Lope de Vega decía que "las décimas son buenas para quejas". Y esta estrofa ha estado ligada, durante siglos, a la poesía festiva, circunstancial, de ocasión. Pero la décima no sólo debe servir para esto. No solo es divertimento creativo, improvisado o no. Tampoco debe ser mero ejercicio literario, creativo, poético. Así al menos lo he visto yo, que nací y me he criado dentro de la décima, y que, por familiaridad y necesidad, la he usado para todo o para casi todo. También para cantar dolores, amarguras, preocupaciones que me enferman. Y si algo me enferma, literalmente, son las guerras. Todas las guerras. Hasta las que ya acabaron y leemos como capítulos de una novela macabra en los libros de texto. Cuando era niño siempre pensaba que las guerras eran cosas "del pasado". Las veía lejanas, ajenas, "imposibles". Pero si envejecer tiene su gracia, también tiene su precio. Y ahora todas las guerras, hasta las del pasado, ocurren dentro de la casa donde escribo, y yo en medio, y mis hijos en medio, todo vulnerable. Entonces, durante años he escrito décimas sobre y contra la guerra, contra todas las guerras; décimas que he recitado o cantado (no improvisado) en distintos momentos, pero que nunca había publicado juntas. Así que ahora que, tristemente, truenan otra vez los tambores de guerra, comparto con los lectores estos poemas "de maldita ocasión", confiando, iluso, en el poder disuasorio de la poesía.
DÉCIMAS CONTRA LA GUERRA
1. Último auto de fe contra la guerra
I
El Armagedón es sólo
un cuanto de horror antiguo.
Prensa Latina: averiguo
que hay un boquete en el polo.
Agencia EFE: un Apolo
y un Pershing-2 enmarcados.
WAFA: más asesinados
sobre la sangre de Cristo.
Vía Satélite: he visto
mis propios huesos quemados.
II
Reuters: nuevos portaaviones.
Notimex: viejos misiles.
CNN: cuántos fusiles.
BBC: cuántos aviones.
Radios y televisiones,
Tabloides y suplementos.
Niños que no saben cuentos.
Abuelos adolescentes.
Madres vírgenes, sin dientes.
Padres huérfanos, hambrientos.
III
Hoy no veré el telediario.
los cadáveres de ayer
aún huelen. ¿Cómo comer?
¿Cómo mezclar obituario,
necrológica, sudario,
con pan, cebolla, cocido...?
¿A quién se le habrá ocurrido
la idea de que coincida
con la hora de la comida
el horror retransmitido?
IV
Hoy no compraré la prensa.
Después de ver la portada
de ayer (triste foto ampliada,
titular en letra inmensa)
me he quedado sin defensa,
lectopléjico, aturdido...
¿A quién se le habrá ocurrido
la idea de que los diarios
sean como noticiarios
que les quitan el sonido?
V
Esta es tu tierra, Colón.
Copérnico, esta es tu tierra.
¿Por qué rimará con guerra?
¿Coincidencia, previsión?
¿A quién pedirle perdón
si estalla el globo “guerrestre”,
cuando el miedos nos secuestre
y el oxígeno hable solo?
El Armagedón es solo
la fe en la vida terrestre.
2. Letanía de la guerra y de la muerte
I
Y guerra y guerra y más guerra:
Damasco, Jerusalén,
Faluya, Darfur, Belén…
hemofílica la tierra.
Y guerra y guerra y más guerra.
El oxígeno viciado.
Un niño se hace soldado.
Otro niño mata al padre.
Una niña nace madre
de sí misma en un legrado.
II
Y muerte y muerte y más muerte.
Aves que tosen y migran.
Aeronaves que peligran.
Ballenas con mala suerte.
Y muerte y muerte y más muerte.
Fumadores. Bebedores.
Exiliados interiores.
Prófugos del compromiso.
Atención: ¡Último aviso!
¡La tierra murió, señores!
III
Y guerra y guerra y más guerra
Y muerte y muerte y más muerte.
¡La tierra murió¡ ¡Qué fuerte!
La tierra muerta en la guerra.
Atención, señores: yerra
quien en muerto se convierte.
La guerra parió a la muerte.
La muerte mató a la tierra.
Y guerra y guerra y más guerra.
Y muerte y muerte y más muerte.
IV
Letanía de la guerra.
Letanía de la muerte.
La tierra muerta, ¡qué fuerte!
La guerra pariendo guerra.
Muerte que otra muerte encierra.
Guerra que otra guerra advierte.
Aguerrida muerte inerte.
Guerrera muerte que aterra.
¡Muerte a la muerte! (la Tierra)
¡Guerra a la Tierra! (la Muerte).
Y guerra y guerra y más guerra
Y muerte y muerte y más muerte.
Letanía de la muerte,
letanía de la guerra.
Y guerra y guerra y más guerra
Y muerte y muerte y más muerte.
Letanía de la muerte,
letanía de la guerra.
3. Dote generacional
I
Qué generación la nuestra.
Autos. Botellas. Regalos.
Films en que ganan los malos.
Sexo frente a la maestra.
El micrófono en la diestra.
El chicle. El humo. La copa.
Credid card. Marcas de ropa.
Tours de week end a la luna.
Safari en tierras de hambruna.
Hambre náufrago en Europa.
II
Sordos. Ciegos. Intratables.
Inmóviles. Sin coartada.
Monolitos de la nada.
De casi todo culpables.
Silentes. Irresponsables.
Sin fuerza. Sin opinión.
Cómodos en el sillón
del silencio y la mentira.
Regulándonos la ira.
Digiriendo la no-acción.
III
Qué generación la tuya.
la mía, la del vecino…
Veteado de hambre el tocino.
Y eructos. Y gol. Y bulla.
Y Anorexia. Y Dios farfulla
en misa, tartamudea.
Mar Negro. Negra marea.
Mar de negros en el mar.
Qué vergüenza respirar.
Mea culpa. Culpa mea.
IV
Qué triste generación
ésta que cuando envejezca
pretenderá que parezca
todo el pasado ficción.
Móviles. Televisión
digital. Mp3.
Internet pagando al mes
céntimos de indiferencia,
calderillas de indolencia,
primas de desinterés.
V
Somos la generación
del no-yo, del yo-tampoco,
del a-mí-no, del un-poco,
de qué, sí, pero perdón.
Somos pequeña porción
de un Todo que nos convoca
a una connivencia loca,
quedando del resto aparte.
Pido perdón por la parte
de miseria que me toca.
4. Otras víctimas del telediario
I
Una mujer en Kabul
está siendo lapidada
por rescatar su mirada
del fondo de un burka azul.
Una joven de Estambul
está con otra cenando
en un restaurante cuando
estalla un desconocido.
Mueren las dos. Sangre. Ruido.
(Y seguimos almorzando).
II
Un avión de pasajeros
se estrella en un descampado.
Hay muertos por todos lados
y hierros y humo y bomberos.
Varios niños pistoleros
Posan y matan jugando.
El sida sigue preñando
a las negras de Botswana.
La ONU otra vez sale rana
(Y seguimos almorzando).
III
Flotan tres subsaharianos
en una playa serena.
Tres más tiemblan en la arena
entre bañistas cercanos.
Venden derechos humanos
a precios exorbitantes.
Dos antiguos emigrantes
explotan a otros que emigran.
Dos proxenetas denigran
el honor de su amantes.
VI
Dos niños que tirotean
a otros niños del colegio.
Curas con el privilegio
de sobar sin que los vean.
Parejas que no procrean,
Pero compran ADNs.
Alfombras rojas. Rehenes.
Roll Roices y fosas comunes.
Semanas con siete lunes.
Vaivenes de good by bienes.
V
Y seguimos almorzando
Viendo la tele, bebiendo,
Haciendo el amor, comiendo,
comprando ropa, fumando.
Y seguimos conversando,
sacando al perro, riendo,
trabajando, compartiendo,
fornicando, respirando,
cómplices del hasta cuándo,
compinches de lo tremendo.
VI
¿Me pasas el pan? ¿Me pasas
o alcanzas la servilleta?
¿Me das más vino, poeta?
(Lo mismo en todas las casas).
Comentarios sobre grasas,
calorías, cuerpo blando.
¿Me alcanzas el telemando?
¿Carbohidrato o proteína?
El Telediario termina.
Y seguimos almorzando…
5. Hollywood tiene la culpa
I
Hollywood tiene (y se calla)
la culpa de que veamos
sin que nos estremezcamos
cadáveres en pantalla.
Los muertos de una batalla
parecen de atrezzo, falsos,
como los niños descalzos,
mocosos y barrigudos,
como los enfermos mudos
y los cuerpos en cadalsos.
II
Hollywood es responsable
de que todo el mundo vea
un muerto real y crea
que es un efecto premiable.
Hollywood es el culpable.
Y los hermanos Lumière.
Y los wensters del ayer.
Y Bogart. Y Marlon Brando.
Y Jean Dean. Y el telemando
para otros canales ver.
III
Porque en todos los canales
hay cuerpos asesinados
que parecen maquillados,
con efectos especiales.
Pero son muertos reales:
en Kosovo y en Mosul,
en Falluyah y en Kabul,
en Gaza, en Jerusalén...
Muertos sin hijos de quién.
Muertos sobre fondo azul.
IV
Y el presentador ensaya
con qué tono va a decirlo,
cómo debe describirlo
cuando se muestre en pantalla.
Resumen de la batalla:
tres muertos y un lesionado.
Resumen del atentado:
diez muertos y veinte heridos.
Sinopsis de sinsentidos
y auditorios mutilados.
V
Miles de televidentes,
millones de espectadores
transformados en veedores
de nada, en ojos silentes.
Siempre así: no hay inocentes.
Todos somos responsables
de tantos inenarrables
suplicios bien maquillados.
Todos somos implicados
y cómplices y culpables.
VI
¿Qué diferencia al occiso
pálido de una ficción
del occiso sin guión
que está tirado en el piso?
¿En qué difiere un kirguiso
que es cadáver de verdad,
de un actor que, en realidad,
ni es kirguiso ni está muerto?
(¡El truco del cráneo abierto
está hecho bien cantidad!)
VII
¿Qué diferencia a un difunto
por efectos especiales
de las víctimas mortales
de una guerra en cualquier punto?
Ya casi nada es asunto
del cristal con que se mira.
Ya no. Ya provoca ira
que exista una sociedad
con difuntos de verdad
en cristales de mentira.
VIII
Hollywood tiene (no falla)
la culpa de que durmamos
tranquilos, sin que sintamos
vergüenza ajena. Y quien calla
frente a lo que ve en pantalla
no es un simple espectador:
es un anónimo actor
al que Hollywood contrata
para, cada vez que mata,
tener un rating mayor.
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Todas estas décimas forman parte del libro "Exilio interior".
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