yo soy el elefante.
Ocupo mucho espacio
pero soy tan lento
que los demás opinadores sobresalen.
En el circo de los opinadores
es lo de menos tener opinión.
Lo importante es estar.
Posar.
Lucirse.
Que hables sobre.
Que alguien se haga la foto contigo.
Con fanfarria final o sin ella.
Con aplausos o no.
No importa.
Así el espectáculo es redondo.
Si opinas porque opinas.
Si no opinas porque no lo haces.
Que opines.
Que no opines.
Opinas mal.
Opinas tarde.
Opinas en un tono de voz demasiado débil.
Para qué opinas.
Por qué opinas.
¿Estás seguro de que era tu turno de opinar?
En el circo de los opinadores
lo más importante es la estructura de la carpa
su redondez perfecta y llena de luces.
Y la falta de barreras entre el opinador y el público.
Nos confundimos.
Nos mezclamos.
Qué risa.
Gente que paga la entrada para ver opinar
y termina opinando.
Gente que hace carrera de opinador profesional
y termina aplaudiendo.
Opinadores jóvenes subiendo al podio.
Opinadores experimentados en silencio.
Gente interesada en saber
dónde se estudia para opinador.
Niños que sueñan con ser opinadores cuando crezcan.
Pero no es tan fácil.
Yo vine con currículum de opinador-payaso
y ahora soy elefante.
Aquella tenía vocación de domadora de opinadores
y ahora aplaude.
Cosas del circo, dicen.
El circo es la única estructura circular
que es a la vez horizontal y vertical
con diagonales blandas.
Aplausos.
Un opinador acaba de caerse desde lo alto
y se ha hecho literalmente mierda delante de todos.
Aplausos.
Otro opinador se ha tragado el sable de una opinión ajena
y le ha salido mal: ha muerto estando de servicio.
Aplausos.
Un tercer opinador hace reír o intenta hacer reír
a los que lloran por el tragaopiniones fallecido.
Más aplausos.
Un opinador sobre dos zancos
quiere mirar por debajo del hombro a los demás opinadores
pero se deprime.
Aplausos.
Un opinador contorsionista dice que él
y solamente él puede opinar desde todos los ángulos.
Rechiflas.
El público está lleno de opinadores lentos.
Rechiflas.
El público está lleno de infiltrados.
Más rechiflas.
El público está lleno de policías de opinión
haciéndose pasar por civiles con opinión propia.
Aplausos y rechiflas.
Entre el público el embarazador de opinadoras
ofrece píldoras para el día después.
Opinen.
Vamos, opinen.
Opinar es tan fácil que a partir de esta noche
quienes no tenga opinión serán considerados enemigos.
Opinen en voz baja o en voz alta,
Pero opinen.
Hagamos que los inspectores de opinión
se ganen su salario.
Tener mala opinión.
Tener buena opinión.
Entrar en el catálogo de opiniones ajenas.
Perderse en el marasmo de eso que llaman la Opinión Pública.
Todo vale menos no ser opinador
en estos tiempos de circo y cebolla.
Opinen.
Opinemos.
Vamos, opina.
Necesitamos opiniones.
Háganle caso al elefante, coño.
Que no pasará nada. No.
Que cuando acabe la función todo será distinto.
Cuando un opinador se quita el maquillaje
sus opiniones se borran de la base de datos
y a la próxima función todos llegamos vírgenes.
En el circo de los opinadores
está garantizada la continuidad.
Recuerden el eslogan: “¡Que siga la función!”.
Y el último en salir que apague, porfa.
Tiempo de diálogos
Cuando se pierde
la capacidad de diálogo
lo más curioso
es que cada una de las partes
cree que la otra es la que la ha perdido.
Y entonces nace
un nuevo modelo de incomunicación:
el monólogo sordo bidireccional.
Un tipo de monólogo que no lo parece
y del que salen ambos partes
diciendo que la otra
no sabe
o no quiere
o no puede
o no lo dejan dialogar.
Hace tiempo que las palabras
están siendo víctimas de sus prefijos.
Y las personas víctimas de
esas palabras ya victimizadas
Diálogo.
Diálogo.
Diálogo.
Por qué se ha vuelto tan difícil la palabra diálogo.
Repitan conmigo.
Diálogo.
Diálogo.
Diálogo.
Como cuando éramos niños.
Diálogo.
Diálogo.
Diálogo.
Como si fuéramos a ganarnos algo.
Diálogo.
Diálogo.
Diálogo..
Sentados en el suelo
Diálogo.
Diálogo.
Diálogo.
Detrás de las rejas.
Diálogo.
Diálogo.
Diálogo.
Detrás de los burós.
Diálogo.
Diálogo.
Diálogo.
No es tan difícil, bróder,
asere, compañero.
Diálogo.
Diálogo.
Diálogo.
Con razón.
Sin razón.
Con carné.
Sin carné.
Con micrófono.
Sin micrófono.
Cuando cuente hasta tres.
Diálogo.
Diálogo.
Diálogo.
¿Ya ven que no era tan difícil?
Pues eso.
Ahora que sigan los aplausos.
ESTADOS DE ÁNIMO
Hay días
muchos días
demasiados días
en qué me vengo abajo.
No sé por qué .
Me vengo abajo.
Solo.
Sin un claro motivo.
Venirse abajo
es una frase hecha.
A los críticos de poesía
no les agradan las frases
hechas.
Y a los lectores no lo sé.
Pero venirse abajo
es, además, una metáfora disimulada.
Venirse al sur de uno
esconderse cada uno
en su sótano interno.
Hay días
muchos días
en que me vengo arriba.
Venirse arriba es otra frase hecha
pero es, también
otra metáfora disimulada.
Confieso que todas mis parejas alguna vez me han dicho
que parezco una montaña rusa.
Excepto una
que me llamó
“cachumbambé”
(término más exacto).
Sea una montaña rusa
o un cachumbambé
no importa.
El caso es que yo voy de la buhardilla al sótano
en apenas segundos
verso a verso
sílaba a sílaba
sin poder evitarlo.
Confirmado.
No soy un buen ejemplo
para los demás.
Pido disculpas por igual
a quienes me conozcan
cuando estoy en la cima
y a quienes en la sima.
El verdadero Alexis
el que más tiempo está conmigo
es el no-Alexis del trayecto.
……………………..
LOS OPINADORES
Un poema de mi libro IPHOEMAS