"Uno de los mejores narradores cubanos de la hora presente"
(Juan Bonilla)

Del Blog de Díaz-Pimienta

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OYENDO A BENNY MORÉ EN UN LUGAR LLAMADO NÍJAR

Publicado por Alexis Díaz Pimienta el 23 noviembre 2012 a las 2:31 pm

Hoy, como ayer, toca complacer a los amigos. Amigos y poetas. Amigos y nostálgicos. Amigos poetas nostálgicos. Como Amadito del Pino, el dramaturgo, el teatrólogo, el periodista, el crítico cultural, el eterno gordito  de Clandestino* que sigue, ahora en Madrid, extrañando su plato de los frijoles negros, y, para recordarlos, busca canciones de Benny Moré, o poemas sobre Benny Moré, busca música buena allí donde la haya. Así que esta entrada de hoy es para ti, poeta (pocos, estoy seguro, saben lo que buen poeta que eres: poeta del papel y de la vida, "un poeta de verdad", parodiando al olvidado Boris Polevoy).

Entonces, hoy comparto con los visitantes de mi cuarto (y con mi amigo Amado) este poema-homenaje al genio de la música popular cubana: el gran Benny Moré, cantor eterno. Y al evocarlo recuerdo a mi padre, no lo puedo evitar. No quiero. Y recuerdo a mi madrastra Carmen (una de las tantas). Y recuerdo aquel cuartucho de la calle Escobar, esquina a San Lázaro, donde vivíamos cuando yo tenía 12, 13 años. No sabía yo, entonces, que Amadito del Pino iba a extrañar un plato de frijoles negros en  el Madrid de 2012,  y que lo paliaría oyendo a Benny Moré; pero allí estaba yo, adolescente, flaco, sintonizando de lunes a viernes un programa de Radio Progreso dedicado al Bárbaro del Ritmo. Once la mañana y la voz de Rosillo llenando todo el cuarto, y la Big Band del Benny atravesándonos el corazón, como su voz, eterna: Hoy, como ayer / yo te sigo queriendo, mi bien! El Benny canta y mi padre, en la cocina, cuela café mezclado. Un café mezclado con anécdotas del Benny, con las notas musicales, con su propia voz (la de mi padre) que era, no lo dude nadie, el mejor imitador del gran cantor lajero en toda Cuba. Ahora mi padre canta y Amadito del Pino le da un abrazo a Tania, su mujer (la de Amadito, no la de mi padre) para seguir, con la boca hecha agua, recordando su plato favorito. Y yo tengo solo 11 o 12 años, no lo olviden, así que no sé, no me doy cuenta de que el gordito aquel de Clandestinos es en realidad el gordito aquel de Tamarindo y el gordito aquel de Murcia y el gordito aquel de Madrid y el gordito aquel de la Sala Hubert de Blanc, de la sala Llauradó, de la sala de su casa habanera llena de trenes que van hacia la dicha**, trenes que salen de Florida-Camagüey-Vertiente-y-Morón, y atracan en Centro Habana, en un cuartucho de la calle Infanta, y luego pasan por Atocha, en Madrid, para que yo me monte. Y yo me monto, claro. Y en todos lo vagones del tren se escucha a Benny, hoy, como ayer / yo te sigo queriendo, mi bien , y yo no sé si es mi padre o es el Benny original quien canta,  pero no importa, si un tren va hacia la dicha qué importa quien te cante por los altoparlantes. Próxima parada: Nostalgia. Y luego, Próxima Parada: Nostalgia. Y media hora después, Próxima parada: Nostalgia. Un tren hacia la dicha en el que todos los apeaderos son Nostalgia. Y en el que siempre se escucha la misma canción: hoy, como ayer, yo te sigo queriendo mi bien. Y de pronto, como en los sueños, como en los dibujos animados, ya no es Madrid, ni Tamarindo, ni la calle Infanta; ahora estamos en un bar de mala muerte en un lugar llamado Níjar, en Almería, un sitio nostálgico per se, árido, seco, con el único trozo de mar seco que hay en todo el mundo. Y es, por supuesto, 1995. Y ahora ya yo no tengo 11 o 12 años, y llevo muchos meses lejos de La Habana, y entro a aquel bar de mala muerte buscando una cerveza,  y no recuerdo, se los juro, que hay un gordito actor al que le gustan los frijoles negros y se llama Amadito del Pino, y cuando entro al bar de aquel lugar llamado Níjar, ¿quién me recibe? ¡El Benny! Con sus zapatos de dos tonos. Con su bastón  "amenazando tanta cristalería". Hoy, como ayer (pan-pan-pan, pongo yo los acordes: percusión y metales), yo te sigo queriendo mi bien... Y se hace un nudo en mi garganta, en mi estómago, hasta en mis lagrimales. Echo de menos la voz de Rosillo. Echo de menos el olor a café mezclado con anécdotas. Echo de menos la sala del Payret, oscura, mientras aquel actor gordito que no conocíamos nos vuelve a todos mascotas de Pavlov, salivando en el cine. Y el Benny, en Níjar, se mueve como un viejo conocido, como si aquello fuera el Alibar y el whisky ron Caney y yo un adolescente nostalgión y débil. Saco un papel para pedirle, por supuesto, un autógrafo, pero el Benny Moré no entiende de esas cosas, sigue de largo "con sus ojazos de duende sabatino", y no me queda más remedio que escribir. Escribir. Escribir. Me resisto a creerlo. No puede ser. No trae recuerdos. Benny Moré no trae ningún recuerdo. Así que escribo, escribo, escribo, dejo que el tren hacia la dicha siga de largo hacia otra apeadero, con Amadito dentro, y yo me quedo allí, escribiendo, con el estómago convertido en un zapato y el gran zapato con una piedra dentro. Todo en penumbras. Un zapato de dos tonos, sucio de nostalgia y en penumbras. Nadie, en el bar, en todo Níjar, se da cuenta. Benny Moré camina calzado con mi estómago, en penumbras, y canta sin mirarme, no me reconoce, no sabe que soy el hijo de Jesús, su cofrade de borracheras en el Reparto Cumbre. Así es la vida (¡oh, vida!) de rocambolesca. Tampoco yo sabía que el gordito aquel de Clandestinos se llamaba Amadito, y que su tren hacia la dicha pasaba por Nostalgia, y que a nosotros, los cubanos ausentes, un plato de frijoles negros nos haría llorar, hoy como ayer, al ritmo de esta música.

Espero, entonces, que disfruten el viaje a bordo de esta canción, de este manjar criollo, de este poema, de este tren hacia siempre.


OYENDO  A BENNY MORÉ EN UN LUGAR LLAMADO NÍJAR


                                               para Amadito del Pino



No trae recuerdos.
Benny Moré no trae recuerdos.
No dice nada sobre el barrio en el que convivimos
(convivencia de calles, árboles,
piedras sobrevivientes de sus pasos alcohólicos).
Benny Moré murió cuando yo estaba naciendo.
Mi padre y él se emborrachaban juntos.
Oír a Benny Moré en un lugar llamado Níjar
nada tiene que ver con mi afición al llanto,
con la nostalgia que siempre dan los viajes,
con nosotros.
No trae recuerdos.
Benny Moré no trae ningún recuerdo.
Benny Moré puso a cantar el hígado,
una tarde de agosto,
como un disco atrofiado,
hígado de jazz–bandy de «conuco» triste,
hígado de marido insoportable,
hígado dando vueltas bajo la aguja
del alcohol y el tedio.
Ahora bebo, vuelvo a beber, contemplo el mar;
soy el único hombre que bebe, mira al mar,
y escucha a Benny en este bar de Níjar.
A través de los vasos miro bailar a Benny,
sus pantalones locos como velas al viento,
el bastón amenazando tanta cristalería.
Benny ha saltado sobre el mostrador
con sus ojazos de duende sabatino,
baila entre las copas sin que el bar–manlo vea,
bebe de la botella sin que el bar–manlo vea,
así se canta, Benny, anjaaaá!
así se baila, Benny, anjaaaá!.
Ahora pone el sombrero sobre la mesa y ríe.
Los anchos pantalones, la corbata alocada,
la leva como un grito dentro de un cuarto oscuro.
Benny ha roto dos vasos y han culpado a un cliente.
Así se baila, Benny, anjaaaá!
Benny abre la boca
y en cada caries cabe el Mediterráneo,
en cada hueco de la nariz,
en cada poro de su cara mulata.
No nos dejes sin mar, Benny,
detén tu hígado ya, que me da miedo.
No te tragues el Mediterráneo,
Bartolomé Moré de mil demonios,
vete ya de una vez, Bartolomé Moré de ojos saltones,
ya de una puta vez, Bartolomé Moré
vecino de mi padre.
Ya te he dicho que no me traes recuerdos,
que no me haces llorar, que no te escucho,
Bartolomé Moré de mil demonios,
Benny Moré de mil... anjaaaá!



Tomado de En Almería casi nunca llueve (Scripta Manent Ediciones, 2012).


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HOY COMO AYER. EL GRAN BENNY MORÉ



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*Cladestinos: Filme cubano dirigido por Fernando Pérez, con Luis Alberto García e Isabel Santos como protagonistas, y Amado del Pino como actor de reparto.

** Tren hacia la dicha es una de las primeras obras teatrales de Amado del Pino; todo un clásico del teatro cubano.

Otra obras de Amado del Pino que se evocan en el texto son: Penumbras en el cuarto piso (llevada al cine recientemente, por Charly Medina y El zapato sucio).













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