por Alexis Díaz-Pimienta
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Axel Díaz Hernández |
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Leandro Camargo Pérez |
Axel Díaz y Leandro Camargo: Neorrepentistas cubanos en Bucaramanga. ¿Y yo? ¡Imagínense!
Lo confieso: Desde hace muchos años soy un aliado y un fan de las nuevas tecnologías. En todo lo que hacemos en Proyecto Oralitura (plataforma multipropósito que incluye blog, WebTV, cursos online, redes sociales, microbloggin, streaming, etc.) hemos defendido y hemos puesto en práctica nuestro concepto de “neo-rrepentismo”, una mezcla equilibrada y retroalimentaria de tradición y vanguardia, de pasado y futuro, de oralidad y ciberespacio; la improvisación incorporada al mundo multimedia, transmedia. Esta es, digamos, la esencia de nuestro proyecto. Pues bien, ayer, 27 de septiembre del año 2013, pude vivir uno de esos momentos espectacularmente emocionantes, gracias a esta conjunción de Web 2.0 y tradiciones repentistas. Ayer, 27 de septiembre de 2013, dos de los nuevos valores del repentismo en Cuba, los jóvenes Axel Díaz Hernández y Leandro Camargo Pérez, hacían realidad un sueño personal y profesional de ellos y mío: su debut en la arena internacional, nada más y nada menos que en el prestigioso Festival de Cuenteros ABRAPALABRA, 2013, en el hermosa ciudad colombiana de Bucaramanga, concretamente, en el pequeño pero hermoso y acogedor Teatro Confercu.
Este festival, organizado por la incombustible Sandra Barrera, toda una institución en la producción de eventos culturales en Colombia, ha logrado convertirse durante 19 años en uno de los eventos más grandes (en número de artistas y países participantes, de público asistente, de proyección y alcance mediáticos) de todos los de su tipo en Iberoamérica. Y, desde el principio, ABRAPALABRA ha logrado potenciar el protagonismo de la palabra oral en todas sus variantes,sin exclusión, desde la narración oral escénica (la mítica sesión de cuenteros o cuentacuentos: esencia del evento), hasta la canción inteligente, el monólogo humorístico, el teatro, la literatura, la música y, cómo no, la improvisación poética. Fue este, el ABRAPALABRA, de los primeros eventos de su tipo en incluir la improvisación poética, el repentismo, entre las disciplinas que pasaban por sus escenarios. Tuve yo el privilegio de ser el primero, o uno de los primeros, en llevar la décima improvisada a estos escenarios llenos de grandes artistas de la palabra viva y, sobre todo, rodeados de un público inteligente y ávido de aventuras creativas. Dos veces he podido estar por allá, compartir sueños, versos, aventuras, proyectos con oralitores de otras latitudes. Pero mi mayor proyecto –y ellos no lo sabían, ni siquiera Sandra, la madonna de la palabra, lo sabía– era que ocurriera lo que ha ocurrido ayer, anoche, en ese mágico escenario: que dos de mis alumnos, hijos, seguidores, dos de mis “maestros reversibles”, llegaran a esa escena como abanderados del neorrepentismo y del repentismo-fusión, nueva corriente de la improvisación poética habanera, y que demostraran todo cuanto puede ofrecer este arte de apariencia antigua pero de esencia atemporal, tradicional y vanguardista, tan dúctil y maleable que encaja en cualquier parte. Y de esto se encargaron, en apenas 10 minutos, Axel y Leandro, el primero habanero y actor e instructor de teatro y cineasta en ciernes y, por supuesto, repentista; el segundo filólogo y editor y poeta de la escritura y ensayista en ciernes y, por supuesto, repentista; el primero, matancero-habanero, guajiro-citadino; el segundo, pinareño de pura cepa, guajiro esencial, pero con la ciudad arrodillada ante sus pasos; ambos, intelectuales llamados a recorrer el mundo, a romper las fronteras geográficas y creativas con su arte.
10 minutos bastaron. En un escueto mensaje a través de Facebook Sandra Barreras fue rotunda: “Maestro, su hijo Axel y el compañero Leandro acaban de conquistar Abrapalabra. Bastaron 10 minutos para robarse el corazón”. Y yo, imagínense: orgulloso y feliz y emocionado por partida múltiple: como padre, como repentista, como cubano, como guajiro, como profesor, como amigo. Axel y Leandro habían logrado, por hacer una analogía taurina, llegar a La Maestranza y salir en hombros por la puerta grande. Y bien, ¿cómo lo supe?, ¿como puedo dar fe de su éxito, y hoy mismo, tan rápido? Pues..., gracias a las nuevas tecnologías y al espíritu de Web 2.0 que mueve todo en Proyecto Oralitura. Ni ellos, Axel y Leandro, ni ella, Sandra Barreras, la madonna parole, sabían que yo “estaba allí”, colado entre el público, en las manos y los ojos de una gran amiga que, Ipad mediante y usando el portal streaming de mi Canal Oralitura, estaba transmitiendo, solo para mí, el evento. Llamémosle, “voyerismo info-mediático de legitimación paterno-docente”. Yo quería ver a mis pupilos en activo. Y así fue: vi desde mi casa en Almería, España, cómo dos jóvenes cubanos, delgados y tímidos, dos “guajiritos de los míos” se crecían en su primera experiencia internacional, ante el numeroso público que colmó todas las lunetas del bumangués Teatro Corfescu, un público ansioso de ver la gala inaugural del Festival Abrapalabra 2013.
En este pintoresco y variopinto Palabratón hubo anoche de todo un poco, cuentos de los cinco continentes, en la voz de 17 narradores de distintos países subieron a escena. Y cuando anunciaron a los “contadores” de Cuba, solo entonces, abrí yo una botella de ron Habana 7, dejé caer el primer trago “para mi padre, para Chanchito, para el Indio”, me serví un trago generoso y lo bebí hasta el fondo. Yo estaba solo, en la distancia, sin parpadear casi, contemplando la escena y confiando en que la conexión a Internet no me jugara una mala pasada. Y así fue: no sucedió (cuando a los muertos uno le da su ración de alcohol, todo es miel sobre hojuelas). Al contrario. Mi amiga estaba en un ángulo privilegiado del teatro, y desde sus ojos-pantalla/táctil pude ver cómo Axel y Leandro entraban en escena y dejaban impresionados al público de la principal ciudad santandereana, cómo lograba vencer ese miedo inicial, esos nervios tan incómodos como necesarios, para demostrar, con gran habilidad, cómo se pueden conjugar imágenes poéticas e historias inventadas, en verso, en nuestras clásicas décimas. Y vi más: ellos mismos presentaron, explicaron, describieron el género del repentismo, mezclando con audacia e ingenio todas las herramientas a su alcance: histrionismo, conocimiento teórico, frescura actoral, dominio del lenguaje y, sobre todo, improvisación, repentismo. La webcam de mi amiga temblaba, se movía, iba de ellos al público y del público a ellos; una joven de estilo boterano se detuvo durante unos cinco segundos delante de la cámara, y a mi me pareció un siglo; solo escuchaba sus voces, y risas y comentarios que se estrellaban contra medio metro de espalda; al fin, mi amiga se movió, y luego la joven se movió también, y la webcam hizo un paneo por un público lleno de jóvenes que sonreían o reían abiertamente: caras de asombro, sorpresa, emociones distintas. Me sentí “en casa”, recordé mi paso por el mismo escenario.
Es el de Bucaramanga un público habituado a los cuentos orales, conocedor y entusiasta, pero esta vez se veía sorprendido al ver cómo estos jóvenes tejían una historia, un relato, un meta-cuento sobre su propia condición de repentistas y se lanzaban a hacer décimas nutriéndose, directamente, del contexto escénico. Yo estaba felizmente sorprendido. Otro trago de ron, y un brindis solitario ("¡por mi padre, por Chanchito, por el Indio”). Habían comenzado con la modalidad de repentismo hablado, tan olvidada durante tantas décadas en Cuba y que hemos podido rescatar y hasta poner de moda (es uno de los pilares del neorrepentismo). Pero de pronto se atrevieron con el canto improvisado, sin acompañamiento musical: tonada libre o vueltabajera cantada a capella: aprovechaban la ausencia de músicos para cantar sobre eso mismo y seguir sorprendiendo al público. Pero antes de las décimas, Axel había sacado su vena actoral, humorista, monologal: en complicidad con Leandro contó que ellos traían los músicos en la maleta, y se los habían confiscado en el aeropuerto de Panamá, por sobrepeso. Risas. Más risas. Se veían cómodos. ¿Y yo? Imagínense: “¡Esos son mis muchachos!” Llegado el momento del “punto guajiro”, Axel inició su discurso poético con una décima exquisita. Yo, por supuesto, soy un guajiro-web 2.0 con todos los detalles: estaba grabando la sesión via streaming, por eso ahora puedo compartir los versos.
AXEL:
En este Palabratón,
con tanta gente delante,
si no tengo acompañante
canto con el corazón.
Hasta los oídos son
música en el festival,
porque con magia verbal
en esto del repentismo,
si hay que inventarse a uno mismo
lo improvisamos igual.
Juego de palabras. Aprovechamiento de lo circunstancial. Deixis y proximidad, suave hipérbole en el verso 4 y mejor hipérbole en el puente: “los oídos son música”. A lo que Leandro Camargo respondió, rotundo, con esa seguridad que la ha hecho ser considerado en Cuba el más importante repentista joven del momento:
Los músicos sí han venido,
música es lo que presencio:
las abejas del silencio
zumbándome en el oído.
Ese cartel extendido,
esa luz de voz silente,
como si a ritmo inconsciente
Corfescu fuera una fiesta
y Abrapalabra una orquesta
de afinación permanente.
Una décima de estilo Camargo en estado puro. Ese primer verso refrendando el sentido agonal desde el principio, esas “abejas del silencio”, esa “luz de voz silente”, esa limpia prosodia y, sobre todo, su estilo enunciativo, tan rápido, tan efectivo. ¿Y yo? ¡Imáginense! A partir de ese momento, los jóvenes repentistas cubanos se movieron, con una facilidad pasmosa, casi mágica, por distintos temas, y en sus versos destacaban la importancia de la “Oralitura” tanto para la vida del hombre común, como para toda la cultura iberoamericana. Y por supuesto, la respuesta del respetable fue la esperada: aplausos, risas, exclamaciones, comentarios. Y la cámara-web que no paraba de moverse, y más aplausos, aplausos, aplausos.
Un momento especial, de gran impacto, fue cuando a un ritmo increíble los poetas se interrumpían (media letra, trovo robao, décima partida) e improvisaban las décimas sin pensar, casi adivinándose los pensamientos, cortando el aliento de los espectadores. ¡Esos guajiros! Esta era su primera presentación en el Festival y se estaba auto-poniendo el listón muy alto, estaban creando grandes expectativas para sus próximas presentaciones. Habían dicho que eran solo 10 minutos, pero yo había perdido la noción del tiempo. Tenía una rara sensación: me parecía “poco” tiempo, porque quería más, pero me parecía “mucho” porque quería que acabaran ya y dejaran ese buen sabor de boca, que no corrieran más riesgos. Pero ellos estaban como dos veteranos. Seguían con las décimas partidas, verso a verso, como en un juego tan peligroso como estimulante:
Repentistas, cantautores,
saltimbanquis, marionetas,
danza, comedia, poetas,
juglares y verseadores.
Zanqueros, conversadores,
cuenteros de ágil memoria.
¨Stand up comedy¨, euforia
de circo y de carnaval.
Este es nuestro festival:
Palabras que hacen historia.
Y este sí parecía el final. Aplausos grandes. Mi amiga no se da cuenta y ella aplaude también con el Ipad, con la Webcam, con ellos mismos de lado, de cabeza. Vaya terremoto. Todo se mueve. Más risas, más aplausos, confusión de comentarios. ¿Y yo? ¡Imáginense! El tercer ron y el tercer brindis con los maestros superiores. ¡Esos son mis muchachos!, pensaba, e imaginaba, quería imaginar, lo que estaba pasando entre bambalinas: los abrazos, las felicitaciones, las risas amplias, por ejemplo, de esas catedrales de la oralidad llamadas Ana Griot o Amalia Lu Posso Figueroa. La satisfacción de Sandra.
Y al final, cuando todo acabó, ya saben: estuve toda la noche preguntándome: ¿y ahora cómo yo cuento esto? ¿O no lo cuento? ¿Me lo guardo, lo escondo para que sea un ejercicio de voyerismo en toda regla? Y hoy me he pasado todo el día igual, calibrando lo pros y los contras de contar mi aventura cibernáutica. He intentado hablar con ellos, via Facebook o Skype, para que me contaran de viva voz sus impresiones, pero nada: deben estar ocupadísimos entre tanto oralitor en estado silvestre. Así que decidí olvidarme de ellos y contar yo mi parte, narrar cómo viví el debut de mi hijo Axel y de Leandro Camargo en el Teatro Corfescu de Bucarmanga, el verdadero debut del neorrepentismo en festivales internacionales. Un autorregalo de Proyecto Oralitura.
Y ahora que lo conté, que ya todos lo saben (ellos también, y Sandra, se enterarán de todo a través de este post ); ahora que todo ya pasó y su éxito y mi voyerismo serán de dominio público; ahora ¿y yo? ¡Imagínense!
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