jóvenes cubanos, delgados y tímidos, dos “guajiritos de los míos” se crecían en su primera experiencia internacional, ante el numeroso público que colmó todas las lunetas del bumangués Teatro Corfescu, un público ansioso de ver la gala inaugural del Festival Abrapalabra 2013.

En este pintoresco y variopinto Palabratón hubo anoche de todo un poco, cuentos de los cinco continentes, en la voz de 17 narradores de distintos países subieron a escena. Y cuando anunciaron a los “contadores” de Cuba, solo entonces, abrí yo una botella de ron Habana 7, dejé caer el primer trago “para mi padre, para Chanchito, para el Indio”, me serví un trago generoso y lo bebí hasta el fondo. Yo estaba solo, en la distancia, sin parpadear casi, contemplando la escena y confiando en que la conexión a Internet no me jugara una mala pasada. Y así fue: no sucedió (cuando a los muertos uno le da su ración de alcohol, todo es miel sobre hojuelas). Al contrario. Mi amiga estaba en un ángulo privilegiado del teatro, y desde sus ojos-pantalla/táctil pude ver cómo Axel y Leandro entraban en escena y dejaban impresionados al público de la principal ciudad santandereana, cómo lograba vencer ese miedo inicial, esos nervios tan incómodos como necesarios, para demostrar, con gran habilidad, cómo se pueden conjugar imágenes poéticas e historias inventadas, en verso, en nuestras clásicas décimas. Y vi más: ellos mismos presentaron, explicaron, describieron el género del repentismo, mezclando con audacia e ingenio todas las herramientas a su alcance: histrionismo, conocimiento teórico, frescura actoral, dominio del lenguaje y, sobre todo, improvisación, repentismo. La webcam de mi amiga temblaba, se movía, iba de ellos al público y del público a ellos; una joven de estilo boterano se detuvo durante unos cinco segundos delante de la cámara, y a mi me pareció un siglo; solo escuchaba sus voces, y risas y comentarios que se estrellaban contra medio metro de espalda; al fin, mi amiga se movió, y luego la joven se movió también, y la webcam hizo un paneo por un público lleno de jóvenes que sonreían o reían abiertamente: caras de asombro, sorpresa, emociones distintas. Me sentí “en casa”, recordé mi paso por el mismo escenario.

Es el de Bucaramanga un público habituado a los cuentos orales, conocedor y entusiasta, pero esta vez se veía sorprendido al ver cómo estos jóvenes tejían una historia, un relato, un meta-cuento sobre su propia condición de repentistas y se lanzaban a hacer décimas nutriéndose, directamente, del contexto escénico. Yo estaba felizmente sorprendido. Otro trago de ron, y un brindis solitario (“¡por mi padre, por Chanchito, por el Indio”). Habían comenzado con la modalidad de repentismo hablado, tan olvidada durante tantas décadas en Cuba y que hemos podido rescatar y hasta poner de moda (es uno de los pilares del neorrepentismo). Pero de pronto se atrevieron con el canto improvisado, sin acompañamiento musical: tonada libre o vueltabajera cantada a capella: aprovechaban la ausencia de músicos para cantar sobre eso mismo y seguir sorprendiendo al público. Pero antes de las décimas, Axel había sacado su vena actoral, humorista, monologal: en complicidad con Leandro contó que ellos traían los músicos en la maleta, y se los habían confiscado en el aeropuerto de Panamá, por sobrepeso. Risas. Más risas. Se veían cómodos. ¿Y yo? Imagínense: “¡Esos son mis muchachos!” Llegado el momento del “punto guajiro”, Axel inició su discurso poético con una décima exquisita. Yo, por supuesto, soy un guajiro-web 2.0 con todos los detalles: estaba grabando la sesión via streaming, por eso ahora puedo compartir los versos.

AXEL:

En este Palabratón,
con tanta gente delante,
si no tengo acompañante
canto con el corazón.
Hasta los oídos son
música en el festival,
porque con magia verbal
en esto del repentismo,
si hay que inventarse a uno mismo
lo improvisamos igual.

Juego de palabras. Aprovechamiento de lo circunstancial. Deixis y proximidad, suave hipérbole en el verso 4 y mejor hipérbole en el puente: “los oídos son música”. A lo que Leandro Camargo respondió, rotundo, con esa seguridad que la ha hecho ser considerado en Cuba el más importante repentista joven del momento:

Los músicos sí han venido,
música es lo que presencio:
las abejas del silencio
zumbándome en el oído.
Ese cartel extendido,
esa luz de voz silente,
como si a ritmo inconsciente
Corfescu fuera una fiesta
y Abrapalabra una orquesta
de afinación permanente.

Una décima de estilo Camargo en estado puro. Ese primer verso refrendando el sentido agonal desde el principio, esas “abejas del silencio”, esa “luz de voz silente”, esa limpia prosodia y, sobre todo, su estilo enunciativo, tan rápido, tan efectivo. ¿Y yo? ¡Imáginense! A partir de ese momento, los jóvenes repentistas cubanos se movieron, con una facilidad pasmosa, casi mágica, por distintos temas, y en sus versos destacaban la importancia de la “Oralitura” tanto para la vida del hombre común, como para toda la cultura iberoamericana. Y por supuesto, la respuesta del respetable fue la esperada: aplausos, risas, exclamaciones, comentarios. Y la cámara-web que no paraba de moverse, y más aplausos, aplausos, aplausos.

Un momento especial, de gran impacto, fue cuando a un ritmo increíble los poetas se interrumpían (media letra, trovo robao, décima partida) e improvisaban las décimas sin pensar, casi adivinándose los pensamientos, cortando el aliento de los espectadores. ¡Esos guajiros! Esta era su primera presentación en el Festival y se estaba auto-poniendo el listón muy alto, estaban creando grandes expectativas para sus próximas presentaciones. Habían dicho que eran solo 10 minutos, pero yo había perdido la noción del tiempo. Tenía una rara sensación: me parecía “poco” tiempo, porque quería más, pero me parecía “mucho” porque quería que acabaran ya y dejaran ese buen sabor de boca, que no corrieran más riesgos. Pero ellos estaban como dos veteranos. Seguían con las décimas partidas, verso a verso, como en un juego tan peligroso como estimulante:

Repentistas, cantautores,
saltimbanquis, marionetas,
danza, comedia, poetas,
juglares y verseadores.
Zanqueros, conversadores,
cuenteros de ágil memoria.
¨Stand up comedy¨, euforia
de circo y de carnaval.
Este es nuestro festival:
Palabras que hacen historia.


Y este sí parecía el final. Aplausos grandes. Mi amiga no se da cuenta y ella aplaude también con el Ipad, con la Webcam, con ellos mismos de lado, de cabeza. Vaya terremoto. Todo se mueve. Más risas, más aplausos, confusión de comentarios. ¿Y yo? ¡Imáginense! El tercer ron y el tercer brindis con los maestros superiores. ¡Esos son mis muchachos!, pensaba, e imaginaba, quería imaginar, lo que estaba pasando entre bambalinas: los abrazos, las felicitaciones, las risas amplias, por ejemplo, de esas catedrales de la oralidad llamadas Ana Griot o Amalia Lu Posso Figueroa. La satisfacción de Sandra.

Y al final, cuando todo acabó, ya saben: estuve toda la noche preguntándome: ¿y ahora cómo yo cuento esto? ¿O no lo cuento? ¿Me lo guardo, lo escondo para que sea un ejercicio de voyerismo en toda regla? Y hoy me he pasado todo el día igual, calibrando lo pros y los contras de contar mi aventura cibernáutica. He intentado hablar con ellos, via Facebook o Skype, para que me contaran de viva voz sus impresiones, pero nada: deben estar ocupadísimos entre tanto oralitor en estado silvestre. Así que decidí olvidarme de ellos y contar yo mi parte, narrar cómo viví el debut de mi hijo Axel y de Leandro Camargo en el Teatro Corfescu de Bucarmanga, el verdadero debut del neorrepentismo en festivales internacionales. Un autorregalo de Proyecto Oralitura.

Y ahora que lo conté, que ya todos lo saben (ellos también, y Sandra, se enterarán de todo a través de este post ); ahora que todo ya pasó y su éxito y mi voyerismo serán de dominio público; ahora ¿y yo? ¡Imagínense!







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Axel Díaz Hernández
Leandro Camargo Pérez


Axel Díaz y Leandro Camargo: Neorrepentistas cubanos en Bucaramanga. ¿Y yo? ¡Imagínense!



Lo confieso: Desde hace muchos años soy un aliado y un fan de las nuevas tecnologías. En todo lo que hacemos en Proyecto Oralitura (plataforma multipropósito que incluye blog, WebTV, cursos online, redes sociales, microbloggin, streaming, etc.) hemos defendido y hemos puesto en práctica nuestro concepto de “neo-rrepentismo”, una mezcla equilibrada y retroalimentaria de tradición y vanguardia, de pasado y futuro, de oralidad y ciberespacio; la improvisación incorporada al mundo multimedia, transmedia. Esta es, digamos, la esencia de nuestro proyecto. Pues bien, ayer, 27 de septiembre del año 2013, pude vivir uno de esos momentos espectacularmente emocionantes, gracias a esta conjunción de Web 2.0 y tradiciones repentistas. Ayer, 27 de septiembre de 2013, dos de los nuevos valores del repentismo en Cuba, los jóvenes Axel Díaz Hernández y Leandro Camargo Pérez, hacían realidad un sueño personal y profesional de ellos y mío: su debut en la arena internacional, nada más y nada menos que en el prestigioso Festival de Cuenteros ABRAPALABRA, 2013, en el hermosa ciudad colombiana de Bucaramanga, concretamente en el pequeño pero hermoso y acogedor Teatro Confercu.

Este festival, organizado por la incombustible Sandra Barrera, toda una institución en la producción de eventos culturales en Colombia, ha logrado convertirse durante 19 años en uno de los eventos más grandes (en número de artistas y países participantes, de público asistente, de proyección y alcance mediáticos) de todos los de su tipo en Iberoamérica. Y, desde el principio, ABRAPALABRA ha logrado potenciar el protagonismo de la palabra oral en todas sus variantes,sin exclusión, desde la narración oral escénica (la mítica sesión de cuenteros o cuentacuentos: esencia del evento), hasta la canción inteligente, el monólogo humorístico, el teatro, la literatura, la música y, cómo no, la improvisación poética. Fue este, el ABRAPALABRA, de los primeros eventos de su tipo en incluir la improvisación poética, el repentismo, entre las disciplinas que pasaban por sus escenarios. Tuve yo el privilegio de ser el primero, o uno de los primeros, en llevar la décima improvisada a estos escenarios llenos de grandes artistas de la palabra viva y, sobre todo, rodeados de un público inteligente y ávido de aventuras creativas. Dos veces he podido estar por allá, compartir sueños, versos, aventuras, proyectos con oralitores de otras latitudes. Pero mi mayor proyecto –y ellos no lo sabían, ni siquiera Sandra, la madonna de la palabra, lo sabía– era que ocurriera lo que ha ocurrido ayer, anoche, en ese mágico escenario: que dos de mis alumnos, hijos, seguidores, dos de mis “maestros reversibles”, llegaran a esa escena como abanderados del neorrepentismo y del repentismo-fusión, nueva corriente de la improvisación poética habanera, y que demostraran todo cuanto puede ofrecer este arte de apariencia antigua pero de esencia atemporal, tradicional y vanguardista, tan dúctil y maleable que encaja en cualquier parte. Y de esto se encargaron, en apenas 10 minutos, Axel y Leandro, el primero habanero y actor e instructor de teatro y cineasta en ciernes y, por supuesto, repentista; el segundo filólogo y editor y poeta de la escritura y ensayista en ciernes y, por supuesto, repentista; el primero, matancero-habanero, guajiro-citadino; el segundo, pinareño de pura cepa, guajiro esencial, pero con la ciudad arrodillada ante sus pasos; ambos, intelectuales llamados a recorrer el mundo, a romper las fronteras geográficas y creativas con su arte.

10 minutos bastaron. En un escueto mensaje a través de Facebook Sandra Barreras fue rotunda: “Maestro, su hijo Axel y el compañero Leandro acaban de conquistar Abrapalabra. Bastaron 10 minutos para robarse el corazón”. Y yo, imagínense: orgulloso y feliz y emocionado por partida múltiple: como padre, como repentista, como cubano, como guajiro, como profesor, como amigo. Axel y Leandro habían logrado, por hacer una analogía taurina, llegar a La Maestranza y salir en hombros por la puerta grande. Y bien, ¿cómo lo supe?, ¿como puedo dar fe de su éxito, y hoy mismo, tan rápido? Pues…, gracias a las nuevas tecnologías y al espíritu de Web 2.0 que mueve todo en Proyecto Oralitura. Ni ellos, Axel y Leandro, ni ella, Sandra Barreras, la madonna parole, sabían que yo “estaba allí”, colado entre el público, en las manos y los ojos de una gran amiga que, Ipad mediante y usando el portal streaming de mi Canal Oralitura, estaba transmitiendo, solo para mí, el evento. Llamémosle, “voyerismo info-mediático de legitimación paterno-docente”. Yo quería ver a mis pupilos en activo. Y así fue: vi desde mi casa en Almería, España, cómo dos jóvenes cubanos, delgados y tímidos, dos “guajiritos de los míos” se crecían en su primera experiencia internacional, ante el numeroso público que colmó todas las lunetas del bumangués Teatro Corfescu, un público ansioso de ver la gala inaugural del Festival Abrapalabra 2013.

En este pintoresco y variopinto Palabratón hubo anoche de todo un poco, cuentos de los cinco continentes, en la voz de 17 narradores de distintos países subieron a escena. Y cuando anunciaron a los “contadores” de Cuba, solo entonces, abrí yo una botella de ron Habana 7, dejé caer el primer trago “para mi padre, para Chanchito, para el Indio”, me serví un trago generoso y lo bebí hasta el fondo. Yo estaba solo, en la distancia, sin parpadear casi, contemplando la escena y confiando en que la conexión a Internet no me jugara una mala pasada. Y así fue: no sucedió (cuando a los muertos uno le da su ración de alcohol, todo es miel sobre hojuelas). Al contrario. Mi amiga estaba en un ángulo privilegiado del teatro, y desde sus ojos-pantalla/táctil pude ver cómo Axel y Leandro entraban en escena y dejaban impresionados al público de la principal ciudad santandereana, cómo lograba vencer ese miedo inicial, esos nervios tan incómodos como necesarios, para demostrar, con una gran habilidad, cómo se pueden conjugar imágenes poéticas e historias inventadas, en verso, en nuestras clásicas décimas. Y vi más: ellos mismos presentaron, explicaron, describieron el género del repentismo, mezclando con audacia e ingenio todas las herramientas a su alcance: histrionismo, conocimiento teórico, frescura actoral, dominio del lenguaje y, sobre todo, improvisación, repentismo. La webcam de mi amiga temblaba, se movía, iba de ellos al público y del público a ellos; una joven de estilo boterano se detuvo durante unos cinco segundos delante de la cámara, y a mi me pareció un siglo; solo escuchaba sus voces, y risas y comentarios que se estrellaban contra medio metro de espalda; al fin, mi amiga se movió, y luego la joven se movió también, y la webcam hizo un paneo por un público lleno de jóvenes que sonreían o reían abiertamente: caras de asombro, sorpresa, emociones distintas. Me sentí “en casa”, recordé mi paso por el mismo escenario.

Es el de Bucaramanga un público habituado a los cuentos orales, conocedor y entusiasta, pero esta vez se veía sorprendido al ver cómo estos jóvenes tejían una historia, un relato, un meta-cuento sobre su propia condición de repentistas y se lanzaban a hacer décimas nutriéndose, directamente, del contexto escénico. Yo estaba felizmente sorprendido. Otro trago de ron, y un brindis solitario (¡por mi padre, por Chanchito, por el Indio”). Habían comenzado con la modalidad de repentismo hablado, tan olvidada durante tantas décadas en Cuba y que hemos podido rescatar y hasta poner de moda (es uno de los pilares del neorrepentismo). Pero de pronto se atrevieron al canto improvisado, sin acompañamiento musical: tonada libre o vueltabajera, cantada a capella: aprovechaban la ausencia de músicos para cantar sobre eso mismo y seguir sorprendiendo al público. Pero antes de las décimas, Axel había sacado su vena actoral, humorista, monologal, con chistes del tipo: en complicidad con Leandro contó que ellos traían los músicos en la maleta, y se los habían confiscado en el aeropuerto de Panamá, por sobrepeso”. Risas. Más risas. Se veían cómodos. ¿Y yo? Imagínense: “¡Esos son mis muchachos!” Llegado el momento del “punto guajiro”, Axel inició su discurso poético con una décima exquisita. Yo, por supuesto, soy un guajiro-web 2.0 con todos los detalles: estaba grabando la sesión via streaming, por eso ahora puedo compartir los versos.

AXEL:

En este Palabratón,
con tanta gente delante,
si no tengo acompañante
canto con el corazón.
Hasta los oídos son
música en el festival,
porque con magia verbal
en esto del repentismo,
si hay que inventarse a uno mismo
lo improvisamos igual.

Juego de palabras. Aprovechamiento de lo circunstancial. Deixis y proximidad, suave hipérbole en el verso 4 y mejor hipérbole en el puente: “los oídos son música”. A lo que Leandro Camargo respondió, rotundo, con esa seguridad que la ha hecho ser considerado en Cuba el más importante repentista joven del momento:

Los músicos sí han venido,
música es lo que presencio:
las abejas del silencio
zumbándome en el oído.
Ese cartel extendido,
esa luz de voz silente,
como si a ritmo inconsciente
Corfescu fuera una fiesta
y Abrapalabra una orquesta
de afinación permanente.

Una décima de estilo Camargo en estado puro. Ese primer verso refrendando el sentido agonal desde el principio, esas “abejas del silencio”, esa “luz de voz silente”, esa limpia prosodia y, sobre todo, su estilo enunciativo, tan rápido, tan efectivo. ¿Y yo? ¡Imáginense! A partir de ese momento, los jóvenes repentistas cubanos se movieron, con una facilidad pasmosa, casi mágica, por distintos temas, y en sus versos destacaban la importancia de la “Oralitura” tanto para la vida del hombre común, como para toda la cultura iberoamericana. Y por supuesto, la respuesta del respetable fue la esperada: aplausos, risas, exclamaciones, comentarios. Y la cámara-web que no paraba de moverse, y más aplausos, aplausos, aplausos.

Un momento especial, de gran impacto, fue cuando a un ritmo increíble los poetas se interrumpían (media letra, trovo robao, décima partida) e improvisaban las décimas sin pensar, casi adivinándose los pensamientos, cortando el aliento de los espectadores. ¡Esos guajiros! Esta era su primera presentación en el Festival y se estaba auto-poniendo el listón muy alto, estaban creando grandes expectativas para sus próximas presentaciones. Habían dicho que eran solo 10 minutos, pero yo había perdido la noción del tiempo. Tenía una rara sensación: me parecía “poco” tiempo, porque quería más, pero me parecía “mucho” porque quería que acabaran ya y dejaran ese buen sabor de boca, que no corrieran más riesgos. Pero ellos estaban como dos veteranos. Seguían con las décimas partidas, verso a verso, como en un juego tan peligroso como estimulante:

Repentistas, cantautores,
saltimbanquis, marionetas,
danza, comedia, poetas,
juglares y verseadores.
Zanqueros, conversadores,
cuenteros de ágil memoria.
¨Stand up comedy¨, euforia
de circo y de carnaval.
Este es nuestro festival:
Palabras que hacen historia.


Y este sí parecía el final. Aplausos grandes. Mi amiga no se da cuenta y ella aplaude también con el Ipad, con la Webcam, con ellos mismos de lado, de cabeza. Vaya terremoto. Todo se mueve. Más risas, más aplausos, confusión de comentarios. ¿Y yo? ¡Imáginense! El tercer ron y el tercer brindis con los maestros superiores. ¡Esos son mis muchachos!, pensaba, e imaginaba, quería imaginar, lo que estaba pasando entre bambalinas: los abrazos, las felicitaciones, las risas amplias, por ejemplo, de esas catedrales de la oralidad llamadas Ana Griot o Amalia Lu Posso Figueroa. La satisfacción de Sandra.

Y al final, cuando todo acabó, ya saben: estuve toda la noche preguntándome: ¿y ahora cómo yo cuento esto? ¿O no lo cuento? ¿Me lo guardo, lo escondo para que sea un ejercicio de voyerismo en toda regla? Y hoy me he pasado todo el día igual, calibrando lo pros y los contras de contar mi aventura cibernáutica. He intentado hablar con ellos, via Facebook o Skype, para que me contaran de viva voz sus impresiones, pero nada: deben estar ocupadísimos entre tanto oralitor en estado silvestre. Así que decidí olvidarme de ellos y contar yo mi parte, narrar cómo viví el debut de mi hijo Axel y de Leandro Camargo en el Teatro Corfescu de Bucarmanga, el verdadero debut del neorrepentismo en festivales internacionales. Un autorregalo de Proyecto Oralitura.

Y ahora que lo conté, que ya todos lo saben (ellos también, y Sandra, se enterarán de todo a través de este post ); ahora que todo ya pasó y su éxito y mi voyerismo serán de dominio público; ahora ¿y yo? ¡Imagínense!







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Axel Díaz Hernández
Leandro Camargo Pérez


Axel Díaz y Leandro Camargo: Neorrepentistas cubanos en Bucaramanga. ¿Y yo? ¡Imagínense!



Lo confieso: Desde hace muchos años soy un aliado y un fan de las nuevas tecnologías. En todo lo que hacemos en Proyecto Oralitura (plataforma multipropósito que incluye blog, WebTV, cursos online, redes sociales, microbloggin, streaming, etc.) hemos defendido y hemos puesto en práctica nuestro concepto de “neo-rrepentismo”, una mezcla equilibrada y retroalimentaria de tradición y vanguardia, de pasado y futuro, de oralidad y ciberespacio; la improvisación incorporada al mundo multimedia, transmedia. Esta es, digamos, la esencia de nuestro proyecto. Pues bien, ayer, 27 de septiembre del año 2013, pude vivir uno de esos momentos espectacularmente emocionantes, gracias a esta conjunción de Web 2.0 y tradiciones repentistas. Ayer, 27 de septiembre de 2013, dos de los nuevos valores del repentismo en Cuba, los jóvenes Axel Díaz Hernández y Leandro Camargo Pérez, hacían realidad un sueño personal y profesional de ellos y mío: su debut en la arena internacional, nada más y nada menos que en el prestigioso Festival de Cuenteros ABRAPALABRA, 2013, en el hermosa ciudad colombiana de Bucaramanga, concretamente en el pequeño pero hermoso y acogedor Teatro Confercu.

Este festival, organizado por la incombustible Sandra Barrera, toda una institución en la producción de eventos culturales en Colombia, ha logrado convertirse durante 19 años en uno de los eventos más grandes (en número de artistas y países participantes, de público asistente, de proyección y alcance mediáticos) de todos los de su tipo en Iberoamérica. Y, desde el principio, ABRAPALABRA ha logrado potenciar el protagonismo de la palabra oral en todas sus variantes,sin exclusión, desde la narración oral escénica (la mítica sesión de cuenteros o cuentacuentos: esencia del evento), hasta la canción inteligente, el monólogo humorístico, el teatro, la literatura, la música y, cómo no, la improvisación poética. Fue este, el ABRAPALABRA, de los primeros eventos de su tipo en incluir la improvisación poética, el repentismo, entre las disciplinas que pasaban por sus escenarios. Tuve yo el privilegio de ser el primero, o uno de los primeros, en llevar la décima improvisada a estos escenarios llenos de grandes artistas de la palabra viva y, sobre todo, rodeados de un público inteligente y ávido de aventuras creativas. Dos veces he podido estar por allá, compartir sueños, versos, aventuras, proyectos con oralitores de otras latitudes. Pero mi mayor proyecto –y ellos no lo sabían, ni siquiera Sandra, la madonna de la palabra, lo sabía– era que ocurriera lo que ha ocurrido ayer, anoche, en ese mágico escenario: que dos de mis alumnos, hijos, seguidores, dos de mis “maestros reversibles”, llegaran a esa escena como abanderados del neorrepentismo y del repentismo-fusión, nueva corriente de la improvisación poética habanera, y que demostraran todo cuanto puede ofrecer este arte de apariencia antigua pero de esencia atemporal, tradicional y vanguardista, tan dúctil y maleable que encaja en cualquier parte. Y de esto se encargaron, en apenas 10 minutos, Axel y Leandro, el primero habanero y actor e instructor de teatro y cineasta en ciernes y, por supuesto, repentista; el segundo filólogo y editor y poeta de la escritura y ensayista en ciernes y, por supuesto, repentista; el primero, matancero-habanero, guajiro-citadino; el segundo, pinareño de pura cepa, guajiro esencial, pero con la ciudad arrodillada ante sus pasos; ambos, intelectuales llamados a recorrer el mundo, a romper las fronteras geográficas y creativas con su arte.

10 minutos bastaron. En un escueto mensaje a través de Facebook Sandra Barreras fue rotunda: “Maestro, su hijo Axel y el compañero Leandro acaban de conquistar Abrapalabra. Bastaron 10 minutos para robarse el corazón”. Y yo, imagínense: orgulloso y feliz y emocionado por partida múltiple: como padre, como repentista, como cubano, como guajiro, como profesor, como amigo. Axel y Leandro habían logrado, por hacer una analogía taurina, llegar a La Maestranza y salir en hombros por la puerta grande. Y bien, ¿cómo lo supe?, ¿como puedo dar fe de su éxito, y hoy mismo, tan rápido? Pues…, gracias a las nuevas tecnologías y al espíritu de Web 2.0 que mueve todo en Proyecto Oralitura. Ni ellos, Axel y Leandro, ni ella, Sandra Barreras, la madonna parole, sabían que yo “estaba allí”, colado entre el público, en las manos y los ojos de una gran amiga que, Ipad mediante y usando el portal streaming de mi Canal Oralitura, estaba transmitiendo, solo para mí, el evento. Llamémosle, “voyerismo info-mediático de legitimación paterno-docente”. Yo quería ver a mis pupilos en activo. Y así fue: vi desde mi casa en Almería, España, cómo dos jóvenes cubanos, delgados y tímidos, dos “guajiritos de los míos” se crecían en su primera experiencia internacional, ante el numeroso público que colmó todas las lunetas del bumangués Teatro Corfescu, un público ansioso de ver la gala inaugural del Festival Abrapalabra 2013.

En este pintoresco y variopinto Palabratón hubo anoche de todo un poco, cuentos de los cinco continentes, en la voz de 17 narradores de distintos países subieron a escena. Y cuando anunciaron a los “contadores” de Cuba, solo entonces, abrí yo una botella de ron Habana 7, dejé caer el primer trago “para mi padre, para Chanchito, para el Indio”, me serví un trago generoso y lo bebí hasta el fondo. Yo estaba solo, en la distancia, sin parpadear casi, contemplando la escena y confiando en que la conexión a Internet no me jugara una mala pasada. Y así fue: no sucedió (cuando a los muertos uno le da su ración de alcohol, todo es miel sobre hojuelas). Al contrario. Mi amiga estaba en un ángulo privilegiado del teatro, y desde sus ojos-pantalla/táctil pude ver cómo Axel y Leandro entraban en escena y dejaban impresionados al público de la principal ciudad santandereana, cómo lograba vencer ese miedo inicial, esos nervios tan incómodos como necesarios, para demostrar, con una gran habilidad, cómo se pueden conjugar imágenes poéticas e historias inventadas, en verso, en nuestras clásicas décimas. Y vi más: ellos mismos presentaron, explicaron, describieron el género del repentismo, mezclando con audacia e ingenio todas las herramientas a su alcance: histrionismo, conocimiento teórico, frescura actoral, dominio del lenguaje y, sobre todo, improvisación, repentismo. La webcam de mi amiga temblaba, se movía, iba de ellos al público y del público a ellos; una joven de estilo boterano se detuvo durante unos cinco segundos delante de la cámara, y a mi me pareció un siglo; solo escuchaba sus voces, y risas y comentarios que se estrellaban contra medio metro de espalda; al fin, mi amiga se movió, y luego la joven se movió también, y la webcam hizo un paneo por un público lleno de jóvenes que sonreían o reían abiertamente: caras de asombro, sorpresa, emociones distintas. Me sentí “en casa”, recordé mi paso por el mismo escenario.

Es el de Bucaramanga un público habituado a los cuentos orales, conocedor y entusiasta, pero esta vez se veía sorprendido al ver cómo estos jóvenes tejían una historia, un relato, un meta-cuento sobre su propia condición de repentistas y se lanzaban a hacer décimas nutriéndose, directamente, del contexto escénico. Yo estaba felizmente sorprendido. Otro trago de ron, y un brindis solitario (¡por mi padre, por Chanchito, por el Indio”). Habían comenzado con la modalidad de repentismo hablado, tan olvidada durante tantas décadas en Cuba y que hemos podido rescatar y hasta poner de moda (es uno de los pilares del neorrepentismo). Pero de pronto se atrevieron al canto improvisado, sin acompañamiento musical: tonada libre o vueltabajera, cantada a capella: aprovechaban la ausencia de músicos para cantar sobre eso mismo y seguir sorprendiendo al público. Pero antes de las décimas, Axel había sacado su vena actoral, humorista, monologal, con chistes del tipo: en complicidad con Leandro contó que ellos traían los músicos en la maleta, y se los habían confiscado en el aeropuerto de Panamá, por sobrepeso”. Risas. Más risas. Se veían cómodos. ¿Y yo? Imagínense: “¡Esos son mis muchachos!” Llegado el momento del “punto guajiro”, Axel inició su discurso poético con una décima exquisita. Yo, por supuesto, soy un guajiro-web 2.0 con todos los detalles: estaba grabando la sesión via streaming, por eso ahora puedo compartir los versos.

AXEL:

En este Palabratón,
con tanta gente delante,
si no tengo acompañante
canto con el corazón.
Hasta los oídos son
música en el festival,
porque con magia verbal
en esto del repentismo,
si hay que inventarse a uno mismo
lo improvisamos igual.

Juego de palabras. Aprovechamiento de lo circunstancial. Deixis y proximidad, suave hipérbole en el verso 4 y mejor hipérbole en el puente: “los oídos son música”. A lo que Leandro Camargo respondió, rotundo, con esa seguridad que la ha hecho ser considerado en Cuba el más importante repentista joven del momento:

Los músicos sí han venido,
música es lo que presencio:
las abejas del silencio
zumbándome en el oído.
Ese cartel extendido,
esa luz de voz silente,
como si a ritmo inconsciente
Corfescu fuera una fiesta
y Abrapalabra una orquesta
de afinación permanente.

Una décima de estilo Camargo en estado puro. Ese primer verso refrendando el sentido agonal desde el principio, esas “abejas del silencio”, esa “luz de voz silente”, esa limpia prosodia y, sobre todo, su estilo enunciativo, tan rápido, tan efectivo. ¿Y yo? ¡Imáginense! A partir de ese momento, los jóvenes repentistas cubanos se movieron, con una facilidad pasmosa, casi mágica, por distintos temas, y en sus versos destacaban la importancia de la “Oralitura” tanto para la vida del hombre común, como para toda la cultura iberoamericana. Y por supuesto, la respuesta del respetable fue la esperada: aplausos, risas, exclamaciones, comentarios. Y la cámara-web que no paraba de moverse, y más aplausos, aplausos, aplausos.

Un momento especial, de gran impacto, fue cuando a un ritmo increíble los poetas se interrumpían (media letra, trovo robao, décima partida) e improvisaban las décimas sin pensar, casi adivinándose los pensamientos, cortando el aliento de los espectadores. ¡Esos guajiros! Esta era su primera presentación en el Festival y se estaba auto-poniendo el listón muy alto, estaban creando grandes expectativas para sus próximas presentaciones. Habían dicho que eran solo 10 minutos, pero yo había perdido la noción del tiempo. Tenía una rara sensación: me parecía “poco” tiempo, porque quería más, pero me parecía “mucho” porque quería que acabaran ya y dejaran ese buen sabor de boca, que no corrieran más riesgos. Pero ellos estaban como dos veteranos. Seguían con las décimas partidas, verso a verso, como en un juego tan peligroso como estimulante:

Repentistas, cantautores,
saltimbanquis, marionetas,
danza, comedia, poetas,
juglares y verseadores.
Zanqueros, conversadores,
cuenteros de ágil memoria.
¨Stand up comedy¨, euforia
de circo y de carnaval.
Este es nuestro festival:
Palabras que hacen historia.


Y este sí parecía el final. Aplausos grandes. Mi amiga no se da cuenta y ella aplaude también con el Ipad, con la Webcam, con ellos mismos de lado, de cabeza. Vaya terremoto. Todo se mueve. Más risas, más aplausos, confusión de comentarios. ¿Y yo? ¡Imáginense! El tercer ron y el tercer brindis con los maestros superiores. ¡Esos son mis muchachos!, pensaba, e imaginaba, quería imaginar, lo que estaba pasando entre bambalinas: los abrazos, las felicitaciones, las risas amplias, por ejemplo, de esas catedrales de la oralidad llamadas Ana Griot o Amalia Lu Posso Figueroa. La satisfacción de Sandra.

Y al final, cuando todo acabó, ya saben: estuve toda la noche preguntándome: ¿y ahora cómo yo cuento esto? ¿O no lo cuento? ¿Me lo guardo, lo escondo para que sea un ejercicio de voyerismo en toda regla? Y hoy me he pasado todo el día igual, calibrando lo pros y los contras de contar mi aventura cibernáutica. He intentado hablar con ellos, via Facebook o Skype, para que me contaran de viva voz sus impresiones, pero nada: deben estar ocupadísimos entre tanto oralitor en estado silvestre. Así que decidí olvidarme de ellos y contar yo mi parte, narrar cómo viví el debut de mi hijo Axel y de Leandro Camargo en el Teatro Corfescu de Bucarmanga, el verdadero debut del neorrepentismo en festivales internacionales. Un autorregalo de Proyecto Oralitura.

Y ahora que lo conté, que ya todos lo saben (ellos también, y Sandra, se enterarán de todo a través de este post ); ahora que todo ya pasó y su éxito y mi voyerismo serán de dominio público; ahora ¿y yo? ¡Imagínense!







sep
23
Añadido por Alexis Díaz Pimienta el 23 septiembre 2013 a las 6:48 pm
“Me gusta verme como un poeta incomprendido”


José Luis Serrano, una de las principales voces
de la poesía actual en Cuba


Por: Ronel González Sánchez

En el año 2012 las Ediciones Unión de la UNEAC, publicaron la antología Tráfico deinfluencias, del poeta José Luis Serrano Serrano, una de las voces más importantes en el concierto de la actual poesía cubana.

Muy conocido en el ámbito de la escritura métrica, desde la irrupción en 1995 con El mundo tiene la razón, Premio Cucalambé, el holguinero Serrano ha publicado, entre otros:Bufón de Dios(Premio Fiesta de la Joven Décima, Ediciones La Luz 1997 y 2012), Aneurisma(Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 1998, Editorial Capiro, 1999), Examen de fe(Premio Iberoamericano Cucalambé 2001, Editorial Sanlope, 2002), La resaca de todo lo sufrido(Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2002, Editorial Capiro, 2003) y El yo profundo(Editorial Letras Cubanas, 2005), libros indispensables para comprender los derroteros de la décima y el soneto en nuestro país.
Graduado de Ingeniería Electroenergéticaen el Instituto Superior Minero Metalúrgico de Moa (1995), Serrano posee la Distinción Por la Cultura Nacional,elEscudo de la Provincia de Holguín, la Medalla Abel Santamaría, además de haber sido reconocido como Hijo Destacado e Hijo Ilustre Adoptivo de la Ciudad de Holguín.

Hombre de las ciencias y de la poesía,José Luis Serrano Serrano nació el 2 de febrero de 1971 en Holguín y fue a vivir a Estancia Lejos, una apartada zona rural que pertenece a San Felipe de Uñas, actual municipio de Gibara, hasta que alcanzó la mayoría de edad. ¿Cómo y cuándo se produjo en usted la iniciación en la lectura? ¿De dónde proviene su relación con los libros?

Nunca podré olvidar aquel cofre maravilloso. Una caja de acopio repleta de libros. De allí salieron las mejores aventuras que haya vivido jamás. El rey de la montaña, El castillo de los Cárpatos, Tartarín de Tarascón, Jotavich, Robinson Crusoe, El llamado de la selva, La máscara de hierro… La Ilíada y la Odisea, no. La Edad de Oro, tampoco. A los nueve o diez años le hice comprar a mi padre los dos tomos del Quijote ilustrados por Moreira. Valían cinco pesos. Una suma considerable para la época. Adquirir esos ejemplares fue mi única precocidad. No pude con las aventuras del Ingenioso Hidalgo hasta pasado los veinte. Así que fui un lector promedio. Como cualquier otro niño de los 70. Cuando aquellos sí que se leía. Ahora es muy difícil encontrarse con niños que lean de verdad. Basta con darle un vistazo a la feria del libro. El espectáculo que nos ofrece el pabellón infantil es francamente aterrador. Una escuela primaria puede ser levantada en peso, con maestros y todo, para ser colocada delante de unos individuos que se hacen llamar presentadores y presentadoras de literatura para niños y niñas. Instalan unos micrófonos y unos altavoces en el pabellón infantil. Los muchachitos reciben su lección y a otra cosa mariposa. Tal vez haya que poner el asunto en manos de la sociología o de la paleontología, vaya usted a saber. Cuando me tocó ser niño no existían los videojuegos ni se había desarrollado tanto el cine de animación. En mi casa ni siquiera había electricidad. De modo que a mí no me quedó otra alternativa que volverme un voraz consumidor de palabras.

Junto a otros creadores de ímpetu versificador que, desde principios de la década del 70 del siglo XX, fueron aplicando sus transgresoras voluntades al hecho renovador de la décima en Cuba, usted arribó a mediados del decenio de los 90 con una peculiar manera de decir que le valió reconocimientos y recabó la mirada de creadores y periodistas. Violento y desenfadado en su elección de temas, abierto al espíritu de las ciencias, el humor y el morbo, perturbador a la hora de seleccionar rimas y construcciones del verso, fue consolidando un estilo que lo ha convertido en una de las voces más interesantes de la creación rimada en las primeras décadas del siglo XXI cubano. ¿Cómo fue su llegada a la literatura en una época mundial de franco desinterés hacia la opresiva segmentación estrófica?

En verdad nunca he pensado mucho en el asunto. No voy a venir ahora con que elegí la décima y el soneto por una posición de principios. Aunque, a la larga, me haya ido radicalizando. Lo que comenzó como un simple juego, poco a poco se ha convertido en un acto de fe. No entiendo muy bien lo de opresiva segmentación estrófica, pero trataré de explicarte por qué prefiero las formas clásicas, la “mecánica clásica”, como me gusta llamarle. Es cierto que en los tiempos que corren a muy pocos les interesa la literatura. Es muy reducido el grupo de los lectores de literatura. Hay una alta demanda de manuales de cocina, guías deportivas, textos de autoayuda y otros manjares hermosamente encuadernados. Sin embargo, lo que se dice literatura es materia de un círculo cada vez más estrecho. Dentro de esa pequeña ciudadela hay infinitos sectarismos y segregaciones. Los poetas, por ejemplo, son la estirpe menos visible, la menos atendida dentro de la ciudad letrada. Si a muy pocos les interesa la literatura, a casi nadie le importa la poesía. Y la cosa no termina ahí. Ese reducido infernáculo, que es el círculo de los poetas, se encuentra fragmentado en una multitud de infiernillos concéntricos. Escribir décimas o sonetos posee una estructura similar al suicidio. No obstante, yo asumí tal riesgo. Aposté por un tipo de escritura en crisis. Decidí establecerme en un territorio verbal muy dañado, muy erosionado, por el conservadurismo institucional y el laboreo inconsecuente de unos pocos. Percibí que en lo formal no había que dar ninguna batalla. La décima y el soneto son excelentes artefactos. Sus mecanismos son inmejorables. A principio de los noventas los poetas se empeñaban en actualizar la décima descoyuntándola, retorciéndola, añadiéndole o restándole sílabas o versos. Boberías. La verdadera guerra había que echarla con los contenidos y no con las formas. Por esos es que, como bien apuntas, introduzco tópicos relacionados con las ciencias, la enfermedad, la literatura, el alcohol, Dios. Nada de eso había entrado en la décima. En mi tercer libro, Examen de fe, comienzo a experimentar con rimas extrañas, esdrújulas principalmente, para sacarle de la cabeza al lector un poco de sinsontes y horizontes. Trato de cerrar a toda costa la grieta que separa la escritura métrica del verso libre. Porque querámoslo o no, hay una terrible fractura. Mis escritos se encuentran mucho más influidos por el verso libre y la narrativa contemporánea que por la llamada escritura silábica. Nada le debo al Cucalambé o Naborí, a Borges o Novás, a no ser el espacio de percepción deslindado por ellos. Los detractores del soneto y la décima tienen muy buenas razones para odiar estas estructuras. Hay muchos farsantes escondidos en el soneto y la décima. Desconfía de los que dicen “decimista, estrofismo, sonetario”. ¿Qué cosa es un sonetario? Un criadero de endecasílabos, supongo.

Ingeniero Eléctrico, graduado en el Instituto Superior Minero Metalúrgico de Moa, se desempeña como investigador de accidentes de trabajo mortales. ¿Exactamente en qué consiste su labor?

Un accidente de trabajo es un hecho repentino, relacionado causalmente con la actividad laboral, que ocasiona daños a la salud de un trabajador o su muerte. Así lo establece la Ley No. 13/77 de Protección e Higiene del Trabajo en su Artículo 8. Mi trabajo es determinar relaciones causales. Se me paga por encontrar los factores técnicos, organizativos y de conducta que condicionaron la muerte de un trabajador.

¿Ser poeta no es un “oficio” distante de su desempeño laboral?

En absoluto. No existe oficio alejado de lo poético, a no ser el de verdugo, torturador, dentista y otras ocupaciones afines. Me sorprende ver cómo algunos se lamentan de que Cavafis o Kafka fueran simples funcionarios públicos. De algo tenían que vivir. A lo mejor estos pináculos de la literatura mundial no hubieran aceptado que se les pagara por atender un taller literario en Alejandría o Praga. El poeta, el artista en sentido general, es un individuo común y corriente. Alguien que se ocupa de producir bienes intangibles en lugar de objetos. Así que deberíamos preocuparnos en tal caso de las ocupaciones pseudoculturales que, aunque dan cierta idea de proximidad con lo artístico, no son otra cosa que simples botellitas, sinecuras oficialmente establecidas. En mi trabajo hay tres cosas que parecen apartarme de la poesía: causalidad, legalidad y poder. Determino la causa, tipifico la infracción y denuncio al responsable. ¿Qué tiene que ver eso con lo que escribo? Mucho. En primer lugar soy un individuo un poco más consciente de la fragilidad humana. Fragilidad física y legal. Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza. Vallejo lo dijo de forma insuperable. Bueno, también hay que contar con aquella canción de Chico Buarque, Construcción. Las personas que mueren a consecuencia de accidentes del trabajo son gente que se levantan y besan a la mujer y los hijos sin la menor idea de que dentro de un par de horas van a caerse del andamio. No son ladrones ni suicidas. Son apacibles individuos que cumplen con su jornada laboral. Al mismo tiempo hay otros que abordan el trasporte obrero a las seis de la mañana y veinte minutos después son los encartados de un homicidio por imprudencia. En el centro de este berenjenal hay un poeta que debe esclarecer los hechos. Un poeta que está en la obligación de expresar. El obrero se cayó del andamio porque no tenía colocado el cinturón de seguridad. Su jefe directo le permitió laborar en condiciones inseguras. Me es imposible separar mi condición de poeta de mis responsabilidades como investigador de accidentes. La poesía impregna toda mi existencia. Lo cual no quiere decir que me comporte de una manera especial por el simple hecho de ser poeta. Los que así piensan tienen una imagen distorsionada del poeta, lo perciben como individuo que anda por las nubes, melancólico, extasiado, obstruido por la belleza. Debo decirte que hay muchos cerebros afectados por esta idea. Ven al poeta como un fabricador de belleza o, en el mejor de los casos, lo imaginan como alguien que es capaz de trasvasar emociones y sentimientos al texto impreso, algo que me parece una solemne estupidez. Ser un poeta me diferencia del rebaño en la medida que me vuelve una oveja más consciente de su ovejitud. El poeta es una criatura incrustada en la realidad. Confundir al poeta con el hacedor de versos es un error muy peligroso.

En el año 2004 se publicó La noche octosilábica, historia de la décima escrita en la provincia de Holguín entre 1862 y el 2003. En ese libro (p. 95) se lee lo siguiente:José Luis Serrano suele partir de una idea inicial, de un tema o en ocasiones de una palabra que le da el tono del poema. Posteriormente se dedica a “diseñar” la arquitectura del texto, mediante la búsqueda de palabras clave que pueden ser rimas o elementos internos que fortalecen la secreta armazón. Las rimas “de relleno” o “de remate” -como él las clasifica- distribuidas con mesura e inteligencia reforzarán en el lector la ilusión de encontrarse ante lo sorprendente. Finalmente, mediante la creación de atmósferas y el empleo de efectos lingüísticos, la décima o el conjunto de décimas, adquieren la forma de vasos comunicantes, de unidad indisoluble. Una vez concluido el texto, el poeta no destruye las estrofas que considera poco logradas, sino que trabaja obsesivamente sobre cada palabra hasta que logra un resultado convincente.¿Ha variado su método creativo? ¿Posee una estrategia otra para “agredir” la escritura de sonetos? Coméntenos.

Haber ofrecido aquella receta fue un error. Puede que el esquema que mencionas me funcionara por algún tiempo, pero hoy te daría otra fórmula y mañana quién sabe. Además, eso de rimas de relleno y de remate me parece espantoso. Así que prefiero no hablarte de la estrategia que me solicitas, aunque seguramente la poseo. Es mejor que te comente algunos principios generales a la hora de concebir un texto, un soneto, según me pides. Siempre tengo a mano un guión. Debo saber lo que va a ocurrir en el poema. Algo que no debe confundirse con la anécdota o sustrato vivencial, porque no trabajo con esos decorados. Antes de emprender la obra, tengo a la vista un croquis de la construcción. He anotado algunas rimas (no todas por supuesto), algunas frases (que no tienen que ser apotegmas ni mucho menos), tengo a mi disposición unas cuantas palabras, principalmente verbos y sustantivos, en fin unos cuantos objetos verbales que deben ingresar en el texto. A partir de ahí comienza la parte que más disfruto, establecer las conexiones, el cableado, que me permite relacionar los diversos componentes en función de que esa poderosa máquina de significar llamada soneto alcance una potencia máxima. El secreto que no te puedo revelar es cómo se logra armonizar una maquinaria tan compleja, sobre la cual actúan tan divergentes vectores. No sabría explicártelo. Hay una multitud de pequeños saberes, eso que llaman oficio. Por ejemplo, la distribución de las vocales en un verso es esencial. Ninguna preceptiva va a explicártelo con claridad, pero es un punto de crucial importancia para cualquier tipo de verso. He ahí el fracaso de las traducciones. No es lo mismo “rocks, moss, stonecrop, iron”que “rocas, musgo, habas silvestres, hierro”. Lo que en inglés resulta una férrea enumeración, en español suena a listado de productos del agro.Eliot era un maestro en construir versos perfectos, algo que pasan por alto sus traductores. Dylan Thomas llegó a decir aquella frase tremenda: “El sonido de las palabras es lo importante.” Sin embargo, a muchos poetas de ahora no les interesa que sus textos suenen bien. La poesía no tiene por qué sonar bien, me ripostan, sin comprender a ciencia cierta de qué coño les estoy hablando.

Trabajo obsesivamente con el lenguaje. Eso es muy cierto. No veo otra manera de conseguir un resultado de excelencia, porque de eso se trata, si no trabajas muy duro con las palabras. Muchos piensan que el poema se construye con ideas. Suponen que al plasmar unas cuantas ideas ya tienen el poema. Lo cual es equivalente a creerse que con una buena historia ya tienes una novela o un cuento. No está mal que las ideas germinen en el poema. Incluso lo anecdótico puede asomar su cabezota en el texto poético. Cuando leemos “Temblé una vez, -en la reja,/ a la entrada de la viña,-/ cuando la bárbara abeja/ picó en la frente a mi niña.”, estamos en presencia de una gran idea (el amor paterno) y sorprendemos el aguijonazo de lo anecdótico. Sin embargo, hay que ser un tonto para no percatarse de que el texto funciona por otras razones. Hay una sustancia que fluye por debajo o por encima de la trivial anécdota. Algo superior al significado actúa sobre nuestra percepción. Ahí, en ese territorio inexplicable, en esa zona de transición, es donde acontece la poesía.

Durante años lo hemos escuchado insistir una y otra vez en su relación recóndita con la poética de César Vallejo, y hasta pudiéramos afirmar que el peruano universal es para usted una presencia corporizada. ¿Qué puede haber del autor de Poemas humanos en la obra de un José Luis Serrano que con el tiempo ha derivado hacia una violentaciónpermanente del verso y de la expresión poética, aproximándose incluso a niveles que alguien pudiera definir como “de vulgarización contenidista”?

No estoy muy claro en lo de “vulgarización contenidista”, pero me halaga que encuentres cierta violencia en mis versos. Eso me aproximaría a César Vallejo, uno de mis héroes, al lado mismo de Antonio Maceo y Nikolái Lobachevski. De no haberle ocurrido un César Vallejo a nuestra lengua, de qué estaríamos hablando. Es una lástima que la mayoría de sus lectores se queden en la superficie. Muy pocos pasan de Los heraldos negros. Hay que leerse, además, sus escritos sobre poesía. Hay artículos suyos de sorprendente actualidad. Una de sus sentencias ha llegado a constituirse en la espina dorsal de mis ambiciones poéticas: “Lo que importa en un poema es el tono con que se dice una cosa y, secundariamente, lo que se dice.” Dime si no es una idea revolucionaria.

Una concepción, digamos más tradicional, ha defendido la poesía como un estado de gracia, un mecanismo expresivo de naturaleza casi mística que posee el ser humano para dar salida a emociones e ideas acerca del entorno cosmovisivo del poeta. ¿No cree que el hecho de que usted permanezca tan atento a la “construcción” de sus poemas métricos le reste espontaneidad y emoción a su obra?

Ese estado de gracia que mencionas es una superchería romántica. La poesía es un fenómeno natural. La misión del poeta es construir espacios para suscitar ese fenómeno. El poeta debe de fabricar zonas de significación. Últimamente he descubierto el agua tibia. He comprobado que al ser humano le resulta imposible la anulación del sentido. Le pones delante una mancha de tinta y de ahí extrae un significado. No me interesa, nunca me interesó, decir nada. Expresar nada. La escritura no es un instrumento de comunicación. La confusión la han provocado algunos buenos poetas que se han “expresado”, han proferido la anécdota, y el lenguaje les ha regalado poesía. No veo diferencias entre el modo de trabajar de un albañil, un carpintero y un poeta. Hay que adquirir determinado oficio. Hay saberes, secretos, arduamente aprendidos en cada caso. El albañil es responsable de levantar una pared y el carpintero de fabricar una cama. Que la pared resulte la de una cárcel o un hospital, que la cama se utilice para agonizar o hacer el amor, son contenidos que no están en las manos del albañil o el carpintero. De la misma forma, el poeta no es responsable de las emociones o afectos que los lectores viertan en sus estrofas. A lo más que puede aspirar el poeta es a elaborar receptáculos capaces de soportar determinadas intensidades. El poeta construye el poema y la poesía ocurre por añadidura.

¿Qué opinión le merecen los autores que más que poetas son armadores de constructos comunicativos y en su afán “infractor” derivan hacia una suerte de automatización deliberada y efectista?

Te he respondido en parte. La idea de la obra como máquina de significar es demasiado seductora para que la rechace. Lo que pasa es que andan por ahí algunos facinerosos. Un puñado de ventrílocuos que pretenden hacernos creer que sus esperpentos son seres vivos y racionales. Gente que quiere ser Henri Michaux sin exponerse a la mezcalina. Si derivan, como dices, hacia una automatización deliberada, allá ellos. Ya sabemos que en arte no funciona la producción en serie. En cuanto a lo de efectistas, no se qué decirte. Nunca he entendido bien el término. Muchas veces se utiliza peyorativa e injustamente. Yo mismo he sido tildado de efectista. Es verdad que se escribe mucha porquería disfrazada de neovanguardia, pero hay algo de valioso en esos conatos de novedad. Son un signo de que las cosas andan mal. Esos pobres diablos quieren un cambio. Exigen un cambio. Saben que la poesía cubana no aguanta más.

Usted ha dicho que la literatura y la creación poética son en su vida un añadido y no el vórtice de sus inquietudes. Sin embargo, se ha dedicado a idear un sistema poético incluyente de todo lo que escribe y ha escrito, examina minuciosamente la obra de algunos poetas y escritores, ha adquirido el hábito de anotar todo lo que le parece literaturizable, paladea las palabras, desentraña sus sentidos más hondos, juega con ellas, se regocija buscando rimas, creando resonancias lingüísticas, escamoteando malabares semánticos… ¿Cómo explica esa contradicción entre lo que afirma y la percepción que poseen otros de su actitud ante la creación? ¿No cree que quizás en algún momento iniciático usted asumía la literatura como un hobby y esas concepciones cambiaron radicalmente?

Comencé jugando, es cierto. Creo que esta es la mejor manera de comenzar algo, lo que sea. Estoy seguro de que no hay otra forma. Es una lástima que nos volvamos tan serios con el aprendizaje. El saber nos entristece. Cuando pasamos de la plastilina al mármol, en algún punto de ese lentísimo tránsito, se jode la cosa. El conocimiento nos vuelve patéticos. Reconozco que uno de mis trucos favoritos es el juego. Ver la literatura como un terrible y hermoso rompecabezas.

Después de haber percutido con pericia los filamentos exhaustos de las estrofas y de urdir incesantemente hebras de sonoridad en el faccioso ejercicio combinatorio de su escritura ¿No le parece que ya es hora de intentar adentrarse por otros senderos expresivos?

Podría responderte lo mismo que Fernando Botero. He invertido una vida en adquirir un estilo para venir, a estas alturas, a tirarlo todo por la borda y empezar de cero. Para lograr un buen libro de sonetos tienes que invertir tanto tiempo o más que el que necesitas para escribir una novela o un libro de ensayos. Nadie le pide al ensayista que escriba novelas ni al cuentista que escriba sonetos.

Hace algún tiempo estaba convencido de que debía parar. Está bueno ya de sonetos. Décimas hace diez años que no escribo. Aunque casi todo el mundo me sigue viendo como decimista en activo servicio, la verdad es que soy un veterano del octosílabo que lleva siete años tratando de terminar su segundo libro de sonetos.

Como todo creador, a lo largo de su trayectoria artística usted ha recibido influencias provenientes de distintas zonas de la cultura. ¿Cree que el descubrimiento de autores como Charles Bukowski, Joseph Beuys y Roberto Bolaño influyeron en las concepciones estéticas y en la personalidad del poeta, que de algún modo se comporta como un “excéntrico” o como uno de los tantos “poetas malditos” de la historia?

Mencionas a tres grandes artistas. Es cierto que me he fijado mucho en sus maneras de abordar la realidad. El interés de Bukowski por lo sórdido, lo ridículo, lo morboso, ver como hace ingresar estos materiales en su escritura, es algo que me ha motivado, sin dudas. Bolaño es un monstruo de otra estirpe. Me ha influido su modo de asumir la literatura como un juego. Es un tipo que logra lo imposible, hay que ver cómo utiliza el fetiche nazi, por ejemplo. A Joseph Beuys le debo una de las definiciones más sorprendentes que haya escuchado jamás: “La belleza es el esplendor de lo verdadero.” Ahora bien, de ahí a que estos individuos hayan influido en mi personalidad, en mi comportamiento, hay muchos años luz.

Usted perteneció a la presidencia nacional de la Asociación de jóvenes escritores y artistas cubanos Hermanos Saiz (AHS) desde la que ha podido calibrar el panorama artístico insular e intervenir en importantes tomas de decisiones ¿Cómo ha incidido esa responsabilidad en su visión de la cultura y su profesionalidad?

Durante seis años estuve en la Dirección Nacional de la AHS. Todos los meses nos reuníamos, casi siempre en La Habana, lo cual puede sonar bonito, pero realmente llega a ser muy extenuante. Fueron, sin embargo, años muy provechosos. Logré entender muchas cosas. Participé, como bien dices, en la toma de algunas decisiones fundamentales. Luego de esta experiencia tengo una claridad mayor sobre nuestros procesos culturales. Puedo discernir mejor sobre los errores y aciertos en materia cultural. Los creadores, en general, se encuentran muy desinformados en materia de políticas culturales. Algo que es inconcebible, puesto que se supone que deben conocer perfectamente el terreno que pisan. Entonces te los encuentras en un congreso suplicando o, en el mejor de los casos, exigiendo un par de maracas, una libra de clavos, un tóner, un pasaporte, una semana en Varadero. Cualquier cosa piden, en lugar de dar las batallas que hay que dar.

Publicó su primer libro de décimas en 1996, el segundo, que es amplificación del primero, en 1997; el tercero en 1999, y en el camino comenzó a concebir la idea de una trilogía en la que el punto climático sería Examen de fe, un significativo libro de décimas publicado en el 2002. Más adelante dio a conocer El yo profundo, un contundente sonetario. Luego, unido a sus inquietudes como ingeniero y a sus inclinaciones científicas y culturales, comenzó a percibir la imagen de su obra como un ciclo que ha nombrado Mecánica clásica, y para lograrlo se dedicó a retomar textos éditos e inéditos para darle forma a la megaobra. ¿Cómo ha operado en el J.L. Serrano de ahora ese inusual y caprichoso proceso al que le llama “remasterización” y que puede sugerir al lector un personal encontronazo con los límites de la creación o, si se nos permite un lugar común, una especie de callejón sin salida poético?

Lo que llamas la megaobra es solamente una suma poética. Mecánica Clásica reúne mis cinco primeros libros: Bufón de Dios, Aneurisma, Examen de fe, Resaca y El yo profundo. En el año 2006 hice la primera tentativa de acoplamiento, conformé la pentalogía y ahí mismo comencé a realizar Geometría de Lobachevski. Digo realizar y no escribir, porque es un proceso donde lo menos que hago es escribir. La mayor parte del tiempo la dedico a juntar información, investigar procedimientos, realizar cálculos. En apenas un año ya había hecho todo el movimiento de tierra y la cimentación, había fundido las columnas principales del libro. En mayo de 2009 ya tenía en mis manos la primera versión. Es entonces que se me ocurre ensamblarlo con Mecánica Clásica. Algo que parecía muy simple resultó tremendamente complicado. El libro inédito y los ya publicados resultaban incompatibles. Para Geometría de Lobachevski había tenido que inventarme una nueva caja de herramientas. Mi tecnología poética había dado un salto con este libro. Muchas de las soluciones ofrecidas en mis libros anteriores quedaron de repente obsoletas. Comencé a detectar incoherencias, fallas estructurales que comprometían la estabilidad del conjunto. Así que me vi conminado a remasterizar, ecualizar si lo prefieres, toda mi discografía. Fue un proceso muy arduo, pero el resultado me hace feliz.

Desde el título mismo de su último libro publicado, Tráfico de influencias(Ediciones Unión, 2012), hace una abierta declaración intertextual y lúdicra que conecta su obra con la archicitada La angustia de las influenciasde Harold Bloom, las nociones de la “cámara de ecos” y “el grado cero de la escritura” de Roland Barthes, a la vez que establece nexos con el Joyce del Ulysses, elT.S. Eliot de La tierra baldía, los Cantosde Ezra Pound, por sólo citar algunos ilustres ejemplos foráneos, y con el Gastón Baquero de las “Palabras escritas en la arena por un inocente”, el Raúl Hernández Novás de “Sobre el nido del Cuco” (y casi toda su obra). ¿No le parece excesivo construir su poética como anchurosa y devorante marmita para el añadido permanente de reverberaciones?

Ahí lo tienes. No hago más que poner la palabra “influencias” y de inmediato la conectas con Harold Bloom. ¿No resultaba más sencillo pensar en la figura delictiva designada por el término? ¿Por qué escogiste “angustia de las influencias” en lugar de “aprovechamiento indebido deinformaciones obtenidas en el desempeño de un cargo público”? En lugar de una lectura literal, la que haría el común de los mortales, has efectuado una alambicada interpretación literaria. Why should I mourn the vanished power of the usual reign?Becauseno podemos escapar de las reverberaciones. Siempre habrá concomitancias más o menos evidentes. La intertextualidad, la interdiscursividad, o como quieran llamarle, es un asunto tan viejo como el pan nuestro de cada día. ¿Acaso no es intertextual Lope de Vega cuando imita los sonetos de Fray Luis de León? Vamos a dejar a los científicos con ese embrollo de los textos y los contextos. Otras deben de ser nuestras preocupaciones. Una marmita anchurosa y devorante… No logro adaptarme a tu metáfora gastronómica, pero creo entenderte.

¿Qué es Geometría de Lobachevski y qué representa en la obra de J.L. Serrano?

El lobo, así le llamo cariñosamente, es un libro de madurez. Me siento muy seguro de todas las cosas que en él ocurren. Su escritura ha sido lenta y minuciosa, como los círculos del lobo alrededor de su presa. Hay en Geometría de Lobachevski una ambición enorme. Estoy claro de que no se puede avanzar mucho más en esa dirección. Como experiencia literaria el lobo es todavía una especie de work in progress. Es un sistema cuya entropía se encuentra aún muy lejos del cero absoluto. Me divierto mucho introduciendo pequeños cambios que producen grandes perturbaciones en el sistema. Es un libro donde hay mucha emoción, mucha ternura, mucha belleza. Solo que estos ingredientes no ingresan en el texto de la manera convencional. Geometría… funciona como una base de datos. El soneto es el soporte elegido para almacenar todo un cúmulo de informaciones que el lector puede utilizar a su antojo. El libre albedrío y la capacidad dialógica del lector son la piedra de toque. El éxito de este libro se cifra en sus lectores.

Con seguridad usted pertenece a un grupo de persistentes creadores que aún cuando los discursos se desplazan, las normas y nociones estéticas cambian, los intereses creacionales se alejan a grandes saltos de la composición monolítica y clausurada de la formas poéticas, continúa insistiendo en descoyuntar métricas, revertir sentidos y remitir sus “desbordes” a certámenes literarios que desdichadamente se han transformado en maleables torneos contemporáneos, como si constantemente empujara un ariete de barro contra infranqueables muros. ¿Cómo soporta batallar con el ejército en contra?

Es que el ejército siempre va a estar en contra. El poeta, como el salmón, tiene que remontar la corriente para depositar sus huevos en lugar seguro. Los premios, los aplausos, las palmadas en el hombro son agradables y hasta necesarios. Vivir pendientes de la migaja de calor, el sorbo de afecto, el bocado de reconocimiento es lo que resulta nocivo y triste. Pero, vayamos al grano. Si colijo bien, te interesas en mis avatares concursísticos. Todos los años (desde 2009) envío el mismo libro al mismo certamen literario. ¿Cuál es el problema? Bueno sí, hay un problema. Año tras año enmiendo el libro, lo rectifico, lo amplío, lo reorganizo, hasta el título le cambio. Soy obsesivo y laborioso. De modo que cada veredicto en contra hace que el libro se aleje más y más de lo que fue en su primera versión. ¿Es esto bueno o malo? Año tras año el libro es leído o al menos abierto o introducido en una caja o depositado al pie de la cama o qué se yo, ignorado, por los miembros de un prestigioso jurado. ¿Es humillante esto para el autor? ¿Es irrespetuoso que no se nos acabe de conceder el premio de una vez? Depende de cómo lo mires. Si eres de los que se pican las venas cada vez que se entera que es otro el vencedor, no te recomiendo enviar a ningún certamen dentro o fuera del país. Sí eres de los que concuerdan en que los concursos son un mal necesario, una ruleta rusa si confías en que el próximo golpe de dados puede abolir el azar, entonces, bienvenido al club de los poetas muertos. El hecho de perder no me afecta. Megusta verme como un poeta incomprendido.

¿Piensa J. L. Serrano que sea posible un agotamiento de la escritura amorfa, un retorno a la sonoridad primigenia de la poesía y, por consiguiente, a los mecanismos aceitados del estrofismo? ¿Por qué?

Eso de escritura amorfa no me gusta, me parece un término despectivo e impreciso. Por otra parte, si el realce del rimar y el escandir depende de un agotamiento de su supuesto rival, poco mérito tendría. En cuanto a retornar a eso que llamas sonoridad primigenia, me parece una utopía innecesaria y perniciosa. Los paraísos perdidos son irrecuperables. Con el colapso del modernismo se fueron a bolina las formas clásicas. Lo que ocurrió es mucho más simple de lo que algunos eruditos suponen. Las estrofas dejaron de interesar por razones obvias. Hubo un cambio de paradigma. De buenas a primeras se les vació el discurso a los modernistas. Ellos no tuvieron ninguna culpa. La historia les torció el cuello a sus blanquísimos cisnes. Se quedaron sin argumentos. Esto provocó una profunda crisis de conciencia. Las importantes victorias del modernismo fueron rápidamente olvidadas. Sus programas estéticos se redujeron y desfiguraron hasta lo incomprensible. De manera que, salvo contadas excepciones, la mayoría de los sobrevivientes migró hacia el verso libre. Era más seguro caminar por terrenos que los modernistas no hubiesen transitado. Siguieron escribiéndose décimas y sonetos, pero las cabezas más claras habían desertado de la métrica y la rima. Comenzó entonces un proceso terrible. Un fenómeno que no se ha estudiado en absoluto. Los cerebros más torpes decidieron establecer focos de resistencia. Aquella plebe se apoderó de los palacios y templos abandonados. Destrozaron espejos y cortinajes. Fundaron partidos y elaboraron plataformas programáticas. En fin, cuando creemos defender la décima, cuando suponemos que le prestamos un excelente servicio al soneto, muchas veces estamos alimentando la poca credibilidad de unos plebeyos que nada tienen que ver con la poesía. El vacío de poder dejado por los modernistas explica la tremenda degradación ocurrida. Los detractores de las formas clásicas no están muy lejos de la verdad. Cuando se funda un club de defensores de la décima, hacemos muy mal en pertenecer a ese club. Algunos confunden resucitar con desenterrar. Ocurrirá, ya está ocurriendo, un gran avivamiento dentro de la mecánica clásica. El soneto y la décima son máquinas muy eficientes. Lo que hace falta son hombres dispuestos a alimentarlas y vigilar su funcionamiento.

El verso libre es cosa del siglo XX. En el siglo pasado no era posible expresarse de otra manera. El siglo XXI reclama formas que sean capaces de soportar su velocidad. La desmesurada velocidad, la fragmentación de los discursos, el caos del siglo XXI, solo puede ser soportado por estructuras cerradas. Hay en el soneto o la décima una libertad, una flexibilidad que no conoce el verso libre. Lo que pasa es que el sentido común nos ha jugado una mala pasada. Hemos incurrido en un grave error al aceptar la paradoja de la cárcel de aire puro. No se acaba de comprender que toda escritura implica cierto grado de confinamiento. Las formas siempre son estructuras carcelarias. Es imposible evadir determinadas leyes. La gravitación universal es mi ejemplo favorito. ¿Alguien puede sustraerse a sus efectos? 


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SOBRE JOSÉ LUIS SERRANO

José Luis Serrano Serrano nació en Estancia Lejos, San Felipe de Uñas, Holguín el 2 de febrero de 1971. 

En 1994 escribió a dos manos con Ronel González El mundo tiene la razón, y recibió el Premio Nacional Cucalambé en 1995 Ese mismo año recibió el Premio “Buscando Nuevas Voces de la Poesía Holguinera.” y en 1996 el Premio en décima en el XX Encuentro-Debate Nacional de Talleres Literarios celebrado en Sancti Spíritus; también en 1996 su cuaderno Bufón de Dios recibió el Premio del Concurso “Fiesta de la Joven Décima”, en Holguín y el Premio Especial de la Asociación Hermanos Saiz en el Concurso Nacional “Décima Joven de Cuba“. En 1998 con su libro Aneurisma conquistó el Premio Nacional de Décima “Fundación de la Ciudad de Santa Clara”

En el 2000 obtuvo Mención en décima en la primera edición iberoamericana del Premio Cucalambé y, en el 2001, con su título Examen de fe, recibió el importante galardón. En julio del 2002 obtuvo nuevamente el Premio “Fundación de la Ciudad de Santa Clara” con su libro La resaca de todo lo sufrido, coescrito con Ronel González.
Textos suyos han aparecido en las revistas y periódicos Dos Mundos, Bohemia, Trabajadores, Juventud Rebelde, El Caimán Barbudo, Carta Lírica (Estados Unidos), Ámbito, Diéresis, Puerto del Sol (Nuevo México), entre otros.
Ha sido incluido en las antologías Aguas del ciervo que canta (Habana, 1998); Poetas del mediodía (Las Tunas, 1998); Mar por medio (Galicia, 1998); Decimistas cubanos (Estados Unidos, 1999); Viajera intacta del sueño (Ed. José Martí, La Habana, 2001); Añorado encuentro (Ed. Letras Cubanas, 2000); Los parques (Cienfuegos, 2001); Antología de la poesía cósmica cubana. Tomo III. (México, Frente de Afirmación Hispanista, 2002) y en la Antología de la décima cósmica de Holguín (México, Frente de Afirmación Hispanista 2003).
(Datos tomados de Monografías.com:

sep
23
Añadido por Alexis Díaz Pimienta el 23 septiembre 2013 a las 6:48 pm
“Me gusta verme como un poeta incomprendido”


José Luis Serrano, una de las principales voces
de la poesía actual en Cuba


Por: Ronel González Sánchez

En el año 2012 las Ediciones Unión de la UNEAC, publicaron la antología Tráfico deinfluencias, del poeta José Luis Serrano Serrano, una de las voces más importantes en el concierto de la actual poesía cubana.

Muy conocido en el ámbito de la escritura métrica, desde la irrupción en 1995 con El mundo tiene la razón, Premio Cucalambé, el holguinero Serrano ha publicado, entre otros:Bufón de Dios(Premio Fiesta de la Joven Décima, Ediciones La Luz 1997 y 2012), Aneurisma(Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 1998, Editorial Capiro, 1999), Examen de fe(Premio Iberoamericano Cucalambé 2001, Editorial Sanlope, 2002), La resaca de todo lo sufrido(Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2002, Editorial Capiro, 2003) y El yo profundo(Editorial Letras Cubanas, 2005), libros indispensables para comprender los derroteros de la décima y el soneto en nuestro país.
Graduado de Ingeniería Electroenergéticaen el Instituto Superior Minero Metalúrgico de Moa (1995), Serrano posee la Distinción Por la Cultura Nacional,elEscudo de la Provincia de Holguín, la Medalla Abel Santamaría, además de haber sido reconocido como Hijo Destacado e Hijo Ilustre Adoptivo de la Ciudad de Holguín.

Hombre de las ciencias y de la poesía,José Luis Serrano Serrano nació el 2 de febrero de 1971 en Holguín y fue a vivir a Estancia Lejos, una apartada zona rural que pertenece a San Felipe de Uñas, actual municipio de Gibara, hasta que alcanzó la mayoría de edad. ¿Cómo y cuándo se produjo en usted la iniciación en la lectura? ¿De dónde proviene su relación con los libros?

Nunca podré olvidar aquel cofre maravilloso. Una caja de acopio repleta de libros. De allí salieron las mejores aventuras que haya vivido jamás. El rey de la montaña, El castillo de los Cárpatos, Tartarín de Tarascón, Jotavich, Robinson Crusoe, El llamado de la selva, La máscara de hierro… La Ilíada y la Odisea, no. La Edad de Oro, tampoco. A los nueve o diez años le hice comprar a mi padre los dos tomos del Quijote ilustrados por Moreira. Valían cinco pesos. Una suma considerable para la época. Adquirir esos ejemplares fue mi única precocidad. No pude con las aventuras del Ingenioso Hidalgo hasta pasado los veinte. Así que fui un lector promedio. Como cualquier otro niño de los 70. Cuando aquellos sí que se leía. Ahora es muy difícil encontrarse con niños que lean de verdad. Basta con darle un vistazo a la feria del libro. El espectáculo que nos ofrece el pabellón infantil es francamente aterrador. Una escuela primaria puede ser levantada en peso, con maestros y todo, para ser colocada delante de unos individuos que se hacen llamar presentadores y presentadoras de literatura para niños y niñas. Instalan unos micrófonos y unos altavoces en el pabellón infantil. Los muchachitos reciben su lección y a otra cosa mariposa. Tal vez haya que poner el asunto en manos de la sociología o de la paleontología, vaya usted a saber. Cuando me tocó ser niño no existían los videojuegos ni se había desarrollado tanto el cine de animación. En mi casa ni siquiera había electricidad. De modo que a mí no me quedó otra alternativa que volverme un voraz consumidor de palabras.

Junto a otros creadores de ímpetu versificador que, desde principios de la década del 70 del siglo XX, fueron aplicando sus transgresoras voluntades al hecho renovador de la décima en Cuba, usted arribó a mediados del decenio de los 90 con una peculiar manera de decir que le valió reconocimientos y recabó la mirada de creadores y periodistas. Violento y desenfadado en su elección de temas, abierto al espíritu de las ciencias, el humor y el morbo, perturbador a la hora de seleccionar rimas y construcciones del verso, fue consolidando un estilo que lo ha convertido en una de las voces más interesantes de la creación rimada en las primeras décadas del siglo XXI cubano. ¿Cómo fue su llegada a la literatura en una época mundial de franco desinterés hacia la opresiva segmentación estrófica?

En verdad nunca he pensado mucho en el asunto. No voy a venir ahora con que elegí la décima y el soneto por una posición de principios. Aunque, a la larga, me haya ido radicalizando. Lo que comenzó como un simple juego, poco a poco se ha convertido en un acto de fe. No entiendo muy bien lo de opresiva segmentación estrófica, pero trataré de explicarte por qué prefiero las formas clásicas, la “mecánica clásica”, como me gusta llamarle. Es cierto que en los tiempos que corren a muy pocos les interesa la literatura. Es muy reducido el grupo de los lectores de literatura. Hay una alta demanda de manuales de cocina, guías deportivas, textos de autoayuda y otros manjares hermosamente encuadernados. Sin embargo, lo que se dice literatura es materia de un círculo cada vez más estrecho. Dentro de esa pequeña ciudadela hay infinitos sectarismos y segregaciones. Los poetas, por ejemplo, son la estirpe menos visible, la menos atendida dentro de la ciudad letrada. Si a muy pocos les interesa la literatura, a casi nadie le importa la poesía. Y la cosa no termina ahí. Ese reducido infernáculo, que es el círculo de los poetas, se encuentra fragmentado en una multitud de infiernillos concéntricos. Escribir décimas o sonetos posee una estructura similar al suicidio. No obstante, yo asumí tal riesgo. Aposté por un tipo de escritura en crisis. Decidí establecerme en un territorio verbal muy dañado, muy erosionado, por el conservadurismo institucional y el laboreo inconsecuente de unos pocos. Percibí que en lo formal no había que dar ninguna batalla. La décima y el soneto son excelentes artefactos. Sus mecanismos son inmejorables. A principio de los noventas los poetas se empeñaban en actualizar la décima descoyuntándola, retorciéndola, añadiéndole o restándole sílabas o versos. Boberías. La verdadera guerra había que echarla con los contenidos y no con las formas. Por esos es que, como bien apuntas, introduzco tópicos relacionados con las ciencias, la enfermedad, la literatura, el alcohol, Dios. Nada de eso había entrado en la décima. En mi tercer libro, Examen de fe, comienzo a experimentar con rimas extrañas, esdrújulas principalmente, para sacarle de la cabeza al lector un poco de sinsontes y horizontes. Trato de cerrar a toda costa la grieta que separa la escritura métrica del verso libre. Porque querámoslo o no, hay una terrible fractura. Mis escritos se encuentran mucho más influidos por el verso libre y la narrativa contemporánea que por la llamada escritura silábica. Nada le debo al Cucalambé o Naborí, a Borges o Novás, a no ser el espacio de percepción deslindado por ellos. Los detractores del soneto y la décima tienen muy buenas razones para odiar estas estructuras. Hay muchos farsantes escondidos en el soneto y la décima. Desconfía de los que dicen “decimista, estrofismo, sonetario”. ¿Qué cosa es un sonetario? Un criadero de endecasílabos, supongo.

Ingeniero Eléctrico, graduado en el Instituto Superior Minero Metalúrgico de Moa, se desempeña como investigador de accidentes de trabajo mortales. ¿Exactamente en qué consiste su labor?

Un accidente de trabajo es un hecho repentino, relacionado causalmente con la actividad laboral, que ocasiona daños a la salud de un trabajador o su muerte. Así lo establece la Ley No. 13/77 de Protección e Higiene del Trabajo en su Artículo 8. Mi trabajo es determinar relaciones causales. Se me paga por encontrar los factores técnicos, organizativos y de conducta que condicionaron la muerte de un trabajador.

¿Ser poeta no es un “oficio” distante de su desempeño laboral?

En absoluto. No existe oficio alejado de lo poético, a no ser el de verdugo, torturador, dentista y otras ocupaciones afines. Me sorprende ver cómo algunos se lamentan de que Cavafis o Kafka fueran simples funcionarios públicos. De algo tenían que vivir. A lo mejor estos pináculos de la literatura mundial no hubieran aceptado que se les pagara por atender un taller literario en Alejandría o Praga. El poeta, el artista en sentido general, es un individuo común y corriente. Alguien que se ocupa de producir bienes intangibles en lugar de objetos. Así que deberíamos preocuparnos en tal caso de las ocupaciones pseudoculturales que, aunque dan cierta idea de proximidad con lo artístico, no son otra cosa que simples botellitas, sinecuras oficialmente establecidas. En mi trabajo hay tres cosas que parecen apartarme de la poesía: causalidad, legalidad y poder. Determino la causa, tipifico la infracción y denuncio al responsable. ¿Qué tiene que ver eso con lo que escribo? Mucho. En primer lugar soy un individuo un poco más consciente de la fragilidad humana. Fragilidad física y legal. Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza. Vallejo lo dijo de forma insuperable. Bueno, también hay que contar con aquella canción de Chico Buarque, Construcción. Las personas que mueren a consecuencia de accidentes del trabajo son gente que se levantan y besan a la mujer y los hijos sin la menor idea de que dentro de un par de horas van a caerse del andamio. No son ladrones ni suicidas. Son apacibles individuos que cumplen con su jornada laboral. Al mismo tiempo hay otros que abordan el trasporte obrero a las seis de la mañana y veinte minutos después son los encartados de un homicidio por imprudencia. En el centro de este berenjenal hay un poeta que debe esclarecer los hechos. Un poeta que está en la obligación de expresar. El obrero se cayó del andamio porque no tenía colocado el cinturón de seguridad. Su jefe directo le permitió laborar en condiciones inseguras. Me es imposible separar mi condición de poeta de mis responsabilidades como investigador de accidentes. La poesía impregna toda mi existencia. Lo cual no quiere decir que me comporte de una manera especial por el simple hecho de ser poeta. Los que así piensan tienen una imagen distorsionada del poeta, lo perciben como individuo que anda por las nubes, melancólico, extasiado, obstruido por la belleza. Debo decirte que hay muchos cerebros afectados por esta idea. Ven al poeta como un fabricador de belleza o, en el mejor de los casos, lo imaginan como alguien que es capaz de trasvasar emociones y sentimientos al texto impreso, algo que me parece una solemne estupidez. Ser un poeta me diferencia del rebaño en la medida que me vuelve una oveja más consciente de su ovejitud. El poeta es una criatura incrustada en la realidad. Confundir al poeta con el hacedor de versos es un error muy peligroso.

En el año 2004 se publicó La noche octosilábica, historia de la décima escrita en la provincia de Holguín entre 1862 y el 2003. En ese libro (p. 95) se lee lo siguiente:José Luis Serrano suele partir de una idea inicial, de un tema o en ocasiones de una palabra que le da el tono del poema. Posteriormente se dedica a “diseñar” la arquitectura del texto, mediante la búsqueda de palabras clave que pueden ser rimas o elementos internos que fortalecen la secreta armazón. Las rimas “de relleno” o “de remate” -como él las clasifica- distribuidas con mesura e inteligencia reforzarán en el lector la ilusión de encontrarse ante lo sorprendente. Finalmente, mediante la creación de atmósferas y el empleo de efectos lingüísticos, la décima o el conjunto de décimas, adquieren la forma de vasos comunicantes, de unidad indisoluble. Una vez concluido el texto, el poeta no destruye las estrofas que considera poco logradas, sino que trabaja obsesivamente sobre cada palabra hasta que logra un resultado convincente.¿Ha variado su método creativo? ¿Posee una estrategia otra para “agredir” la escritura de sonetos? Coméntenos.

Haber ofrecido aquella receta fue un error. Puede que el esquema que mencionas me funcionara por algún tiempo, pero hoy te daría otra fórmula y mañana quién sabe. Además, eso de rimas de relleno y de remate me parece espantoso. Así que prefiero no hablarte de la estrategia que me solicitas, aunque seguramente la poseo. Es mejor que te comente algunos principios generales a la hora de concebir un texto, un soneto, según me pides. Siempre tengo a mano un guión. Debo saber lo que va a ocurrir en el poema. Algo que no debe confundirse con la anécdota o sustrato vivencial, porque no trabajo con esos decorados. Antes de emprender la obra, tengo a la vista un croquis de la construcción. He anotado algunas rimas (no todas por supuesto), algunas frases (que no tienen que ser apotegmas ni mucho menos), tengo a mi disposición unas cuantas palabras, principalmente verbos y sustantivos, en fin unos cuantos objetos verbales que deben ingresar en el texto. A partir de ahí comienza la parte que más disfruto, establecer las conexiones, el cableado, que me permite relacionar los diversos componentes en función de que esa poderosa máquina de significar llamada soneto alcance una potencia máxima. El secreto que no te puedo revelar es cómo se logra armonizar una maquinaria tan compleja, sobre la cual actúan tan divergentes vectores. No sabría explicártelo. Hay una multitud de pequeños saberes, eso que llaman oficio. Por ejemplo, la distribución de las vocales en un verso es esencial. Ninguna preceptiva va a explicártelo con claridad, pero es un punto de crucial importancia para cualquier tipo de verso. He ahí el fracaso de las traducciones. No es lo mismo “rocks, moss, stonecrop, iron”que “rocas, musgo, habas silvestres, hierro”. Lo que en inglés resulta una férrea enumeración, en español suena a listado de productos del agro.Eliot era un maestro en construir versos perfectos, algo que pasan por alto sus traductores. Dylan Thomas llegó a decir aquella frase tremenda: “El sonido de las palabras es lo importante.” Sin embargo, a muchos poetas de ahora no les interesa que sus textos suenen bien. La poesía no tiene por qué sonar bien, me ripostan, sin comprender a ciencia cierta de qué coño les estoy hablando.

Trabajo obsesivamente con el lenguaje. Eso es muy cierto. No veo otra manera de conseguir un resultado de excelencia, porque de eso se trata, si no trabajas muy duro con las palabras. Muchos piensan que el poema se construye con ideas. Suponen que al plasmar unas cuantas ideas ya tienen el poema. Lo cual es equivalente a creerse que con una buena historia ya tienes una novela o un cuento. No está mal que las ideas germinen en el poema. Incluso lo anecdótico puede asomar su cabezota en el texto poético. Cuando leemos “Temblé una vez, -en la reja,/ a la entrada de la viña,-/ cuando la bárbara abeja/ picó en la frente a mi niña.”, estamos en presencia de una gran idea (el amor paterno) y sorprendemos el aguijonazo de lo anecdótico. Sin embargo, hay que ser un tonto para no percatarse de que el texto funciona por otras razones. Hay una sustancia que fluye por debajo o por encima de la trivial anécdota. Algo superior al significado actúa sobre nuestra percepción. Ahí, en ese territorio inexplicable, en esa zona de transición, es donde acontece la poesía.

Durante años lo hemos escuchado insistir una y otra vez en su relación recóndita con la poética de César Vallejo, y hasta pudiéramos afirmar que el peruano universal es para usted una presencia corporizada. ¿Qué puede haber del autor de Poemas humanos en la obra de un José Luis Serrano que con el tiempo ha derivado hacia una violentaciónpermanente del verso y de la expresión poética, aproximándose incluso a niveles que alguien pudiera definir como “de vulgarización contenidista”?

No estoy muy claro en lo de “vulgarización contenidista”, pero me halaga que encuentres cierta violencia en mis versos. Eso me aproximaría a César Vallejo, uno de mis héroes, al lado mismo de Antonio Maceo y Nikolái Lobachevski. De no haberle ocurrido un César Vallejo a nuestra lengua, de qué estaríamos hablando. Es una lástima que la mayoría de sus lectores se queden en la superficie. Muy pocos pasan de Los heraldos negros. Hay que leerse, además, sus escritos sobre poesía. Hay artículos suyos de sorprendente actualidad. Una de sus sentencias ha llegado a constituirse en la espina dorsal de mis ambiciones poéticas: “Lo que importa en un poema es el tono con que se dice una cosa y, secundariamente, lo que se dice.” Dime si no es una idea revolucionaria.

Una concepción, digamos más tradicional, ha defendido la poesía como un estado de gracia, un mecanismo expresivo de naturaleza casi mística que posee el ser humano para dar salida a emociones e ideas acerca del entorno cosmovisivo del poeta. ¿No cree que el hecho de que usted permanezca tan atento a la “construcción” de sus poemas métricos le reste espontaneidad y emoción a su obra?

Ese estado de gracia que mencionas es una superchería romántica. La poesía es un fenómeno natural. La misión del poeta es construir espacios para suscitar ese fenómeno. El poeta debe de fabricar zonas de significación. Últimamente he descubierto el agua tibia. He comprobado que al ser humano le resulta imposible la anulación del sentido. Le pones delante una mancha de tinta y de ahí extrae un significado. No me interesa, nunca me interesó, decir nada. Expresar nada. La escritura no es un instrumento de comunicación. La confusión la han provocado algunos buenos poetas que se han “expresado”, han proferido la anécdota, y el lenguaje les ha regalado poesía. No veo diferencias entre el modo de trabajar de un albañil, un carpintero y un poeta. Hay que adquirir determinado oficio. Hay saberes, secretos, arduamente aprendidos en cada caso. El albañil es responsable de levantar una pared y el carpintero de fabricar una cama. Que la pared resulte la de una cárcel o un hospital, que la cama se utilice para agonizar o hacer el amor, son contenidos que no están en las manos del albañil o el carpintero. De la misma forma, el poeta no es responsable de las emociones o afectos que los lectores viertan en sus estrofas. A lo más que puede aspirar el poeta es a elaborar receptáculos capaces de soportar determinadas intensidades. El poeta construye el poema y la poesía ocurre por añadidura.

¿Qué opinión le merecen los autores que más que poetas son armadores de constructos comunicativos y en su afán “infractor” derivan hacia una suerte de automatización deliberada y efectista?

Te he respondido en parte. La idea de la obra como máquina de significar es demasiado seductora para que la rechace. Lo que pasa es que andan por ahí algunos facinerosos. Un puñado de ventrílocuos que pretenden hacernos creer que sus esperpentos son seres vivos y racionales. Gente que quiere ser Henri Michaux sin exponerse a la mezcalina. Si derivan, como dices, hacia una automatización deliberada, allá ellos. Ya sabemos que en arte no funciona la producción en serie. En cuanto a lo de efectistas, no se qué decirte. Nunca he entendido bien el término. Muchas veces se utiliza peyorativa e injustamente. Yo mismo he sido tildado de efectista. Es verdad que se escribe mucha porquería disfrazada de neovanguardia, pero hay algo de valioso en esos conatos de novedad. Son un signo de que las cosas andan mal. Esos pobres diablos quieren un cambio. Exigen un cambio. Saben que la poesía cubana no aguanta más.

Usted ha dicho que la literatura y la creación poética son en su vida un añadido y no el vórtice de sus inquietudes. Sin embargo, se ha dedicado a idear un sistema poético incluyente de todo lo que escribe y ha escrito, examina minuciosamente la obra de algunos poetas y escritores, ha adquirido el hábito de anotar todo lo que le parece literaturizable, paladea las palabras, desentraña sus sentidos más hondos, juega con ellas, se regocija buscando rimas, creando resonancias lingüísticas, escamoteando malabares semánticos… ¿Cómo explica esa contradicción entre lo que afirma y la percepción que poseen otros de su actitud ante la creación? ¿No cree que quizás en algún momento iniciático usted asumía la literatura como un hobby y esas concepciones cambiaron radicalmente?

Comencé jugando, es cierto. Creo que esta es la mejor manera de comenzar algo, lo que sea. Estoy seguro de que no hay otra forma. Es una lástima que nos volvamos tan serios con el aprendizaje. El saber nos entristece. Cuando pasamos de la plastilina al mármol, en algún punto de ese lentísimo tránsito, se jode la cosa. El conocimiento nos vuelve patéticos. Reconozco que uno de mis trucos favoritos es el juego. Ver la literatura como un terrible y hermoso rompecabezas.

Después de haber percutido con pericia los filamentos exhaustos de las estrofas y de urdir incesantemente hebras de sonoridad en el faccioso ejercicio combinatorio de su escritura ¿No le parece que ya es hora de intentar adentrarse por otros senderos expresivos?

Podría responderte lo mismo que Fernando Botero. He invertido una vida en adquirir un estilo para venir, a estas alturas, a tirarlo todo por la borda y empezar de cero. Para lograr un buen libro de sonetos tienes que invertir tanto tiempo o más que el que necesitas para escribir una novela o un libro de ensayos. Nadie le pide al ensayista que escriba novelas ni al cuentista que escriba sonetos.

Hace algún tiempo estaba convencido de que debía parar. Está bueno ya de sonetos. Décimas hace diez años que no escribo. Aunque casi todo el mundo me sigue viendo como decimista en activo servicio, la verdad es que soy un veterano del octosílabo que lleva siete años tratando de terminar su segundo libro de sonetos.

Como todo creador, a lo largo de su trayectoria artística usted ha recibido influencias provenientes de distintas zonas de la cultura. ¿Cree que el descubrimiento de autores como Charles Bukowski, Joseph Beuys y Roberto Bolaño influyeron en las concepciones estéticas y en la personalidad del poeta, que de algún modo se comporta como un “excéntrico” o como uno de los tantos “poetas malditos” de la historia?

Mencionas a tres grandes artistas. Es cierto que me he fijado mucho en sus maneras de abordar la realidad. El interés de Bukowski por lo sórdido, lo ridículo, lo morboso, ver como hace ingresar estos materiales en su escritura, es algo que me ha motivado, sin dudas. Bolaño es un monstruo de otra estirpe. Me ha influido su modo de asumir la literatura como un juego. Es un tipo que logra lo imposible, hay que ver cómo utiliza el fetiche nazi, por ejemplo. A Joseph Beuys le debo una de las definiciones más sorprendentes que haya escuchado jamás: “La belleza es el esplendor de lo verdadero.” Ahora bien, de ahí a que estos individuos hayan influido en mi personalidad, en mi comportamiento, hay muchos años luz.

Usted perteneció a la presidencia nacional de la Asociación de jóvenes escritores y artistas cubanos Hermanos Saiz (AHS) desde la que ha podido calibrar el panorama artístico insular e intervenir en importantes tomas de decisiones ¿Cómo ha incidido esa responsabilidad en su visión de la cultura y su profesionalidad?

Durante seis años estuve en la Dirección Nacional de la AHS. Todos los meses nos reuníamos, casi siempre en La Habana, lo cual puede sonar bonito, pero realmente llega a ser muy extenuante. Fueron, sin embargo, años muy provechosos. Logré entender muchas cosas. Participé, como bien dices, en la toma de algunas decisiones fundamentales. Luego de esta experiencia tengo una claridad mayor sobre nuestros procesos culturales. Puedo discernir mejor sobre los errores y aciertos en materia cultural. Los creadores, en general, se encuentran muy desinformados en materia de políticas culturales. Algo que es inconcebible, puesto que se supone que deben conocer perfectamente el terreno que pisan. Entonces te los encuentras en un congreso suplicando o, en el mejor de los casos, exigiendo un par de maracas, una libra de clavos, un tóner, un pasaporte, una semana en Varadero. Cualquier cosa piden, en lugar de dar las batallas que hay que dar.

Publicó su primer libro de décimas en 1996, el segundo, que es amplificación del primero, en 1997; el tercero en 1999, y en el camino comenzó a concebir la idea de una trilogía en la que el punto climático sería Examen de fe, un significativo libro de décimas publicado en el 2002. Más adelante dio a conocer El yo profundo, un contundente sonetario. Luego, unido a sus inquietudes como ingeniero y a sus inclinaciones científicas y culturales, comenzó a percibir la imagen de su obra como un ciclo que ha nombrado Mecánica clásica, y para lograrlo se dedicó a retomar textos éditos e inéditos para darle forma a la megaobra. ¿Cómo ha operado en el J.L. Serrano de ahora ese inusual y caprichoso proceso al que le llama “remasterización” y que puede sugerir al lector un personal encontronazo con los límites de la creación o, si se nos permite un lugar común, una especie de callejón sin salida poético?

Lo que llamas la megaobra es solamente una suma poética. Mecánica Clásica reúne mis cinco primeros libros: Bufón de Dios, Aneurisma, Examen de fe, Resaca y El yo profundo. En el año 2006 hice la primera tentativa de acoplamiento, conformé la pentalogía y ahí mismo comencé a realizar Geometría de Lobachevski. Digo realizar y no escribir, porque es un proceso donde lo menos que hago es escribir. La mayor parte del tiempo la dedico a juntar información, investigar procedimientos, realizar cálculos. En apenas un año ya había hecho todo el movimiento de tierra y la cimentación, había fundido las columnas principales del libro. En mayo de 2009 ya tenía en mis manos la primera versión. Es entonces que se me ocurre ensamblarlo con Mecánica Clásica. Algo que parecía muy simple resultó tremendamente complicado. El libro inédito y los ya publicados resultaban incompatibles. Para Geometría de Lobachevski había tenido que inventarme una nueva caja de herramientas. Mi tecnología poética había dado un salto con este libro. Muchas de las soluciones ofrecidas en mis libros anteriores quedaron de repente obsoletas. Comencé a detectar incoherencias, fallas estructurales que comprometían la estabilidad del conjunto. Así que me vi conminado a remasterizar, ecualizar si lo prefieres, toda mi discografía. Fue un proceso muy arduo, pero el resultado me hace feliz.

Desde el título mismo de su último libro publicado, Tráfico de influencias(Ediciones Unión, 2012), hace una abierta declaración intertextual y lúdicra que conecta su obra con la archicitada La angustia de las influenciasde Harold Bloom, las nociones de la “cámara de ecos” y “el grado cero de la escritura” de Roland Barthes, a la vez que establece nexos con el Joyce del Ulysses, elT.S. Eliot de La tierra baldía, los Cantosde Ezra Pound, por sólo citar algunos ilustres ejemplos foráneos, y con el Gastón Baquero de las “Palabras escritas en la arena por un inocente”, el Raúl Hernández Novás de “Sobre el nido del Cuco” (y casi toda su obra). ¿No le parece excesivo construir su poética como anchurosa y devorante marmita para el añadido permanente de reverberaciones?

Ahí lo tienes. No hago más que poner la palabra “influencias” y de inmediato la conectas con Harold Bloom. ¿No resultaba más sencillo pensar en la figura delictiva designada por el término? ¿Por qué escogiste “angustia de las influencias” en lugar de “aprovechamiento indebido deinformaciones obtenidas en el desempeño de un cargo público”? En lugar de una lectura literal, la que haría el común de los mortales, has efectuado una alambicada interpretación literaria. Why should I mourn the vanished power of the usual reign?Becauseno podemos escapar de las reverberaciones. Siempre habrá concomitancias más o menos evidentes. La intertextualidad, la interdiscursividad, o como quieran llamarle, es un asunto tan viejo como el pan nuestro de cada día. ¿Acaso no es intertextual Lope de Vega cuando imita los sonetos de Fray Luis de León? Vamos a dejar a los científicos con ese embrollo de los textos y los contextos. Otras deben de ser nuestras preocupaciones. Una marmita anchurosa y devorante… No logro adaptarme a tu metáfora gastronómica, pero creo entenderte.

¿Qué es Geometría de Lobachevski y qué representa en la obra de J.L. Serrano?

El lobo, así le llamo cariñosamente, es un libro de madurez. Me siento muy seguro de todas las cosas que en él ocurren. Su escritura ha sido lenta y minuciosa, como los círculos del lobo alrededor de su presa. Hay en Geometría de Lobachevski una ambición enorme. Estoy claro de que no se puede avanzar mucho más en esa dirección. Como experiencia literaria el lobo es todavía una especie de work in progress. Es un sistema cuya entropía se encuentra aún muy lejos del cero absoluto. Me divierto mucho introduciendo pequeños cambios que producen grandes perturbaciones en el sistema. Es un libro donde hay mucha emoción, mucha ternura, mucha belleza. Solo que estos ingredientes no ingresan en el texto de la manera convencional. Geometría… funciona como una base de datos. El soneto es el soporte elegido para almacenar todo un cúmulo de informaciones que el lector puede utilizar a su antojo. El libre albedrío y la capacidad dialógica del lector son la piedra de toque. El éxito de este libro se cifra en sus lectores.

Con seguridad usted pertenece a un grupo de persistentes creadores que aún cuando los discursos se desplazan, las normas y nociones estéticas cambian, los intereses creacionales se alejan a grandes saltos de la composición monolítica y clausurada de la formas poéticas, continúa insistiendo en descoyuntar métricas, revertir sentidos y remitir sus “desbordes” a certámenes literarios que desdichadamente se han transformado en maleables torneos contemporáneos, como si constantemente empujara un ariete de barro contra infranqueables muros. ¿Cómo soporta batallar con el ejército en contra?

Es que el ejército siempre va a estar en contra. El poeta, como el salmón, tiene que remontar la corriente para depositar sus huevos en lugar seguro. Los premios, los aplausos, las palmadas en el hombro son agradables y hasta necesarios. Vivir pendientes de la migaja de calor, el sorbo de afecto, el bocado de reconocimiento es lo que resulta nocivo y triste. Pero, vayamos al grano. Si colijo bien, te interesas en mis avatares concursísticos. Todos los años (desde 2009) envío el mismo libro al mismo certamen literario. ¿Cuál es el problema? Bueno sí, hay un problema. Año tras año enmiendo el libro, lo rectifico, lo amplío, lo reorganizo, hasta el título le cambio. Soy obsesivo y laborioso. De modo que cada veredicto en contra hace que el libro se aleje más y más de lo que fue en su primera versión. ¿Es esto bueno o malo? Año tras año el libro es leído o al menos abierto o introducido en una caja o depositado al pie de la cama o qué se yo, ignorado, por los miembros de un prestigioso jurado. ¿Es humillante esto para el autor? ¿Es irrespetuoso que no se nos acabe de conceder el premio de una vez? Depende de cómo lo mires. Si eres de los que se pican las venas cada vez que se entera que es otro el vencedor, no te recomiendo enviar a ningún certamen dentro o fuera del país. Sí eres de los que concuerdan en que los concursos son un mal necesario, una ruleta rusa si confías en que el próximo golpe de dados puede abolir el azar, entonces, bienvenido al club de los poetas muertos. El hecho de perder no me afecta. Megusta verme como un poeta incomprendido.

¿Piensa J. L. Serrano que sea posible un agotamiento de la escritura amorfa, un retorno a la sonoridad primigenia de la poesía y, por consiguiente, a los mecanismos aceitados del estrofismo? ¿Por qué?

Eso de escritura amorfa no me gusta, me parece un término despectivo e impreciso. Por otra parte, si el realce del rimar y el escandir depende de un agotamiento de su supuesto rival, poco mérito tendría. En cuanto a retornar a eso que llamas sonoridad primigenia, me parece una utopía innecesaria y perniciosa. Los paraísos perdidos son irrecuperables. Con el colapso del modernismo se fueron a bolina las formas clásicas. Lo que ocurrió es mucho más simple de lo que algunos eruditos suponen. Las estrofas dejaron de interesar por razones obvias. Hubo un cambio de paradigma. De buenas a primeras se les vació el discurso a los modernistas. Ellos no tuvieron ninguna culpa. La historia les torció el cuello a sus blanquísimos cisnes. Se quedaron sin argumentos. Esto provocó una profunda crisis de conciencia. Las importantes victorias del modernismo fueron rápidamente olvidadas. Sus programas estéticos se redujeron y desfiguraron hasta lo incomprensible. De manera que, salvo contadas excepciones, la mayoría de los sobrevivientes migró hacia el verso libre. Era más seguro caminar por terrenos que los modernistas no hubiesen transitado. Siguieron escribiéndose décimas y sonetos, pero las cabezas más claras habían desertado de la métrica y la rima. Comenzó entonces un proceso terrible. Un fenómeno que no se ha estudiado en absoluto. Los cerebros más torpes decidieron establecer focos de resistencia. Aquella plebe se apoderó de los palacios y templos abandonados. Destrozaron espejos y cortinajes. Fundaron partidos y elaboraron plataformas programáticas. En fin, cuando creemos defender la décima, cuando suponemos que le prestamos un excelente servicio al soneto, muchas veces estamos alimentando la poca credibilidad de unos plebeyos que nada tienen que ver con la poesía. El vacío de poder dejado por los modernistas explica la tremenda degradación ocurrida. Los detractores de las formas clásicas no están muy lejos de la verdad. Cuando se funda un club de defensores de la décima, hacemos muy mal en pertenecer a ese club. Algunos confunden resucitar con desenterrar. Ocurrirá, ya está ocurriendo, un gran avivamiento dentro de la mecánica clásica. El soneto y la décima son máquinas muy eficientes. Lo que hace falta son hombres dispuestos a alimentarlas y vigilar su funcionamiento.

El verso libre es cosa del siglo XX. En el siglo pasado no era posible expresarse de otra manera. El siglo XXI reclama formas que sean capaces de soportar su velocidad. La desmesurada velocidad, la fragmentación de los discursos, el caos del siglo XXI, solo puede ser soportado por estructuras cerradas. Hay en el soneto o la décima una libertad, una flexibilidad que no conoce el verso libre. Lo que pasa es que el sentido común nos ha jugado una mala pasada. Hemos incurrido en un grave error al aceptar la paradoja de la cárcel de aire puro. No se acaba de comprender que toda escritura implica cierto grado de confinamiento. Las formas siempre son estructuras carcelarias. Es imposible evadir determinadas leyes. La gravitación universal es mi ejemplo favorito. ¿Alguien puede sustraerse a sus efectos? 


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SOBRE JOSÉ LUIS SERRANO

José Luis Serrano Serrano nació en Estancia Lejos, San Felipe de Uñas, Holguín el 2 de febrero de 1971. 

En 1994 escribió a dos manos con Ronel González El mundo tiene la razón, y recibió el Premio Nacional Cucalambé en 1995 Ese mismo año recibió el Premio “Buscando Nuevas Voces de la Poesía Holguinera.” y en 1996 el Premio en décima en el XX Encuentro-Debate Nacional de Talleres Literarios celebrado en Sancti Spíritus; también en 1996 su cuaderno Bufón de Dios recibió el Premio del Concurso “Fiesta de la Joven Décima”, en Holguín y el Premio Especial de la Asociación Hermanos Saiz en el Concurso Nacional “Décima Joven de Cuba“. En 1998 con su libro Aneurisma conquistó el Premio Nacional de Décima “Fundación de la Ciudad de Santa Clara”

En el 2000 obtuvo Mención en décima en la primera edición iberoamericana del Premio Cucalambé y, en el 2001, con su título Examen de fe, recibió el importante galardón. En julio del 2002 obtuvo nuevamente el Premio “Fundación de la Ciudad de Santa Clara” con su libro La resaca de todo lo sufrido, coescrito con Ronel González.
Textos suyos han aparecido en las revistas y periódicos Dos Mundos, Bohemia, Trabajadores, Juventud Rebelde, El Caimán Barbudo, Carta Lírica (Estados Unidos), Ámbito, Diéresis, Puerto del Sol (Nuevo México), entre otros.
Ha sido incluido en las antologías Aguas del ciervo que canta (Habana, 1998); Poetas del mediodía (Las Tunas, 1998); Mar por medio (Galicia, 1998); Decimistas cubanos (Estados Unidos, 1999); Viajera intacta del sueño (Ed. José Martí, La Habana, 2001); Añorado encuentro (Ed. Letras Cubanas, 2000); Los parques (Cienfuegos, 2001); Antología de la poesía cósmica cubana. Tomo III. (México, Frente de Afirmación Hispanista, 2002) y en la Antología de la décima cósmica de Holguín (México, Frente de Afirmación Hispanista 2003).
(Datos tomados de Monografías.com:

sep
23
Añadido por Alexis Díaz Pimienta el 23 septiembre 2013 a las 6:48 pm
“Me gusta verme como un poeta incomprendido”


José Luis Serrano, una de las principales voces
de la poesía actual en Cuba


Por: Ronel González Sánchez

En el año 2012 las Ediciones Unión de la UNEAC, publicaron la antología Tráfico deinfluencias, del poeta José Luis Serrano Serrano, una de las voces más importantes en el concierto de la actual poesía cubana.

Muy conocido en el ámbito de la escritura métrica, desde la irrupción en 1995 con El mundo tiene la razón, Premio Cucalambé, el holguinero Serrano ha publicado, entre otros:Bufón de Dios(Premio Fiesta de la Joven Décima, Ediciones La Luz 1997 y 2012), Aneurisma(Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 1998, Editorial Capiro, 1999), Examen de fe(Premio Iberoamericano Cucalambé 2001, Editorial Sanlope, 2002), La resaca de todo lo sufrido(Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2002, Editorial Capiro, 2003) y El yo profundo(Editorial Letras Cubanas, 2005), libros indispensables para comprender los derroteros de la décima y el soneto en nuestro país.
Graduado de Ingeniería Electroenergéticaen el Instituto Superior Minero Metalúrgico de Moa (1995), Serrano posee la Distinción Por la Cultura Nacional,elEscudo de la Provincia de Holguín, la Medalla Abel Santamaría, además de haber sido reconocido como Hijo Destacado e Hijo Ilustre Adoptivo de la Ciudad de Holguín.

Hombre de las ciencias y de la poesía,José Luis Serrano Serrano nació el 2 de febrero de 1971 en Holguín y fue a vivir a Estancia Lejos, una apartada zona rural que pertenece a San Felipe de Uñas, actual municipio de Gibara, hasta que alcanzó la mayoría de edad. ¿Cómo y cuándo se produjo en usted la iniciación en la lectura? ¿De dónde proviene su relación con los libros?

Nunca podré olvidar aquel cofre maravilloso. Una caja de acopio repleta de libros. De allí salieron las mejores aventuras que haya vivido jamás. El rey de la montaña, El castillo de los Cárpatos, Tartarín de Tarascón, Jotavich, Robinson Crusoe, El llamado de la selva, La máscara de hierro… La Ilíada y la Odisea, no. La Edad de Oro, tampoco. A los nueve o diez años le hice comprar a mi padre los dos tomos del Quijote ilustrados por Moreira. Valían cinco pesos. Una suma considerable para la época. Adquirir esos ejemplares fue mi única precocidad. No pude con las aventuras del Ingenioso Hidalgo hasta pasado los veinte. Así que fui un lector promedio. Como cualquier otro niño de los 70. Cuando aquellos sí que se leía. Ahora es muy difícil encontrarse con niños que lean de verdad. Basta con darle un vistazo a la feria del libro. El espectáculo que nos ofrece el pabellón infantil es francamente aterrador. Una escuela primaria puede ser levantada en peso, con maestros y todo, para ser colocada delante de unos individuos que se hacen llamar presentadores y presentadoras de literatura para niños y niñas. Instalan unos micrófonos y unos altavoces en el pabellón infantil. Los muchachitos reciben su lección y a otra cosa mariposa. Tal vez haya que poner el asunto en manos de la sociología o de la paleontología, vaya usted a saber. Cuando me tocó ser niño no existían los videojuegos ni se había desarrollado tanto el cine de animación. En mi casa ni siquiera había electricidad. De modo que a mí no me quedó otra alternativa que volverme un voraz consumidor de palabras.

Junto a otros creadores de ímpetu versificador que, desde principios de la década del 70 del siglo XX, fueron aplicando sus transgresoras voluntades al hecho renovador de la décima en Cuba, usted arribó a mediados del decenio de los 90 con una peculiar manera de decir que le valió reconocimientos y recabó la mirada de creadores y periodistas. Violento y desenfadado en su elección de temas, abierto al espíritu de las ciencias, el humor y el morbo, perturbador a la hora de seleccionar rimas y construcciones del verso, fue consolidando un estilo que lo ha convertido en una de las voces más interesantes de la creación rimada en las primeras décadas del siglo XXI cubano. ¿Cómo fue su llegada a la literatura en una época mundial de franco desinterés hacia la opresiva segmentación estrófica?

En verdad nunca he pensado mucho en el asunto. No voy a venir ahora con que elegí la décima y el soneto por una posición de principios. Aunque, a la larga, me haya ido radicalizando. Lo que comenzó como un simple juego, poco a poco se ha convertido en un acto de fe. No entiendo muy bien lo de opresiva segmentación estrófica, pero trataré de explicarte por qué prefiero las formas clásicas, la “mecánica clásica”, como me gusta llamarle. Es cierto que en los tiempos que corren a muy pocos les interesa la literatura. Es muy reducido el grupo de los lectores de literatura. Hay una alta demanda de manuales de cocina, guías deportivas, textos de autoayuda y otros manjares hermosamente encuadernados. Sin embargo, lo que se dice literatura es materia de un círculo cada vez más estrecho. Dentro de esa pequeña ciudadela hay infinitos sectarismos y segregaciones. Los poetas, por ejemplo, son la estirpe menos visible, la menos atendida dentro de la ciudad letrada. Si a muy pocos les interesa la literatura, a casi nadie le importa la poesía. Y la cosa no termina ahí. Ese reducido infernáculo, que es el círculo de los poetas, se encuentra fragmentado en una multitud de infiernillos concéntricos. Escribir décimas o sonetos posee una estructura similar al suicidio. No obstante, yo asumí tal riesgo. Aposté por un tipo de escritura en crisis. Decidí establecerme en un territorio verbal muy dañado, muy erosionado, por el conservadurismo institucional y el laboreo inconsecuente de unos pocos. Percibí que en lo formal no había que dar ninguna batalla. La décima y el soneto son excelentes artefactos. Sus mecanismos son inmejorables. A principio de los noventas los poetas se empeñaban en actualizar la décima descoyuntándola, retorciéndola, añadiéndole o restándole sílabas o versos. Boberías. La verdadera guerra había que echarla con los contenidos y no con las formas. Por esos es que, como bien apuntas, introduzco tópicos relacionados con las ciencias, la enfermedad, la literatura, el alcohol, Dios. Nada de eso había entrado en la décima. En mi tercer libro, Examen de fe, comienzo a experimentar con rimas extrañas, esdrújulas principalmente, para sacarle de la cabeza al lector un poco de sinsontes y horizontes. Trato de cerrar a toda costa la grieta que separa la escritura métrica del verso libre. Porque querámoslo o no, hay una terrible fractura. Mis escritos se encuentran mucho más influidos por el verso libre y la narrativa contemporánea que por la llamada escritura silábica. Nada le debo al Cucalambé o Naborí, a Borges o Novás, a no ser el espacio de percepción deslindado por ellos. Los detractores del soneto y la décima tienen muy buenas razones para odiar estas estructuras. Hay muchos farsantes escondidos en el soneto y la décima. Desconfía de los que dicen “decimista, estrofismo, sonetario”. ¿Qué cosa es un sonetario? Un criadero de endecasílabos, supongo.

Ingeniero Eléctrico, graduado en el Instituto Superior Minero Metalúrgico de Moa, se desempeña como investigador de accidentes de trabajo mortales. ¿Exactamente en qué consiste su labor?

Un accidente de trabajo es un hecho repentino, relacionado causalmente con la actividad laboral, que ocasiona daños a la salud de un trabajador o su muerte. Así lo establece la Ley No. 13/77 de Protección e Higiene del Trabajo en su Artículo 8. Mi trabajo es determinar relaciones causales. Se me paga por encontrar los factores técnicos, organizativos y de conducta que condicionaron la muerte de un trabajador.

¿Ser poeta no es un “oficio” distante de su desempeño laboral?

En absoluto. No existe oficio alejado de lo poético, a no ser el de verdugo, torturador, dentista y otras ocupaciones afines. Me sorprende ver cómo algunos se lamentan de que Cavafis o Kafka fueran simples funcionarios públicos. De algo tenían que vivir. A lo mejor estos pináculos de la literatura mundial no hubieran aceptado que se les pagara por atender un taller literario en Alejandría o Praga. El poeta, el artista en sentido general, es un individuo común y corriente. Alguien que se ocupa de producir bienes intangibles en lugar de objetos. Así que deberíamos preocuparnos en tal caso de las ocupaciones pseudoculturales que, aunque dan cierta idea de proximidad con lo artístico, no son otra cosa que simples botellitas, sinecuras oficialmente establecidas. En mi trabajo hay tres cosas que parecen apartarme de la poesía: causalidad, legalidad y poder. Determino la causa, tipifico la infracción y denuncio al responsable. ¿Qué tiene que ver eso con lo que escribo? Mucho. En primer lugar soy un individuo un poco más consciente de la fragilidad humana. Fragilidad física y legal. Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza. Vallejo lo dijo de forma insuperable. Bueno, también hay que contar con aquella canción de Chico Buarque, Construcción. Las personas que mueren a consecuencia de accidentes del trabajo son gente que se levantan y besan a la mujer y los hijos sin la menor idea de que dentro de un par de horas van a caerse del andamio. No son ladrones ni suicidas. Son apacibles individuos que cumplen con su jornada laboral. Al mismo tiempo hay otros que abordan el trasporte obrero a las seis de la mañana y veinte minutos después son los encartados de un homicidio por imprudencia. En el centro de este berenjenal hay un poeta que debe esclarecer los hechos. Un poeta que está en la obligación de expresar. El obrero se cayó del andamio porque no tenía colocado el cinturón de seguridad. Su jefe directo le permitió laborar en condiciones inseguras. Me es imposible separar mi condición de poeta de mis responsabilidades como investigador de accidentes. La poesía impregna toda mi existencia. Lo cual no quiere decir que me comporte de una manera especial por el simple hecho de ser poeta. Los que así piensan tienen una imagen distorsionada del poeta, lo perciben como individuo que anda por las nubes, melancólico, extasiado, obstruido por la belleza. Debo decirte que hay muchos cerebros afectados por esta idea. Ven al poeta como un fabricador de belleza o, en el mejor de los casos, lo imaginan como alguien que es capaz de trasvasar emociones y sentimientos al texto impreso, algo que me parece una solemne estupidez. Ser un poeta me diferencia del rebaño en la medida que me vuelve una oveja más consciente de su ovejitud. El poeta es una criatura incrustada en la realidad. Confundir al poeta con el hacedor de versos es un error muy peligroso.

En el año 2004 se publicó La noche octosilábica, historia de la décima escrita en la provincia de Holguín entre 1862 y el 2003. En ese libro (p. 95) se lee lo siguiente:José Luis Serrano suele partir de una idea inicial, de un tema o en ocasiones de una palabra que le da el tono del poema. Posteriormente se dedica a “diseñar” la arquitectura del texto, mediante la búsqueda de palabras clave que pueden ser rimas o elementos internos que fortalecen la secreta armazón. Las rimas “de relleno” o “de remate” -como él las clasifica- distribuidas con mesura e inteligencia reforzarán en el lector la ilusión de encontrarse ante lo sorprendente. Finalmente, mediante la creación de atmósferas y el empleo de efectos lingüísticos, la décima o el conjunto de décimas, adquieren la forma de vasos comunicantes, de unidad indisoluble. Una vez concluido el texto, el poeta no destruye las estrofas que considera poco logradas, sino que trabaja obsesivamente sobre cada palabra hasta que logra un resultado convincente.¿Ha variado su método creativo? ¿Posee una estrategia otra para “agredir” la escritura de sonetos? Coméntenos.

Haber ofrecido aquella receta fue un error. Puede que el esquema que mencionas me funcionara por algún tiempo, pero hoy te daría otra fórmula y mañana quién sabe. Además, eso de rimas de relleno y de remate me parece espantoso. Así que prefiero no hablarte de la estrategia que me solicitas, aunque seguramente la poseo. Es mejor que te comente algunos principios generales a la hora de concebir un texto, un soneto, según me pides. Siempre tengo a mano un guión. Debo saber lo que va a ocurrir en el poema. Algo que no debe confundirse con la anécdota o sustrato vivencial, porque no trabajo con esos decorados. Antes de emprender la obra, tengo a la vista un croquis de la construcción. He anotado algunas rimas (no todas por supuesto), algunas frases (que no tienen que ser apotegmas ni mucho menos), tengo a mi disposición unas cuantas palabras, principalmente verbos y sustantivos, en fin unos cuantos objetos verbales que deben ingresar en el texto. A partir de ahí comienza la parte que más disfruto, establecer las conexiones, el cableado, que me permite relacionar los diversos componentes en función de que esa poderosa máquina de significar llamada soneto alcance una potencia máxima. El secreto que no te puedo revelar es cómo se logra armonizar una maquinaria tan compleja, sobre la cual actúan tan divergentes vectores. No sabría explicártelo. Hay una multitud de pequeños saberes, eso que llaman oficio. Por ejemplo, la distribución de las vocales en un verso es esencial. Ninguna preceptiva va a explicártelo con claridad, pero es un punto de crucial importancia para cualquier tipo de verso. He ahí el fracaso de las traducciones. No es lo mismo “rocks, moss, stonecrop, iron”que “rocas, musgo, habas silvestres, hierro”. Lo que en inglés resulta una férrea enumeración, en español suena a listado de productos del agro.Eliot era un maestro en construir versos perfectos, algo que pasan por alto sus traductores. Dylan Thomas llegó a decir aquella frase tremenda: “El sonido de las palabras es lo importante.” Sin embargo, a muchos poetas de ahora no les interesa que sus textos suenen bien. La poesía no tiene por qué sonar bien, me ripostan, sin comprender a ciencia cierta de qué coño les estoy hablando.

Trabajo obsesivamente con el lenguaje. Eso es muy cierto. No veo otra manera de conseguir un resultado de excelencia, porque de eso se trata, si no trabajas muy duro con las palabras. Muchos piensan que el poema se construye con ideas. Suponen que al plasmar unas cuantas ideas ya tienen el poema. Lo cual es equivalente a creerse que con una buena historia ya tienes una novela o un cuento. No está mal que las ideas germinen en el poema. Incluso lo anecdótico puede asomar su cabezota en el texto poético. Cuando leemos “Temblé una vez, -en la reja,/ a la entrada de la viña,-/ cuando la bárbara abeja/ picó en la frente a mi niña.”, estamos en presencia de una gran idea (el amor paterno) y sorprendemos el aguijonazo de lo anecdótico. Sin embargo, hay que ser un tonto para no percatarse de que el texto funciona por otras razones. Hay una sustancia que fluye por debajo o por encima de la trivial anécdota. Algo superior al significado actúa sobre nuestra percepción. Ahí, en ese territorio inexplicable, en esa zona de transición, es donde acontece la poesía.

Durante años lo hemos escuchado insistir una y otra vez en su relación recóndita con la poética de César Vallejo, y hasta pudiéramos afirmar que el peruano universal es para usted una presencia corporizada. ¿Qué puede haber del autor de Poemas humanos en la obra de un José Luis Serrano que con el tiempo ha derivado hacia una violentaciónpermanente del verso y de la expresión poética, aproximándose incluso a niveles que alguien pudiera definir como “de vulgarización contenidista”?

No estoy muy claro en lo de “vulgarización contenidista”, pero me halaga que encuentres cierta violencia en mis versos. Eso me aproximaría a César Vallejo, uno de mis héroes, al lado mismo de Antonio Maceo y Nikolái Lobachevski. De no haberle ocurrido un César Vallejo a nuestra lengua, de qué estaríamos hablando. Es una lástima que la mayoría de sus lectores se queden en la superficie. Muy pocos pasan de Los heraldos negros. Hay que leerse, además, sus escritos sobre poesía. Hay artículos suyos de sorprendente actualidad. Una de sus sentencias ha llegado a constituirse en la espina dorsal de mis ambiciones poéticas: “Lo que importa en un poema es el tono con que se dice una cosa y, secundariamente, lo que se dice.” Dime si no es una idea revolucionaria.

Una concepción, digamos más tradicional, ha defendido la poesía como un estado de gracia, un mecanismo expresivo de naturaleza casi mística que posee el ser humano para dar salida a emociones e ideas acerca del entorno cosmovisivo del poeta. ¿No cree que el hecho de que usted permanezca tan atento a la “construcción” de sus poemas métricos le reste espontaneidad y emoción a su obra?

Ese estado de gracia que mencionas es una superchería romántica. La poesía es un fenómeno natural. La misión del poeta es construir espacios para suscitar ese fenómeno. El poeta debe de fabricar zonas de significación. Últimamente he descubierto el agua tibia. He comprobado que al ser humano le resulta imposible la anulación del sentido. Le pones delante una mancha de tinta y de ahí extrae un significado. No me interesa, nunca me interesó, decir nada. Expresar nada. La escritura no es un instrumento de comunicación. La confusión la han provocado algunos buenos poetas que se han “expresado”, han proferido la anécdota, y el lenguaje les ha regalado poesía. No veo diferencias entre el modo de trabajar de un albañil, un carpintero y un poeta. Hay que adquirir determinado oficio. Hay saberes, secretos, arduamente aprendidos en cada caso. El albañil es responsable de levantar una pared y el carpintero de fabricar una cama. Que la pared resulte la de una cárcel o un hospital, que la cama se utilice para agonizar o hacer el amor, son contenidos que no están en las manos del albañil o el carpintero. De la misma forma, el poeta no es responsable de las emociones o afectos que los lectores viertan en sus estrofas. A lo más que puede aspirar el poeta es a elaborar receptáculos capaces de soportar determinadas intensidades. El poeta construye el poema y la poesía ocurre por añadidura.

¿Qué opinión le merecen los autores que más que poetas son armadores de constructos comunicativos y en su afán “infractor” derivan hacia una suerte de automatización deliberada y efectista?

Te he respondido en parte. La idea de la obra como máquina de significar es demasiado seductora para que la rechace. Lo que pasa es que andan por ahí algunos facinerosos. Un puñado de ventrílocuos que pretenden hacernos creer que sus esperpentos son seres vivos y racionales. Gente que quiere ser Henri Michaux sin exponerse a la mezcalina. Si derivan, como dices, hacia una automatización deliberada, allá ellos. Ya sabemos que en arte no funciona la producción en serie. En cuanto a lo de efectistas, no se qué decirte. Nunca he entendido bien el término. Muchas veces se utiliza peyorativa e injustamente. Yo mismo he sido tildado de efectista. Es verdad que se escribe mucha porquería disfrazada de neovanguardia, pero hay algo de valioso en esos conatos de novedad. Son un signo de que las cosas andan mal. Esos pobres diablos quieren un cambio. Exigen un cambio. Saben que la poesía cubana no aguanta más.

Usted ha dicho que la literatura y la creación poética son en su vida un añadido y no el vórtice de sus inquietudes. Sin embargo, se ha dedicado a idear un sistema poético incluyente de todo lo que escribe y ha escrito, examina minuciosamente la obra de algunos poetas y escritores, ha adquirido el hábito de anotar todo lo que le parece literaturizable, paladea las palabras, desentraña sus sentidos más hondos, juega con ellas, se regocija buscando rimas, creando resonancias lingüísticas, escamoteando malabares semánticos… ¿Cómo explica esa contradicción entre lo que afirma y la percepción que poseen otros de su actitud ante la creación? ¿No cree que quizás en algún momento iniciático usted asumía la literatura como un hobby y esas concepciones cambiaron radicalmente?

Comencé jugando, es cierto. Creo que esta es la mejor manera de comenzar algo, lo que sea. Estoy seguro de que no hay otra forma. Es una lástima que nos volvamos tan serios con el aprendizaje. El saber nos entristece. Cuando pasamos de la plastilina al mármol, en algún punto de ese lentísimo tránsito, se jode la cosa. El conocimiento nos vuelve patéticos. Reconozco que uno de mis trucos favoritos es el juego. Ver la literatura como un terrible y hermoso rompecabezas.

Después de haber percutido con pericia los filamentos exhaustos de las estrofas y de urdir incesantemente hebras de sonoridad en el faccioso ejercicio combinatorio de su escritura ¿No le parece que ya es hora de intentar adentrarse por otros senderos expresivos?

Podría responderte lo mismo que Fernando Botero. He invertido una vida en adquirir un estilo para venir, a estas alturas, a tirarlo todo por la borda y empezar de cero. Para lograr un buen libro de sonetos tienes que invertir tanto tiempo o más que el que necesitas para escribir una novela o un libro de ensayos. Nadie le pide al ensayista que escriba novelas ni al cuentista que escriba sonetos.

Hace algún tiempo estaba convencido de que debía parar. Está bueno ya de sonetos. Décimas hace diez años que no escribo. Aunque casi todo el mundo me sigue viendo como decimista en activo servicio, la verdad es que soy un veterano del octosílabo que lleva siete años tratando de terminar su segundo libro de sonetos.

Como todo creador, a lo largo de su trayectoria artística usted ha recibido influencias provenientes de distintas zonas de la cultura. ¿Cree que el descubrimiento de autores como Charles Bukowski, Joseph Beuys y Roberto Bolaño influyeron en las concepciones estéticas y en la personalidad del poeta, que de algún modo se comporta como un “excéntrico” o como uno de los tantos “poetas malditos” de la historia?

Mencionas a tres grandes artistas. Es cierto que me he fijado mucho en sus maneras de abordar la realidad. El interés de Bukowski por lo sórdido, lo ridículo, lo morboso, ver como hace ingresar estos materiales en su escritura, es algo que me ha motivado, sin dudas. Bolaño es un monstruo de otra estirpe. Me ha influido su modo de asumir la literatura como un juego. Es un tipo que logra lo imposible, hay que ver cómo utiliza el fetiche nazi, por ejemplo. A Joseph Beuys le debo una de las definiciones más sorprendentes que haya escuchado jamás: “La belleza es el esplendor de lo verdadero.” Ahora bien, de ahí a que estos individuos hayan influido en mi personalidad, en mi comportamiento, hay muchos años luz.

Usted perteneció a la presidencia nacional de la Asociación de jóvenes escritores y artistas cubanos Hermanos Saiz (AHS) desde la que ha podido calibrar el panorama artístico insular e intervenir en importantes tomas de decisiones ¿Cómo ha incidido esa responsabilidad en su visión de la cultura y su profesionalidad?

Durante seis años estuve en la Dirección Nacional de la AHS. Todos los meses nos reuníamos, casi siempre en La Habana, lo cual puede sonar bonito, pero realmente llega a ser muy extenuante. Fueron, sin embargo, años muy provechosos. Logré entender muchas cosas. Participé, como bien dices, en la toma de algunas decisiones fundamentales. Luego de esta experiencia tengo una claridad mayor sobre nuestros procesos culturales. Puedo discernir mejor sobre los errores y aciertos en materia cultural. Los creadores, en general, se encuentran muy desinformados en materia de políticas culturales. Algo que es inconcebible, puesto que se supone que deben conocer perfectamente el terreno que pisan. Entonces te los encuentras en un congreso suplicando o, en el mejor de los casos, exigiendo un par de maracas, una libra de clavos, un tóner, un pasaporte, una semana en Varadero. Cualquier cosa piden, en lugar de dar las batallas que hay que dar.

Publicó su primer libro de décimas en 1996, el segundo, que es amplificación del primero, en 1997; el tercero en 1999, y en el camino comenzó a concebir la idea de una trilogía en la que el punto climático sería Examen de fe, un significativo libro de décimas publicado en el 2002. Más adelante dio a conocer El yo profundo, un contundente sonetario. Luego, unido a sus inquietudes como ingeniero y a sus inclinaciones científicas y culturales, comenzó a percibir la imagen de su obra como un ciclo que ha nombrado Mecánica clásica, y para lograrlo se dedicó a retomar textos éditos e inéditos para darle forma a la megaobra. ¿Cómo ha operado en el J.L. Serrano de ahora ese inusual y caprichoso proceso al que le llama “remasterización” y que puede sugerir al lector un personal encontronazo con los límites de la creación o, si se nos permite un lugar común, una especie de callejón sin salida poético?

Lo que llamas la megaobra es solamente una suma poética. Mecánica Clásica reúne mis cinco primeros libros: Bufón de Dios, Aneurisma, Examen de fe, Resaca y El yo profundo. En el año 2006 hice la primera tentativa de acoplamiento, conformé la pentalogía y ahí mismo comencé a realizar Geometría de Lobachevski. Digo realizar y no escribir, porque es un proceso donde lo menos que hago es escribir. La mayor parte del tiempo la dedico a juntar información, investigar procedimientos, realizar cálculos. En apenas un año ya había hecho todo el movimiento de tierra y la cimentación, había fundido las columnas principales del libro. En mayo de 2009 ya tenía en mis manos la primera versión. Es entonces que se me ocurre ensamblarlo con Mecánica Clásica. Algo que parecía muy simple resultó tremendamente complicado. El libro inédito y los ya publicados resultaban incompatibles. Para Geometría de Lobachevski había tenido que inventarme una nueva caja de herramientas. Mi tecnología poética había dado un salto con este libro. Muchas de las soluciones ofrecidas en mis libros anteriores quedaron de repente obsoletas. Comencé a detectar incoherencias, fallas estructurales que comprometían la estabilidad del conjunto. Así que me vi conminado a remasterizar, ecualizar si lo prefieres, toda mi discografía. Fue un proceso muy arduo, pero el resultado me hace feliz.

Desde el título mismo de su último libro publicado, Tráfico de influencias(Ediciones Unión, 2012), hace una abierta declaración intertextual y lúdicra que conecta su obra con la archicitada La angustia de las influenciasde Harold Bloom, las nociones de la “cámara de ecos” y “el grado cero de la escritura” de Roland Barthes, a la vez que establece nexos con el Joyce del Ulysses, elT.S. Eliot de La tierra baldía, los Cantosde Ezra Pound, por sólo citar algunos ilustres ejemplos foráneos, y con el Gastón Baquero de las “Palabras escritas en la arena por un inocente”, el Raúl Hernández Novás de “Sobre el nido del Cuco” (y casi toda su obra). ¿No le parece excesivo construir su poética como anchurosa y devorante marmita para el añadido permanente de reverberaciones?

Ahí lo tienes. No hago más que poner la palabra “influencias” y de inmediato la conectas con Harold Bloom. ¿No resultaba más sencillo pensar en la figura delictiva designada por el término? ¿Por qué escogiste “angustia de las influencias” en lugar de “aprovechamiento indebido deinformaciones obtenidas en el desempeño de un cargo público”? En lugar de una lectura literal, la que haría el común de los mortales, has efectuado una alambicada interpretación literaria. Why should I mourn the vanished power of the usual reign?Becauseno podemos escapar de las reverberaciones. Siempre habrá concomitancias más o menos evidentes. La intertextualidad, la interdiscursividad, o como quieran llamarle, es un asunto tan viejo como el pan nuestro de cada día. ¿Acaso no es intertextual Lope de Vega cuando imita los sonetos de Fray Luis de León? Vamos a dejar a los científicos con ese embrollo de los textos y los contextos. Otras deben de ser nuestras preocupaciones. Una marmita anchurosa y devorante… No logro adaptarme a tu metáfora gastronómica, pero creo entenderte.

¿Qué es Geometría de Lobachevski y qué representa en la obra de J.L. Serrano?

El lobo, así le llamo cariñosamente, es un libro de madurez. Me siento muy seguro de todas las cosas que en él ocurren. Su escritura ha sido lenta y minuciosa, como los círculos del lobo alrededor de su presa. Hay en Geometría de Lobachevski una ambición enorme. Estoy claro de que no se puede avanzar mucho más en esa dirección. Como experiencia literaria el lobo es todavía una especie de work in progress. Es un sistema cuya entropía se encuentra aún muy lejos del cero absoluto. Me divierto mucho introduciendo pequeños cambios que producen grandes perturbaciones en el sistema. Es un libro donde hay mucha emoción, mucha ternura, mucha belleza. Solo que estos ingredientes no ingresan en el texto de la manera convencional. Geometría… funciona como una base de datos. El soneto es el soporte elegido para almacenar todo un cúmulo de informaciones que el lector puede utilizar a su antojo. El libre albedrío y la capacidad dialógica del lector son la piedra de toque. El éxito de este libro se cifra en sus lectores.

Con seguridad usted pertenece a un grupo de persistentes creadores que aún cuando los discursos se desplazan, las normas y nociones estéticas cambian, los intereses creacionales se alejan a grandes saltos de la composición monolítica y clausurada de la formas poéticas, continúa insistiendo en descoyuntar métricas, revertir sentidos y remitir sus “desbordes” a certámenes literarios que desdichadamente se han transformado en maleables torneos contemporáneos, como si constantemente empujara un ariete de barro contra infranqueables muros. ¿Cómo soporta batallar con el ejército en contra?

Es que el ejército siempre va a estar en contra. El poeta, como el salmón, tiene que remontar la corriente para depositar sus huevos en lugar seguro. Los premios, los aplausos, las palmadas en el hombro son agradables y hasta necesarios. Vivir pendientes de la migaja de calor, el sorbo de afecto, el bocado de reconocimiento es lo que resulta nocivo y triste. Pero, vayamos al grano. Si colijo bien, te interesas en mis avatares concursísticos. Todos los años (desde 2009) envío el mismo libro al mismo certamen literario. ¿Cuál es el problema? Bueno sí, hay un problema. Año tras año enmiendo el libro, lo rectifico, lo amplío, lo reorganizo, hasta el título le cambio. Soy obsesivo y laborioso. De modo que cada veredicto en contra hace que el libro se aleje más y más de lo que fue en su primera versión. ¿Es esto bueno o malo? Año tras año el libro es leído o al menos abierto o introducido en una caja o depositado al pie de la cama o qué se yo, ignorado, por los miembros de un prestigioso jurado. ¿Es humillante esto para el autor? ¿Es irrespetuoso que no se nos acabe de conceder el premio de una vez? Depende de cómo lo mires. Si eres de los que se pican las venas cada vez que se entera que es otro el vencedor, no te recomiendo enviar a ningún certamen dentro o fuera del país. Sí eres de los que concuerdan en que los concursos son un mal necesario, una ruleta rusa si confías en que el próximo golpe de dados puede abolir el azar, entonces, bienvenido al club de los poetas muertos. El hecho de perder no me afecta. Megusta verme como un poeta incomprendido.

¿Piensa J. L. Serrano que sea posible un agotamiento de la escritura amorfa, un retorno a la sonoridad primigenia de la poesía y, por consiguiente, a los mecanismos aceitados del estrofismo? ¿Por qué?

Eso de escritura amorfa no me gusta, me parece un término despectivo e impreciso. Por otra parte, si el realce del rimar y el escandir depende de un agotamiento de su supuesto rival, poco mérito tendría. En cuanto a retornar a eso que llamas sonoridad primigenia, me parece una utopía innecesaria y perniciosa. Los paraísos perdidos son irrecuperables. Con el colapso del modernismo se fueron a bolina las formas clásicas. Lo que ocurrió es mucho más simple de lo que algunos eruditos suponen. Las estrofas dejaron de interesar por razones obvias. Hubo un cambio de paradigma. De buenas a primeras se les vació el discurso a los modernistas. Ellos no tuvieron ninguna culpa. La historia les torció el cuello a sus blanquísimos cisnes. Se quedaron sin argumentos. Esto provocó una profunda crisis de conciencia. Las importantes victorias del modernismo fueron rápidamente olvidadas. Sus programas estéticos se redujeron y desfiguraron hasta lo incomprensible. De manera que, salvo contadas excepciones, la mayoría de los sobrevivientes migró hacia el verso libre. Era más seguro caminar por terrenos que los modernistas no hubiesen transitado. Siguieron escribiéndose décimas y sonetos, pero las cabezas más claras habían desertado de la métrica y la rima. Comenzó entonces un proceso terrible. Un fenómeno que no se ha estudiado en absoluto. Los cerebros más torpes decidieron establecer focos de resistencia. Aquella plebe se apoderó de los palacios y templos abandonados. Destrozaron espejos y cortinajes. Fundaron partidos y elaboraron plataformas programáticas. En fin, cuando creemos defender la décima, cuando suponemos que le prestamos un excelente servicio al soneto, muchas veces estamos alimentando la poca credibilidad de unos plebeyos que nada tienen que ver con la poesía. El vacío de poder dejado por los modernistas explica la tremenda degradación ocurrida. Los detractores de las formas clásicas no están muy lejos de la verdad. Cuando se funda un club de defensores de la décima, hacemos muy mal en pertenecer a ese club. Algunos confunden resucitar con desenterrar. Ocurrirá, ya está ocurriendo, un gran avivamiento dentro de la mecánica clásica. El soneto y la décima son máquinas muy eficientes. Lo que hace falta son hombres dispuestos a alimentarlas y vigilar su funcionamiento.

El verso libre es cosa del siglo XX. En el siglo pasado no era posible expresarse de otra manera. El siglo XXI reclama formas que sean capaces de soportar su velocidad. La desmesurada velocidad, la fragmentación de los discursos, el caos del siglo XXI, solo puede ser soportado por estructuras cerradas. Hay en el soneto o la décima una libertad, una flexibilidad que no conoce el verso libre. Lo que pasa es que el sentido común nos ha jugado una mala pasada. Hemos incurrido en un grave error al aceptar la paradoja de la cárcel de aire puro. No se acaba de comprender que toda escritura implica cierto grado de confinamiento. Las formas siempre son estructuras carcelarias. Es imposible evadir determinadas leyes. La gravitación universal es mi ejemplo favorito. ¿Alguien puede sustraerse a sus efectos? 


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SOBRE JOSÉ LUIS SERRANO

José Luis Serrano Serrano nació en Estancia Lejos, San Felipe de Uñas, Holguín el 2 de febrero de 1971. 

En 1994 escribió a dos manos con Ronel González El mundo tiene la razón, y recibió el Premio Nacional Cucalambé en 1995 Ese mismo año recibió el Premio “Buscando Nuevas Voces de la Poesía Holguinera.” y en 1996 el Premio en décima en el XX Encuentro-Debate Nacional de Talleres Literarios celebrado en Sancti Spíritus; también en 1996 su cuaderno Bufón de Dios recibió el Premio del Concurso “Fiesta de la Joven Décima”, en Holguín y el Premio Especial de la Asociación Hermanos Saiz en el Concurso Nacional “Décima Joven de Cuba“. En 1998 con su libro Aneurisma conquistó el Premio Nacional de Décima “Fundación de la Ciudad de Santa Clara”

En el 2000 obtuvo Mención en décima en la primera edición iberoamericana del Premio Cucalambé y, en el 2001, con su título Examen de fe, recibió el importante galardón. En julio del 2002 obtuvo nuevamente el Premio “Fundación de la Ciudad de Santa Clara” con su libro La resaca de todo lo sufrido, coescrito con Ronel González.
Textos suyos han aparecido en las revistas y periódicos Dos Mundos, Bohemia, Trabajadores, Juventud Rebelde, El Caimán Barbudo, Carta Lírica (Estados Unidos), Ámbito, Diéresis, Puerto del Sol (Nuevo México), entre otros.
Ha sido incluido en las antologías Aguas del ciervo que canta (Habana, 1998); Poetas del mediodía (Las Tunas, 1998); Mar por medio (Galicia, 1998); Decimistas cubanos (Estados Unidos, 1999); Viajera intacta del sueño (Ed. José Martí, La Habana, 2001); Añorado encuentro (Ed. Letras Cubanas, 2000); Los parques (Cienfuegos, 2001); Antología de la poesía cósmica cubana. Tomo III. (México, Frente de Afirmación Hispanista, 2002) y en la Antología de la décima cósmica de Holguín (México, Frente de Afirmación Hispanista 2003).
(Datos tomados de Monografías.com:

sep
19
Añadido por Alexis Díaz Pimienta el 19 septiembre 2013 a las 4:39 pm

La periodista y folclorista mexicana Aideé Balderas Medina y la decimista Daniela Meléndez estuvieron en Cuba, por primera vez, el pasado verano, participando en las Jornadas Cucalambeanas, la mítica fiesta de las tradiciones guajiras de la isla, una fiesta que tiene como sede principal la Finca El Cornito, en Las Tunas, tierra natal de Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, El Cucalambé, el decimista cubano más importante del siglo XIX. Las Tunas es escenario cada año de los guateques y canturías más importantes de Cuba, donde se reúnen los repentistas jóvenes y los veteranos, en homenaje a las raíces. Aidee Balderas deja constancia en esta hermosa crónica de su aventura, un viaje lleno de música y de versos, para conocer in situ otras tradiciones, parientes cercanas de las culturas huasteca y jarocha, que tanto conoce. Esta es la “crónica de una fiesta anunciada”, contada con emoción y gran belleza.



por Aideé Balderas Medina (México)




Aidee Balderas en el Coloquio Iberoamericano. Foto: Aideé Balderas


27 de junio de 2013, cuatro de la mañana, aeropuerto internacional de la Ciudad de México. En la sala de espera, Daniela Meléndez y yo estamos impacientes por el vuelo que nos llevará hasta La Habana. El avión se retrasa y el reloj avanza lentamente. Misión: ir a la XLVI Jornada Cucalambeana en las Tunas y al XXXIII Festival del Caribe en Santiago de Cuba.

Tres de la tarde. Finalmente arribamos a la Habana. Apenas y nos da tiempo de cambiar dinero y tomar un café; extraordinario, aromático y suculento café expres. Mientras sorbemos el líquido de aquella diminuta taza, el tiempo se detiene. En la cafetería de la terminal dos del aeropuerto José Martí se huele otro tiempo. Los meseros, los anaqueles del estante todo parece de otra época. La gente bebe cerveza Bucanero y ve el fútbol en televisores enormes. Por las bocinas se escucha la voz de un hombre que da anuncios para los pasajeros, profunda y “aguardientosa” voz que con singular acento cubano, me maravilla con cada una de las vocales que menciona y omite al mismo tiempo. Por fin caigo en cuenta, que estamos en Cuba.

El vuelo que va para Holguín también se retrasa. Tic-tac… tic-tac… tic-tac… El reloj avanza sin prisa. La estancia en la cafetería cada vez se hace menos divertida. Diez de la noche, finalmente arribamos a Holguín. El auto que enviarían de las Tunas para recogernos al aeropuerto no llegó, se descompuso de último momento, “se rompió” dijeran los cubanos. Veo varios hombres esperando a solas, les pregunto su nombre, pero ninguno se llama Ronel González, el poeta sin rostro que Alexis Díaz Pimientanos presentó virtualmente y que quizás encontraríamos en el aeropuerto.

Dos jóvenes choferes amablemente nos ofrecen su celular para hacer llamadas, pero no conseguimos comunicarnos con Ramoncito Batista, el director de la Casa de la décima de las Tunas. La noche avanza y nadie aparece para recogernos. Los guardias del aeropuerto amenazan con apagar la luz y cerrar el sitio, nuestro vuelo era el último, ya no hay más actividad por ese día. Hay que decidir pronto o perderemos el único taxi que queda. Los taxistas tienen aspecto confiable, o al menos eso queremos pensar, además es el único medio de transporte que tenemos disponible. Adelante, hay que llegar a las Tunas. Durante una hora viajamos en el taxi, un auto negro modelo 53. En el trayecto vamos escuchando al grupo Orishas. “A lo cubano, botella de ron, tabaco Habano…”

Doce de la noche. Frente a nosotros, el Hotel las Tunas. El cansancio de varias semanas atrás se interpuso, así que decidí no sacar mi cámara fotográfica para inmortalizar a esos jóvenes taxistas de Holguín, dejé que se marcharan, que se alejaran esos dos chicos en su auto negro y con ellos se fue, quizás también una excelente foto.

Al poco tiempo de instalarnos llegó a darnos la bienvenida Ramoncito Batista. A las tres de la mañana llegó otra grata sorpresa, Adriana Díaz Pimienta quien se convertiría a lo largo del viaje en nuestra guía, cómplice y compañera de viaje.

28 de junio, nueve de la mañana. Listas para irnos al Cornito, a conocer la tierra del Cucalambé; sin embargo el destino nos tenía preparados otros planes. Frente al hotel se estacionó un autobús, el cual llevaría a la playa a los integrantes de la delegación de Chile. Una tentadora invitación para conocer el mar Caribe. Imposible decir que no. Una oportunidad poco despreciable para tener un encuentro con el mítico mar caribe. Lo siento muchísimo pero el Cornito, los poetas y honorable recuerdo del Cucalambé tendrán que esperar un día más. La cita estaba hecha y ya no podía posponerse ni un minuto más. Nos subimos al autobús para conocer el Caribe con su múltiples colores. No sabíamos a dónde íbamos, ni a qué hora regresaríamos, pero ahí estábamos con todos los sentidos abiertos dispuestos a disfrutar.

Después de una hora de viaje llegamos al Hotel Covarrubias en Puerto Padre. Protocolo de bienvenida, coctel, traje de baño. Vamos, vamos, vamos a tan anhelado encuentro. Y ahí estaba, frente a nosotros, mucho más bello que en las fotos y mucho mejor de lo que me habían contado. Al ver la variedad de colores azul turquesa del mar caribe, por un momento quedé paralizada, no daba crédito a tanta belleza, no, no es bello es sublime. En ese momento sabía que por el sólo hecho de haber visto el mar, el viaje ya había valido la pena. Ahí me quedé sin habla, contemplando los azules tornasol. La suave arena se pegaba a nuestros pies como si fuera talco. Encuentro que desborda cualquier concepto que usen los estetas al intentar describirlo. Paralizada y sin habla, las lagrimas rodaron por mis mejillas, fue justo en ese momento que me di cuenta que hacía mucho que no lloraba. Últimamente ni de eso me doy tiempo.

Ante tal escenario nos tomamos fotos como para los calendarios de los próximos diez años. Adriana a lo lejos gritaba “tírame la foto… tírame la foto”

Por la tarde, regresamos exhaustas al hotel Las Tunas y en la noche finalmente llegamos al glorioso Cornito, la tierra del Cucalambé. Estábamos ansiosas de escuchar canturías hasta el amanecer, vivir las controversias entre los poetas, todo, queríamos vivirlo todo. El regalo de esa noche, sin duda fue conocer a dos jóvenes poetas, Roly Avalos y Alex Díaz, dos chicos lindos, sencillos, de mirada clara y sonrisa dulce. Con Roly fue muy fácil platicar de libros y de todos los pormenores del evento. La sorpresa fue escuchar al “Marichi Las Tunas” y debo mencionar, un muy buen Mariachi, bueno, no es de extrañarse, ya que en Cuba hay extraordinarios músicos. Ese día nos fuimos temprano a la cama. La canturía se canceló, “se rompió”. Regresamos un poco tristes al hotel y con deseos de oír poesía, pero nada.

Al siguiente día pasó lo mismo, la canturía se canceló. Casi todas las canturías que estaban programadas por la noche se cancelaron por la lluvia y el día que si hubo canturía yo tenía que regresarme en el autobús al hotel porque después no había modo de regresar y al siguiente día me tocaba estar en el Coloquio Iberoamericano de la décima, a primera hora. Lamenté mucho no poder convivir más con los poetas, en un espacio más neutral, envueltos por la complicidad de la noche, sin micrófonos, a la luz de un candil, como surgen las verdaderas fiestas. Los escuché en el concurso Justo Vega, en las galas, los disfrute mucho, pero faltó la intimidad que dan los encuentros informales entre poetas, que se dan fuera del escenario. Claro que en sus cabañas los poetas tuvieron sus canturías espontaneas, pero para ello había que pernoctar en el Cornito y no en el hotel. La próxima Cucalambeana me voy con mi casa de campaña al Cornito, bueno, es una expresión solamente, pero buscaré la manera de estar presente en las canturías.

Uno de los días en el Cornito, Adriana me presentó a Leandro Camargo. Nos metimos a un bar, él bebió una Malta y yo una cerveza Bucanero. “Para que veas que no todos los poetas son borrachos”, me decía Adriana. Platicamos poco tiempo pero todo fue muy sustancioso. Me encantó la lucidez del joven Camargo, profundo admirador de Guillermo Velázquez. Durante la charla me contó sobre una controversia que sostuvieron entre él, Papillo y Alexis Díaz Pimienta. Donde un poeta representó el pasado, otro el presente y el otro poeta, al futuro. Me dijo algunas décimas de memoria, las cuales por supuesto ya olvidé, solamente me quedó el dulce sabor de la emoción con que me contó lo sucedido. Me recomendó mucho que sí pasaba por la Habana, que le pidiera esta controversia a Axel Díaz, el hijo de Alexis; cosa que por supuesto no dejé de hacer. Disfruté muchísimo platicar con Leandro, definitivamente un talentazo. Otro encuentro por demás afortunado fue con Liliana Rodríguez, hermosa jovencita repentista quien recibió el premio Cucalambé 2013 por sus décimas. Me pareció un poco tímida pero por otro lado también es muy valiente abriéndose brecha entre tanto varón. Me comentó que sus inicios fueron en los talleres de repentismo con el método de Alexis Díaz Pimienta, cosa que me dio muchísimo gusto. De alguna manera Liliana es una flor que ha nacido de las tantas semillas que ha sembrado con gran cuidado el gran Alexis.

En el concurso Justo Vega, mis palmas son para Pepito, me maravilló su fuerza y presencia escénica. Esos cachetes colorados y esa energía al soltar los versos que venían a su mente, en definitiva robaron mi corazón. Pepito es otro alumno de Pimienta, ¡Qué raro! Lamenté mucho que no ganara, pero bueno, los concursos son así. También me gustó la rapidez de Yordán Quintero, “el Yayito Ranchuelero”, le tocó como tema el papalote, palabra de origen náhuatl, no sé sí él sabía que papalotl significa mariposa. Sus décimas fueron memorables, después todo mundo quería recordarlas, repetirlas, escribirlas, poseerlas, apropiarse de ellas. Pero las décimas de Yayito no fueron suficientes para el jurado pues el flamante ganador del concurso fue Héctor Luis Alonso de Matanzas.



José Antonio Morales, “Pepito”: “Esos cachetes colorados y esa energía al soltar los versos que venían a su mente, en definitiva robaron mi corazón”


Algo que sin duda me maravilló del concurso Justo Vega fue haber escuchado a los músicos que acompañaban a los poetas. Escuchar el punto cubano con maracas, laúd, guitarra, claves, bongos, timbales y contrabajo, es un verdadero lujo. Bravo por esos tremendos músicos. Seguramente detrás de la organización de concurso hay mucho trabajo y esfuerzo. De los músicos solamente pude platicar un poco con la bella Yannis Suárez, quien además tuvo la gentileza de regalarme un libro ¿Cómo “nace” un repentista? Metodología para la enseñanza de la improvisación poética (primera versión), libro de cabecera de los talleres de repentismo. El autor se los dejo de tarea.


Fue muy divertido ver como Daniela Meléndez y Adriana Díaz Pimienta ensayaban la controversia que Alexis les preparó, un diálogo entre el Sotavento y Cuba. Cuando la leí, moría de la risa, ojala algún día se publique o se monte nuevamente pues en la Gala, cortaron la participación y no lució como estaba planeado, se cortó la parte más lúdica. Caray, qué se puede hacer con esos productores artísticos, que prefieren meter reggaeton que darle más espacio a la décima. Sí, leyó usted bien “reggaetón” en plena Jornada Cucalambeana, en fin, no todo fue tan malo, si se quiere ser optimista, los chicos que bailaron reggaetón lo hacían y estaban muy bien.

En el XV Coloquio Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado, conocí al famoso poeta Ronel González. Me explicó que justo ese día tuvo un recital sobre el poeta argentino Oliverio Girondo y que le fue imposible ir por nosotras al aeropuerto. Afortunadamente pronto hicimos una buena amistad y tuvimos la oportunidad de platicar muchísimo sobre la música tradicional de mi país. Ronel es un excelente conversador y también un gran escucha.

El nivel del Coloquio me pareció de lujo. La apertura fue con un concierto, palabras del célebre director de la Casa iberoamericana de la décima, Ramoncito Batista y la conferencia magistral de Jesús David Curbelo.

El primer día del Coloquio me tocó estar en la presidencia de una mesa, eso implicaba estar sentada al frente, en el presídium junto con dos comentaristas más y el ponente. Había que estar muy atenta en todo momento. El segundo día del Coloquio presenté mi trabajo sobre La Lírica en el Son Huasteco. Me dieron solamente quince minutos y me sentí un poco nerviosa ya que era muy poco tiempo para abordar el tema con todo y ejemplos musicales. Ronel estuvo en la mesa, dentro de la comisión de la presidencia y me dio buenos comentarios, al final me regaló una linda décima, me reconfortó muchísimo recibirla. Creo que por el cansancio no cerré como me hubiera gustado pero al parecer mi nerviosismo no se notó y la gente pareció interesada.

Durante la Jornada Cucalambeana para mi hubo dos momento memorables. El primero fue el día que nos llevaron a la comunidad del Tapir a un guateque. Esto fue un día antes del natalicio del Cucalambé. La gente de la comunidad del Tapir se organizó para ofrecer una extraordinaria muestra de música, baile y poesía. Había venta de cerveza casera, la cual, confieso no me atreví a probar. Al final de la fiesta nos ofrecieron de comer Cerdo en púa con yuca y congrí. En México es costumbre agradecer a las cocineras por haber preparado los alimentos, así que le comenté a Diego López Vergara, instructor de los talleres de son jarocho en Tlacotalpan, México, que sería bueno que los chicos cantaran un son a las cocineras, como muestra de agradecimiento. Diego de inmediato convocó a sus pequeños y “a darle a la jarana”. Los niños pronto se arrancaron con la música y los versos. Las mujeres estaban felices, no daban crédito que ahora eran ellas las festejadas. Fue un momento lindo, nuevamente el corazón se me estrujo en el pecho, cosa que le agradezco infinitamente a Diego López, a las cocineras, a todos los que organizaron el guateque.

El segundo momento memorable fue en el cierre del evento, ahora sí, el mero día del Cucalambé. A causa de la lluvia, la gala final se pasó al Teatro principal, desafortunadamente el sonido era inestable y justo a los 10 minutos que había iniciado el evento, se fue la energía eléctrica. Ahí quedamos todos a obscuras pero nadie intento salir del Teatro. Fueron las jóvenes sotaventinas, las alumnas de Diego López Vergara, las que sacaron sus jaranas y se pusieron a cantar en medio de las penumbras. Todos los poetas se acercaron como luciérnagas alrededor de la luz, luz que generaban nuestros corazones. Versos, amistad, entusiasmo, todo se mezcló para crear un hermoso conjuro de hermandad entre los países presentes. Ahí se construyó un puente directo al corazón, ahí fuimos uno con todos. Durante una hora los versos en la obscuridad fluyeron como en un caudaloso río cristalino que nos llenó de alegría. Más tarde regresó la luz y se presentó la gala que estaba programada, pero el plato fuerte ya había sido servido.

Por la noche organizaron una fiesta, cantaron varios poetas, Emiliano Sardiñas, Papillo, Kiko el Cochero, Pepito Morales, el Yayito y Reiber Nodal. Fue así como la Cucalambeana llegaba a su fin. Así que aprovechamos para abrazar a todo mundo. Al día siguiente dejamos atrás la tierra del Cucalambé y nos fuimos con muchas ganas de vivir una canturía de verdad, pero para ello no sabíamos cuanto había que esperar, así que continuamos nuestro viaje rumbo a la ciudad de Santiago de Cuba, al XXXIII Festival de Caribe: La Fiesta del Fuego.

Epílogo

El viaje a las Tunas tuvo grandes momentos, pero no todo fue miel sobre hojuelas. Daniela Meléndez y yo habíamos planeado llegar desde el día 26 de Junio a Cuba, pero la persona a la que le pagamos para que sacara los vuelos provocó un retraso en el viaje y no pudimos estar en la inauguración de la Cucalambeana. Le pedimos habitaciones sencillas y nos reservo dobles, le pedimos vuelos para permanecer días en la Habana y puso los vuelos muy pegados, lo que impedía que pasáramos tiempo en la capital de Cuba. En fin, la novatada de las viajeras. La comida del hotel Las Tunas fue muy mala. También fue muy triste ver el estado deplorable en que se encuentran las cabañas de El Cornito, que no cuentan con las normas mínimas de higiene y seguridad para que los poetas pasen una estancia agradable. Sin embargo, pese a las piedras que se nos atravesaron en el camino, fue un viaje maravilloso y, en definitiva, yo regresaría a Cuba. Todos fueron muy amables. Agradezco en especial a mi querido amigo Junípero Cabrera quien me puso en contacto con la Casa iberoamericana de la Décima de las Tunas y me dio todos los pormenores para poder hacer más cómodo nuestro viaje. También agradezco a Alexis Díaz Pimienta, quien a través de su hermana Adriana, su sobrino Roly, sus hijos Alex y Axel, y sus amigos Ramoncito Batista y Ronel González se mantuvo atento de nuestra estancia en Cuba.

Sin duda, falta mucho por conocer y por hacer, pero una de las cosas quedó clara: el extraordinario nivel poético que tienen los repentistas cubanos. Tan sólo por eso vale la pena el viaje a la isla.