"Uno de los mejores narradores cubanos de la hora presente"
(Juan Bonilla)

Del Blog de Díaz-Pimienta

abr
03
Añadido por Alexis Díaz Pimienta el 3 abril 2019 a las 2:00 pm

La Habana. 10 de febrero.
Viento. Marejadas. Frío.
Aire envasado al vacío
Y con acento extranjero.
Aire del norte, viajero
Que llega sin pasaporte
Y pasa sin que le importe
Ni a inmigración ni a la aduana.
Es lo único que en La Habana
Llega sin líos del norte.

Me viene ahora a la cabeza
Una palabra: “enguatada”,
Palabra ya poco usada,
Tan poco como la pieza
Que representa. Tristeza
De camiseta interior
Con mangas largas. Calor
Me da de solo pensarla.
“Enguatada”. Por no usarla
me hice a la fuerza mayor.

Cuando hay un norte la gente
Cambia, actúa de otra forma.
El viento frío transforma
su carácter. De repente
La vieja sorda de enfrente
Lo oye todo a la primera.
El viejo con guayabera
Que no habla con nadie, canta.
Y actúa como una santa
La que ayer fue jinetera.

El vendedor de maní
Cambia el tono del pregón.
Y el chófer de un almendron
Cita, de pronto, a Martí.
El mar grita. Un colibrí
Va marcha atrás en el viento.
Un joven le da el asiento
A otra joven. Y una vieja
Está buscando pareja
Para “entrar en movimiento”.

Yo no. Yo no cambio. Estoy
Igual que ayer, escribiendo.
Viéndolo todo y fingiendo
Ser y estar ajeno. Hoy
Al desayuno le doy
Un toque de reportaje.
Qué cabizbajo el paisaje.
Qué gris comedia silente.
Tomo un café tan caliente
Que se me quema el lenguaje.

En el pan de la bodega
Unto aceite con preguntas
Que me llegan todas juntas
Y ni una respuesta llega.
Me gusta este pan. No juega
En la big league del pan
Pero me gusta. Dirán
Que es una patología,
Una extravagancia mía,
Un elogio al anti-pan.

Dirán que he sido abducido
Por un ser monosilábico.
Que mi paladar estrábico
Que mi lengua sin sentido,
Que pobre yo, que he venido
Con atrofia digestiva.
Que si el cambio de saliva,
Que si el cerebro lavado,
Que si el pan me ha sobornado,
Que, bueno… Mejor que escriba.

Nuestro “pan de la bodega”
Es un héroe cotidiano
A la vez héroe y villano,
Dios y Marx, alfa y omega.
Últimamente, “se pega”
En los programas de humor.
Metáfora del sabor.
Redondez rectangular.
Pandemonium familiar.
Miedo panificador.

“Al pan pan y al vino vino”,
Dice un refrán popular.
“¡Los Pan Pan van a tocar!”,
Grita de pronto un vecino
Buen bailador de casino
Con una enguatada puesta.
De pronto se arma una fiesta
Y todos bailan, qué raro.
Yo los miro y me declaro
Incapaz. Tremenda orquesta.

Tremenda coreografía
A la hora del desayuno.
Todos bailan y ninguno
Me mira. Ya lo intuía.
Saben que mi voz no es mía,
Qué soy un advenedizo.
Que tengo acento postizo.
Que finjo desayunar
Tan sólo para contar
Lo que veo sin permiso.

Los Pan Pan tocan. Yo escribo.
La gente baila. Yo bebo.
La gente puede. Yo debo.
Ellos viven. Yo no vivo.
Trampantojo paliativo.
Trampantojo matinal.
Trampantojo tropical.
Guiño de la lengua al ojo.
Qué palabra “trampantojo”.
Y yo, qué bien y qué mal.

Se me ha enfriado el café
y el pan se me ha puesto bueno.
“Por mirar el pan ajeno”,
Dice mi madre. Y lo sé.
Del “seremos como el Che”
Al “esta noche hago el pan”.
¿Y qué desayunarán
Los que ni música tienen?
Seguro que se entretienen
Pensando que leerán

Las décimas que Pimienta
Hace mientras desayuna.
No hay tanto frío. Ninguna
Persona se ha dado cuenta
De cómo se recalienta
Mi café, solo, en la taza.
O como el pan adelgaza
Sin que le de una mordida.
O cómo se nos olvida
La antigua palabra “hogaza”.

“Hogaza”, “harina”, “tahona”,
“levadura”, “pan”… Me pierdo.
Llega a mi olfato un recuerdo
Que la lengua me almidona.
Mi estómago no perdona
Este infortunio-fortuna.
Y mientras se desayuna
Un ejército de hormigas
Viene a recoger las migas
Pero no encuentra ninguna.



Alexis Díaz-Pimienta
Reparto Flores, La Habana, 
10 de febrero de 2019

abr
03
Añadido por Alexis Díaz Pimienta el 3 abril 2019 a las 1:53 pm



Las trampas del huso horario
son muchas. Y complicadas.
Divorcio con las almohadas,
ojeras como pan diario.
Un insomnio innecesario,
forzoso, de mala fe.
El reloj encoge el pie
largo y alarga el pequeño.
A las ocho tuve sueño
y las cinco desperté.

Pareces medio aburrido,
bostezando todo el día.
Tienes la mente vacía
y el cuerpo semidormido.
“Que volá” con un oído
y con el otro, “qué hacéis”.
Cara de sueño a las seis
y a las seis espabilado.
El vizconde demediado
de Calvino entrando al Face.

Cara de sueño a las seis
y a las seis ultradespierto.
El cerebro en tiempo muerto
y ojeras de color beis.
Ateo con agnusdéis,
zurdo sentado a la diestra.
Una situación siniestra
de bifurcación mental.
Jekyll and Hyde tropical.
“Yo, Jano”. Qué obra maestra.

Sin embargo, a mí “jet lag”
como palabra me encanta.
Me relaja la garganta
pronunciarla. Ando en zigzag
pero me salva el airbag
de mi propia obstinación.
Las nueve horas de avión
no ganarán la partida.
La parte del yo dormida
es sonámbula. Y su unión

con mi otra parte despierta
es perfecta, es envidiable.
La insomne deja que hable
la dormida. Tienen cierta
sincronía que concierta
voces, pausas, movimientos.
Algunos salen más lentos
(los de la parte sonámbula).
pero… mi parte noctámbula
es la mejor en los cuentos

mientras la parte despierta
es para la poesía.
Me encanta esta sincronía
de voz viva y lengua muerta.
El jet lag abre una puerta
que antes estaba cerrada.
Vuelves a la madrugada.
Al silencio. A los ronquidos
del vecino, a esos sonidos
que son todo y eran nada.

¿Descompensación horaria?
¿Síndrome transoceánico?
¿No será silencio orgánico,
paz interior necesaria?
No veo esta insomnia diaria
como un patrón patológico.
Me parece incluso lógico
este suave desgobierno
ya sea el reloj interno
o digital o analógico.

Me encantan las impresiones
que me provoca el jet lag.
Mi vida parece un gag
de cine en tres dimensiones.
Me gustan sus proporciones,
su dislocación profana.
Por lo menos en La Habana
aunque los demás adjuren,
yo no quiero que me curen
la “disritmia circadiana”.

¿Desequilibrio? No importa
Ya era un desequilibrado.
¿Fatiga? Hasta fatigado
hago versos, se soporta.
Además, el sol me aporta
dosis de melatonina
y el cariño es la insulina
que equilibra mi glicemia.
La Habana, incluso, me premia,
si el jet lag no se termina.

¿Disnomnia? ¿Deformación
de lo que espacio-temporal?
Si hago décimas, da igual.
Mientras haya inspiración
el jet es invitación
y el lag es un vicio sano.
Ciclo y ritmo circadiano
se tornan otro aliciente
para que tenga la mente
creando desde temprano.

Jet lag en mi vieja Habana.
Jet lag, tiempo trastocado.
¿Desayunar es pecado
a esta hora de “la mañana”?
Ya para mi parte hispana
tocan meriendas o almuerzos
Haré pequeños esfuerzos,
caprichos de rara avis.
Me tomaré un piscolabis,
Un tentempié de diez versos.

Buenos días, madrugada.
Buenas noches, mediodía.
La Habana está todavía
con la cabeza en la almohada.
No es hora de mi tostada.
No es hora de mi café.
Por la ventana se ve
Un cielo en dos dividido.
Hay medio Alexis dormido
y medio Alexis de pie.



Alexis Díaz-Pimienta,
Reparto Flores, La Habana,
11 de febrero de 2019
abr
03
Añadido por Alexis Díaz Pimienta el 3 abril 2019 a las 1:28 pm
para Pedro Poitevin y Sara


Buenos días desde Boston,

comienzo a desayunar

y advierto (para rimar)

que es en marzo, no en “agoston”,

porque las rimas en “-oston”

no existen en español.

Hay 1 grado. Hay poco sol.

Boston vuelve a recibirme

invernal, para decirme,

“Well, I hope you like it all”.

Me gusta Marblehead, sí.

Me gusta su olor a invierno.

Debe ser el sempiterno

Marco Polo que hay en mí.

Llegué anoche y ya preví

que el jet lag me despertara,

que el sol de pronto me echara

cálidos chorros de luz

sobre el insomnio andaluz

que se me quedó en la cara.

Estoy en Marblehead, solo.

En casa de Poitevin.

Regreso a Boston (por fin),

ciudad que medio controlo.

Voy a ver cómo extrapolo

experiencias anteriores

para interpretar sabores,

sonidos, textos, texturas.

Esto de las aventuras

tiene sus riesgos, señores.

Al estar en casa ajena

desayunar me acoquina.

No controlo esta cocina,

me habla en inglés la alacena.

Quedan restos de la cena

(queso, pan, salami, vino)

pero el pobre peregrino

tiene sus gastro-querencias,

culinarias apetencias

y Pedro no es adivino.

Veo mantequilla y pan.

La máquina del café.

Un termo para hacer té.

Frutas que hablan: “Eat me, man”.

¿Los cereales dónde están?,

me pregunto yo que en casa

ni los miro. Qué me pasa.

¿El síndrome del viajero

que a todo le pone un pero

por su obsesión antigrasa?

Pienso: “mientras desayune

voy a ponerme a escribir

mis crónicas y a decir

qué me aleja y qué me une

a Boston”. ¿Cronista impune?

¿O en lugar de ser cronista

el viajero repentista

sin pensarlo, sin ponerse,

está jugando a volverse

fotógrafo decimista?

Por fin, corto pan, lo unto

con mantequilla y rebano

un salami (no es tan sano,

pero ya está). Me pregunto

si el breakfast es un asunto

poético o no lo es.

Pienso en Prevert y después

en Audrey y en los diamantes.

“Ya no somos los de antes,

Audrey, ya nadie lo es”.

¿Desayunar sin diamantes

sin Audrey y sin Nueva York

me hace menos escritor,

entro al gremio de farsantes?

No lo sé. En estos instantes

un gato bajo la mesa

jura que no le interesa

el cine y me roza el pie.

¿El gato querrá café?

¿Y si Audrey Hepburn regresa?

Y en esto se escucha un ruido,

un metálico “tin-tin”.

Me asomo y es Poitevin

que ha vuelto a la casa. Ha ido

a la school en cometido

paternal, con sus pequeños.

Mis anfitriones son dueños

de una rutina envidiable

que me hace sentir culpable,

torpe interruptor de sueños.

Anoche cuando llegué

Pedro y yo madru-charlamos.

Qué tertulia improvisamos

entre el jet lag y el de pie.

Llamé a Lope. Le avisé

a Prevert y a los Machado.

Ginsberg posó disfrazado

de Lorca y Lorca de Sting

mientras Pedro Poitevin

era Pascal inspirado.

Matemática y poemas.

sonetos y logaritmos.

acentos, sílabas, ritmos,

hemistiquios, teoremas,

triangulaciones, esquemas,

dos más dos, uno por uno,

Borges, Lombardi, Unamuno,

“tenemos que terminar

porque se van a juntar

la cena y el desayuno”.

 Y a las dos de la mañana

nos despedimos, felices.

Vaya mezcla de raíces:

Guatemala con La Habana

en la noche bostoniana

hablando de poesía.

Yo me acosté y presentía

que Sir Jet Lag, el muy tonto,

iba a despertarme pronto,

a primera hora del día.

Y aquí estamos. Poitevin

recién llegado a mi mesa

y yo como el que confiesa

“mejor entre dos”, come in.

Vuelve Vallejo al festín

de la charla mañanera.

Boston no entiende siquiera

lo que Trilce significa

mientras Poitevin me explica

que vuelva a la carretera.

Y yo digo: ¡qué oportuno

que hayas vuelto!, ¡menos mal!

Por poco le pongo sal

Al café del desayuno.

Sonreímos. Hoy ninguno

tiene otro plan que charlar

de poesía y viajar

a Framinghang¡ por la tarde.

Vaya dialéctico alarde

de ambos al desayunar.

Y así termino esta crónica

bostoniana (la primera).

El pan desde la encimera

mi mira con risa irónica.

Siento lejos una armónica.

“¿Dylan me está saludando?”

Pienso en Frost mientras (h)ablando

el pan y revuelvo el té.

Boston, ¿qué tal se me ve

cuando estoy desayunando?

“Poesía y matemáticas”,

qué bien empieza mi gira.

De pronto, el gato me tira

miradas aristocráticas,

insinuaciones erráticas

de gato contrabandista.

¡Mejor que calle el cronista

el diálogo improvisado

entre un poeta rimado

y un gato versolibrista!

Alexis Díaz-Pimienta
26 de marzo de 2019