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Mi madre, Albertina Pimienta Campoalegre, durante su primera comunión |
I
Hoy he visto una foto de mi madre
haciendo la primera comunión
y qué vuelco me ha dado el corazón.
¡Esa es mi madre antes de ser mi madre!
Hoy he visto una foto de mi madre
(una niña vestida de algodón)
y tenía mi cara —con perdón—:
soy una mala copia de mi madre.
Hoy he visto una foto de mi madre
cuando mi padre ni la conocía
ni sospechaba que iba a ser mi padre.
Qué emoción tan extraña y tan tardía.
Hoy he visto una foto de mi madre.
¡Qué madre estoy en esa foto mía!
II
Y pensar que esa niña creció un día,
se juntó con un niño y tuvo niños.
Y esos niños después tuvieron niños
y esos otros tuvieron otra cría.
Y pensar que esa niña creció un día,
le cambiaron los chuches por corpiños
y el ciclo de las madres y los niños
repitiose con rara simetría.
Ahí está. Detenida en suave gesto.
Qué mezcla de inocencia y nerviosismo.
Qué perfil maternal con nueve años.
Esa es mi madre sin el tiempo puesto,
antes de fabricar en su organismo
ocho niños de todos los tamaños.
III
Esa es mi madre. Y dan ganas de darle
un tirón de la manga y salir juntos
a jugar, a charlar de los asuntos
que hablan los niños. Ganas de quitarle
Ese disfraz de santa y regalarle
Un balón, unas cartas, dos muñecas,
Y escapar de la iglesia haciendo muecas
Ella y yo y mis hermanos. Enseñarle
que tras la comunión hay pan con queso
y mangos y bailable y mariposas.
y jóvenes que matan por un beso.
Dan ganas de enseñarle tantas cosas.
Dan ganas de sacarle de allí en peso.
Las madres a esa edad se ven borrosas.