Entrevista con Jorge Oliver Medina, maestro de generaciones y generaciones de ilustradores cubanos, padre gráfico del Capitán Plin y todos los personajes de la Isla del Coco, y padrino de Chamaquili, un personaje que se ha colado en el alma de todos los niños de Cuba, España, México, y otros lugares del mundo.
Cuando uno tiene la suerte de conversar con Jorge Oliver Medina, y escucha o lee sus desenfadadas opiniones, tan criollas, sus respuestas dignas de asombro, no se detiene a ver cómo salta a la vista su cúmulo de profesiones (crítico, ilustrador, historietista, conductor de programas de TV…), no piensa en su treintena de títulos publicados, en sus personajes más conocidos, en lo poderosa que debe ser su capacidad de trabajo; uno simplemente ve a un hombre llamado Jorge Oliver, y recuerda con simpatía su falta de solemnidad durante las ferias del libro en La Cabaña, acá en La Habana; o si no ríe hasta el cansancio por sus exabruptos de humor inteligente.
Según me ha comentado, como creador puede ser padre o padrino y resulta que entre sus ahijados vive hace tiempo el famoso Chamaquili, ese ocurrente niño creado por Alexis Díaz-Pimienta que entre poemas y dibujos cautiva inmediatamente a los niños.
Bajo su pelo de nieve, Oliver muestra su cara de sabio alerta, de joven con gafas de aumento y ese sello de autenticidad nítida, sin límites, esa carta de presentación, fue más que suficiente para fraguar este diálogo.
Gracias a tus ilustraciones, desde su primera aparición, el personaje de Chamaquili ha tenido un rostro que el lector infantil –y adulto en algunos casos- ha hecho suyo. ¿Cómo haces para darle “vida” a un personaje?
En mi caso depende si uno es el padre o el padrino. Si el personaje es solo mío, casi siempre nace dibujando, se va formando a punta de lápiz, boceto tras boceto hasta que uno de ellos me convence que es el mejor. Cuando el personaje es de otro: reconozco y respeto la paternidad del amigo, me tomo las responsabilidades del padrino y reclamo del padre ciertas libertades en su creación.
Claro que no logro apadrinar a todos, hay personajes que no me “encajan” y a veces tengo que renunciar a ellos. De esos no hablo. En general los casos más felices clasifican como “Amor a primera vista”. El autor del texto me lo muestra y ya no puedo quitármelo de la cabeza, en cualquier trozo de papel, trazo una y otra vez al ahijado, lo dibujo mil veces, lo repito hasta el cansancio hasta que llega el día del bautizo, cuando sale publicado por primera vez. Eso no quiere decir que el tiempo se detenga, casi siempre el personaje sigue creciendo, cambia de aspecto, interactúa con el entorno, vive sus aventuras… pero trato de seguir siendo su padrino.
Alexis Díaz-Pimienta y tú han formado un binomio eficaz: él con la autoría de los poemas, tú con las imágenes. ¿Cómo ha sido esta relación de trabajo?
Nunca ha sido una relación de trabajo. Me gusta creer que es una relación de “socio”, como llamamos en Cuba a un amigo querido. Los mejores calificativos son: admiración y respeto, para fundamentar la base de esta relación. Primero: admiro a los dos, a sus textos y al ser humano que es Alexis Díaz Pimienta. Segundo: respeto tanto sus palabras escritas como sus instintos y acciones como persona. Por lo tanto estoy convencido de que soy un tipo muy afortunado por tener la oportunidad de trabajar junto a él.
Conocí la obra antes que a la persona. La primera me dejó con la boca abierta, la segunda me ganó enseguida. Creo en los mismos sueños, tiemblo con los mismos miedos, gusto de la misma música, me enfrento a los mismos misterios que este criollo, isleño, rebelde que me permitió cabalgar a su lado. Al final del camino, si tiene algún final, me gustaría saber que honré el privilegio de equivocarnos juntos.
De los títulos publicados por la colección Mapá, ¿cuál prefieres y cuál te ha resultado más interesante? De cuál te sientes más satisfecho y cuáles son los poemas que más recuerdas?
El último. Por eso los leo por primera vez con cierto temor. Pero nunca me han defraudado, ni los libros, ni los poemas, cada nueva entrega supera a la anterior. Me sorprendo cuando compruebo que en cada libro mis ilustraciones “maduran”, pero luego hallo explicación al milagro en el hecho mágico de que Chamaquili logra poner la vara más alta en cada entrega, así que no queda más remedio que seguirlo.
Coincidirás conmigo en que la calidad también evoluciona. En el caso de Chamaquili se hace cada vez más notable. ¿A qué se debe tanto éxito?
Puedes copiar la respuesta anterior para contestar esta pregunta. Agrega solamente que lo del éxito siempre será un misterio para mí y vuelvo al entorno familiar para que entiendas: uno le pone todo a la crianza del “Chama”, pero cuando sale a caminar el mundo lo hace solo, con sus propios pies y si los demás lo aplauden, a usted le entra esa cosquilla en el estómago, ese orgullo que pone las orejas calientes, porque le parece mentira que ese que va ahí es tu hijo.
No lo dices a nadie, pero jamás llegas a entender por completo ¿Por qué lo haces bien? Si los demás a veces te reconocen algún mérito en ello, miras para el suelo, sonríes bajito y pones esa cara de tonto culpable porque no sabes ¿Por qué c… tanto alboroto?
Próximamente Chamaquili en Almería llegará al mercado español. No temes el enfrentamiento con un público que hasta ahora solo te conoce por tus famosos personajes del Capitán Plin, y Rui la Pestex…
Alguien muy valiente dijo que todos sentimos miedo alguna vez y que lo importante es aprender a vencerlo. Yo quiero creer en eso, además no me queda más remedio. Publicar en España no es publicar en el extranjero, es alcanzar un mérito, es cumplir con los abuelos, es graduarse en patio propio, es bailar en casa del trompo, es volver a la semilla, es presentarse a teatro lleno, es intentar mostrar un fruto digno a las raíces que respeto… ¡Vale la pena el riesgo!
A los que hemos disfrutado de las ilustraciones de Chamaquili en Almería nos asalta una pregunta: ¿es pura imaginación o conocías de antemano ese pedazo de tierra andaluza como para darle credibilidad a las imágenes, hasta tal punto que un niño almeriense se sienta identificado con él?
Eso es un secreto, profesional digo, uno antes de hacer, piensa, medita, investiga, pregunta… aunque en este caso el proceso fue más fácil. Los paisajes de España no son un secreto para nosotros. Están en los cuentos de los mayores, en los textos de los maestros, en los orgullos que llevamos los latinos dentro.
Luego de eso, confieso, está también la sorpresa… contarle a los que habitan el lugar donde suceden los hechos, cómo son los paisajes, el aire y los colores del viento, es un atrevimiento. Uno lo asume, como un reto, porque es demostrar que se quiere lo que se está haciendo. Eso forma parte del juego: llegar al lector. Ese es el gran jurado, pero es también el que puede dar el mayor premio.
La literatura infantil necesita de imágenes. Ayuda al niño a adaptarse a su contexto social. Es didáctica. Chamaquili, felizmente, no escapa a esos preceptos. Paralelo a Alexis, tú has hecho de Chamaquili un cúmulo de poemas visuales, siguiéndolo en cada etapa de su formación, curioseando a dúo travesuras y sorpresas. Sobre estas últimas imágenes, ¿tienes alguna anécdota que quisieras compartir?
Puedo escribir un libro con todas las anécdotas que me han ocurrido con Chamaquili. Te cuento algunas de las buenas, que son la mayoría.
El diseñador de los libros de Chamaquili, Yuri, está tan convencido de conocer al Chama tan bien que se atreve a juzgar cada ilustración que hago. No es raro que en medio del montaje de las páginas me diga casi enfadado: Pero… este no es Chamaquili, está más flaco, está más gordo, estirado o feo. Se cree en el derecho de defender la imagen de su hermano (Yuri es uno de mis hijos de carne y hueso). Lo mejor de la anécdota es que la mayor parte de las veces, ¡está en lo cierto!
Yo no conocía en persona a la mamá de Chamaquili, hasta que hace unos días estuvo por mi casa de visita. No me atreví a preguntarle, porque ella nació en Almería, pero me moría por saber si reconocía a su país en mis dibujos. En medio de la conversación con mi esposa, le soltó que cómo yo había logrado pintar esos detalles en los paisajes, los montes, las playas, las cabras, el ambiente… no sé lo que le habrá dicho mi mujer, pero ese juicio me sonó a premio.
Por último te cuento, tengo una sobrina-nieta que sólo levanta dos años del suelo. Esta semana llegó a nuestra mesa de trabajo cuando estábamos en pleno ajetreo, miró todos los papeles regados, los bocetos, y de pronto se empinó y puso un dedito sobre una ilustración, exactamente sobre un personaje y dijo: ¡E´te e´Chamaquili! ¡Imagínate la sorpresa y el orgullo de este tío-abuelo!
Sabemos que tu mundo más conocido es el de la animación. ¿Para cuándo habrá dibujos animados de Chamaquili?
Estamos trabajando en ello. El cine lleva tiempo, para mí demasiado tiempo, depende de un equipo de creadores. Por suerte todos son “Chamaquileros” y están más entusiasmados que yo en poner en movimiento al Chama. Puedo jurar que este año tendremos el primer animado, ojalá quede bueno.
Hay padres que dicen que sus hijos han crecido a la par de Chamaquili. Entonces, ¿la saga seguirá creciendo?
Vendrá lo que decidan los lectores que conservan vivos los Chamaquilis que llevan dentro. Estoy seguro que Alexis y con él yo, les vamos a seguir el paso, mientras ellos quieran habrá Chamaquilis, y ojalá que sea hasta el final de los tiempos.
(Tomado de la Revista Alma Máter, julio-agosto, 2013: http://www.almamater.cu/sitio%20nuevo/paginas/cultura/2013/agosto/JorgeOliver.htm)
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