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(Juan Bonilla)

Del Blog de Díaz-Pimienta

abr
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CRÓNICAS DEL DESAYUNO. PRIMERA MAÑANA EN BOSTON

Publicado por Alexis Díaz Pimienta el 3 abril 2019 a las 1:28 pm

para Pedro Poitevin y Sara



Buenos días desde Boston,
comienzo a desayunar
y advierto (para rimar)
que es en marzo, no en “agoston”,
porque las rimas en “-oston”
no existen en español.
Hay 1 grado. Hay poco sol.
Boston vuelve a recibirme
invernal, para decirme,
“Well, I hope you like it all”.

Me gusta Marblehead, sí.
Me gusta su olor a invierno.
Debe ser el sempiterno
Marco Polo que hay en mí.
Llegué anoche y ya preví
que el jet lag me despertara,
que el sol de pronto me echara
cálidos chorros de luz
sobre el insomnio andaluz
que se me quedó en la cara.

Estoy en Marblehead, solo.
En casa de Poitevin.
Regreso a Boston (por fin),
ciudad que medio controlo.
Voy a ver cómo extrapolo
experiencias anteriores
para interpretar sabores,
sonidos, textos, texturas.
Esto de las aventuras
tiene sus riesgos, señores.

Al estar en casa ajena
desayunar me acoquina.
No controlo esta cocina,
me habla en inglés la alacena.
Quedan restos de la cena
(queso, pan, salami, vino)
pero el pobre peregrino
tiene sus gastro-querencias,
culinarias apetencias
y Pedro no es adivino.

Veo mantequilla y pan.
La máquina del café.
Un termo para hacer té.
Frutas que hablan: “Eat me, man”.
¿Los cereales dónde están?,
me pregunto yo que en casa
ni los miro. Qué me pasa.
¿El síndrome del viajero
que a todo le pone un pero
por su obsesión antigrasa?

Pienso: “mientras desayune
voy a ponerme a escribir
mis crónicas y a decir
qué me aleja y qué me une
a Boston”. ¿Cronista impune?
¿O en lugar de ser cronista
el viajero repentista
sin pensarlo, sin ponerse,
está jugando a volverse
fotógrafo decimista?

Por fin, corto pan, lo unto
con mantequilla y rebano
un salami (no es tan sano,
pero ya está). Me pregunto
si el breakfast es un asunto
poético o no lo es.
Pienso en Prevert y después
en Audrey y en los diamantes.
“Ya no somos los de antes,
Audrey, ya nadie lo es”.

¿Desayunar sin diamantes
sin Audrey y sin Nueva York
me hace menos escritor,
entro al gremio de farsantes?
No lo sé. En estos instantes
un gato bajo la mesa
jura que no le interesa
el cine y me roza el pie.
¿El gato querrá café?
¿Y si Audrey Hepburn regresa?

Y en esto se escucha un ruido,
un metálico “tin-tin”.
Me asomo y es Poitevin
que ha vuelto a la casa. Ha ido
a la school en cometido
paternal, con sus pequeños.
Mis anfitriones son dueños
de una rutina envidiable
que me hace sentir culpable,
torpe interruptor de sueños.

Anoche cuando llegué
Pedro y yo madru-charlamos.
Qué tertulia improvisamos
entre el jet lag y el de pie.
Llamé a Lope. Le avisé
a Prevert y a los Machado.
Ginsberg posó disfrazado
de Lorca y Lorca de Sting
mientras Pedro Poitevin
era Pascal inspirado.

Matemática y poemas.
sonetos y logaritmos.
acentos, sílabas, ritmos,
hemistiquios, teoremas,
triangulaciones, esquemas,
dos más dos, uno por uno,
Borges, Lombardi, Unamuno,
“tenemos que terminar
porque se van a juntar
la cena y el desayuno”.

 Y a las dos de la mañana
nos despedimos, felices.
Vaya mezcla de raíces:
Guatemala con La Habana
en la noche bostoniana
hablando de poesía.
Yo me acosté y presentía
que Sir Jet Lag, el muy tonto,
iba a despertarme pronto,
a primera hora del día.

Y aquí estamos. Poitevin
recién llegado a mi mesa
y yo como el que confiesa
“mejor entre dos”, come in.
Vuelve Vallejo al festín
de la charla mañanera.
Boston no entiende siquiera
lo que Trilce significa
mientras Poitevin me explica
que vuelva a la carretera.

Y yo digo: ¡qué oportuno
que hayas vuelto!, ¡menos mal!
Por poco le pongo sal
Al café del desayuno.
Sonreímos. Hoy ninguno
tiene otro plan que charlar
de poesía y viajar
a Framinghang¡ por la tarde.
Vaya dialéctico alarde
de ambos al desayunar.

Y así termino esta crónica
bostoniana (la primera).
El pan desde la encimera
mi mira con risa irónica.
Siento lejos una armónica.
“¿Dylan me está saludando?”
Pienso en Frost mientras (h)ablando
el pan y revuelvo el té.
Boston, ¿qué tal se me ve
cuando estoy desayunando?

“Poesía y matemáticas”,
qué bien empieza mi gira.
De pronto, el gato me tira
miradas aristocráticas,
insinuaciones erráticas
de gato contrabandista.
¡Mejor que calle el cronista
el diálogo improvisado
entre un poeta rimado
y un gato versolibrista!

Alexis Díaz-Pimienta
26 de marzo de 2019

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