"Uno de los mejores narradores cubanos de la hora presente"
(Juan Bonilla)

Del Blog de Díaz-Pimienta

dic
14

LO QUE SE PERDIÓ TOMASITA…

Publicado por Alexis Díaz Pimienta el 14 diciembre 2009 a las 12:43 am
En pasado 11 de diciembre, en el bucólico caserío de Jagüeycito, en Nueva Paz (La Habana),
después de haber cantado y haberse retirado Tomasita Quiala, dos de sus colegas,
los también repentistas Luisito Quintana y Oniesis Gil, protagonizaron una encendida
controversia en homenaje a la popular improvisadora cubana.

Por Rolando Avalos Díaz
Fotos del lugar: Víctor Manuel Alfonso.
Foto de los poetas, Manuel. M. Mateo.


Era de noche y permanecíamos allí. La primera impresión fue de expectativa. La
segunda de sorpresa. La tercera una verdadera catarsis. Con pulóver de rayas y
pantalón de mezclilla, con mirada profunda, Oniesis Gil, pinareño, se hallaba en
una esquina, esperando. Pero en la otra, de camisa, pantalón y tenis deportivos,
mano sobre el micrófono, voz enérgica e inflexiones acaloradas, Luis Quintana
arremetía tras el micrófono redondillas como esta:

¿Si se me fue Tomasita
cómo me voy a sentir?
Como el que le empieza a abrir
grietas a la voz que grita.

A pesar de que Tomasita Quiala minutos antes se había retirado del guateque, el
público, idéntico a los espectadores de los coliseos romanos, respondía gritando
cuando concluía cada décima dedicada a la poeta. Aplausos continuos, ovaciones y
Oniesis, con tono pausado, con imágenes complejas, aseguraba que Tomasita era una

…profesora con alpiste
de volátil pensamiento.

No podía creer que tanta efervescencia durase más de cuatro horas, que las
personas de Jagüeycito se acercaran al proscenio para ver a los poetas de cerca,
parecían querer tocarlos, comprobar que eran reales y no casi divinos como las
décimas que dedicaban a esa gloria del repentismo cubano que ya habían
homenajeado días antes en Artemisa. Nadie quería perderse nada. Destacaba la
agilidad y la prisa de Luisito, pero después Oniesis enriquecía el paisaje con
sus inigualables metáforas. Horas antes saludaron, más serenos, al pueblo y su
gente, dibujando con maestría el ambiente rural:

La tarde puso un asiento
sobre un gajo de Jagüey
y la gota de batey
llenó la copa del viento.
(Oniesis Gil).

Y los espectadores desde entonces no pararon de aplaudir y desatendieron la
gastronomía. Los instrumentos continuaron en su orquestación. Antes habían
pasado por la escena Ernestico Guerra y Yasmani de Armas, Osvel Suárez y
Tomasita. Ni antes ni después el calor transigía un poco. Jagüeycito, bien
adentro del monte, especie de oasis con techo de guano en medio de un desierto
conformado por todo tipo de plantas posibles, sin casi habitantes y veredas que
conducían a otras veredas con mucha tierra colorada y polvo, hacía inverosímil
las ciento de personas que se sumaron, que se reunieron allí. Continuó Luisito:

Siento que la tarde canta
por la boca de la brisa,
que el aire es una camisa
que a lo lejos se levanta.

Dibujaban, con hábiles pinceles, el ambiente bucólico que los rodeaba. En
segundos que mediaban entre una décima y otra, asistíamos a un debate sobre la
importancia de la existencia de Tomasita, de la calidad poética de sus versos.
Tomasita llegó a convertirse sin estar físicamente, porque ya se había ido, en
jurado calificativo de lo que cantaban ellos. Pudo escuchar, antes de que se fuera:

Ahí estás, mulata mía
¿de qué forma fue que Dios
te abrió un zípper en la voz
para echarte poesía?
(Luis Quintana)

Luego empezó a oscurecer bajo el techo de guano, aunque la luz del sol ardía
afuera y aún vislumbrábamos automóviles de piel/ que usan combustible verde (L.
Quintana aludiendo a los caballos de los asistentes). Tomasita fue en boca de
Oniesis y Luisito, maestra, madre, luz, mariposa, ejemplo, admiración… Sólo
halagos. Así transcurría la tarde. El sol fue desapareciendo, la gente no,
nosotros tampoco. Ráfagas salían de la voz de Luisito, de Oniesis. De pronto
Luisito miraba a la cámara de Oralitura y contaba anécdotas de la derrota de su
arrogancia cuando joven, muerta en el campo de batalla, en el primer combate,
con Tomasita. Oniesis tuvo embestidas similares. Luisito volvió a mirar los ojos
de la cámara y dándole otros matices a la tonada, quebrando la voz, evocó otras
escenas de su vida al lado de ella. Gil dio en el punto que seguro Quintana ya
había pensado:

Nadie sabe precisar
con un verso manifiesto
cómo una mujer ha puesto
a los hombres a temblar.

No estaba Tomasita, pero la veíamos sonriente, sentada entre el público
eufórico, que no podía permanecer sentado, en las exclamaciones, en las palmadas
cuando concluía esta décima

…Oshún debe estar celosa
de esta diosa que improvisa.

Continuaba el homenaje. Hacía rato la noche nos circundaba y ni cuenta nos
dábamos. Aplaudíamos con excitación. La firmeza de la prisa era indiscutible.
Tomasita se volvió un Todo, entró y salió del mar:

Ella se hizo una bahía
virgen de profundidad
buscando la claridad
de luz que no conocía.
(Oniesis Gil)

A través de un enorme bafle a la izquierda de los repentistas, sobre el
escenario, Quintana señaló:

Tomasita, desenvuelta
anda en todos los guateques
e inunda los bajareques
del agua que hay en su delta.

Y más tarde, no sólo se hizo de agua, también, por Gil, gozó de resonancias
bíblicas:

Tomasita es como el Cristo
femenino de mi aliento,
magia de mi pensamiento
para vencer el Mefisto.

A continuación todas las estrofas improvisadas empezaron con el sintagma “Ella”.
Ella creció en las voces de estos dos jóvenes poetas. Ella-brújula, Ella-faro,
Ella-paradigma para las nuevas generaciones. Ella que no estuvo allí y no lo
oyó, porque se había ido temprano.
Una de las últimas décimas de Luisito concluyó, con reforzada pasión en su tonada:

…que nadie alardee de huella,
que sepa todo cubano
que todo el mundo es mediano
si se compara con ella.

Caímos en la cuenta de las pocas, pero eficientes, mujeres repentistas cubanas.
Recordemos los nombres de la veterana Vitalia Figueroa, por ejemplo.
Tanta riqueza imaginativa parecía no tener fin. Sin repetirse, dejando
boquiabiertos a los que, impulsados por la emoción se les acercaban y hasta le
brindaban cerveza, concluyeron la controversia con una décima partida y un abrazo.
Pero todo no acabó ahí.
El público ni quería irse ni estaba conforme. Vocearon, casi a la misma vez,
pies forzados para seguir disfrutando la presencia de los poetas. Los poetas, a
ráfagas, respondieron. ¿Complacidos? Aún no, pusieron más pies forzados y más.
No los dejaban bajar, caminar, saltaban de algarabía y los cercaban con abrazos
como a los deportistas famosos o las estrellas de cine. Luisito y Oniesis se
miraron riendo. Escuchábamos comentarios pretenciosos, pero tolerables, porque
tanta emoción no amerita otra cosa: ¡Estos son los mejores poetas de Cuba!, se
escuchó en la lejanía.

12 de diciembre de 2009
  1.  

    |