"Uno de los mejores narradores cubanos de la hora presente"
(Juan Bonilla)

Del Blog de Díaz-Pimienta

 

Hay un término acuñado por Samuel Taylor Goleridge que me gusta usar en demasía, pero, aun temiendo hacerme repetitivo, lo he de traer a colación ya que la ocasión (perdonen la cacofonía) lo amerita, hablo de esa voluntaria suspensión de la incredulidad cuando nos enfrentamos a un texto, a una obra teatral o a una película (entre otras cosas). El artífice de que esto suceda, de que el lector o el espectador, caigan en esta tela de araña, es el autor, el dramaturgo, el cineasta. Acabo de leer El Huracán Anónimo, novela del multifacético y poliédrico artista cubano  Alexis Díaz Pimienta (La Habana 1966); novela negra o de corte policiaco en la que, desde la primera página en la que se empieza a desarrollar la  extraña trama, la capacidad del autor, o sea, de Alexis, para enredarte en ella y que te creas de pe a pa todo lo que va aconteciendo, a la vez que empatizas y te pones en la piel de ese tan bien armado y escrito personaje que es Rolo Contreras, es admirable, es, sencillamente, magistral. Ningún cubano de pura cepa se tragaría, si se lo contaran, que algo así pueda o pudiera suceder en la Cuba del siglo XXI, diría: ¡Pero, asere, qué clase de paquete tú  me estás metiendo!, sin embargo,  Alexis lo logra, te sumerge de tal manera en la “peliculera”(según los propios personajes) historia, y logra convencerte haciendo lo imposible  posible; lo irreal real; haciéndolo auténtico y, si esto fuera poco: vívido. Nos enfrentamos a una narración acertada, sencilla, con su cuota de coloquialidad, de “cubaneo” que le da el punto de cocción exacto a este bien sazonado ajiaco, y, de postre, el autor nos ofrece una descripción hipnótica de la vida habanera. Porque El Huracán Anónimo  es, además, un retrato exhaustivo de la sociedad cubana. Pero si la capacidad del autor para suspender la incredulidad es de primera, el trabajo que hay detrás de todo esto para lograrlo lo es aún más, porque la labor de investigación que ha tenido que hacer Díaz Pimienta para escribir este libro es abrumadora y mastodóntica. Para decirlo de manera coloquial yo también: hay mucho, pero mucho curro en la escritura de esta obra.

El Huracán Anónimo no es sólo una novela de género, es una novela NOVELA con todas las de la ley: inteligentemente estructurada y sumamente entretenida. Y, aunque podamos clasificarla dentro del género negro, como ya he dicho, es una novela diferente, fresca, dinámica, con grandes dosis de humor, que pone sobre el tapete ingentes temas y hasta se parodia a sí misma. Yo diría que, si tenemos en cuenta algunos acontecimientos recientes en la isla, es, hasta cierto punto, profética.

Alexis se ha convertido en un narrador cubano contemporáneo imprescindible;  camina mano a mano y codo con codo con otros grandes de la talla de Leonardo Padura, Pedro Juan Gutiérrez, Aristides Vega o Wendy Guerra, por sólo citar unos pocos ejemplos. Nada tiene que envidiar Alexis, tampoco, a los grandes de la novela negra cubana: digamos a un Luis Rogelio Nogueras o a un Daniel Chavarría (este último nacido uruguayo pero cubano por adopción).

Os recomiendo, amigos míos, sin duda alguna, la lectura de esta maravillosa novela cubana. Y si usted es amante de lo policiaco no se va arrepentir; y si usted es amante de la crónica social no se va a arrepentir; y si usted es amante de la meteorología no se va a arrepentir; y si  usted, sencillamente, es amante de la buena lectura y de la buena literatura, créame, no se va a arrepentir. 

Y ahora acabaré con otra frase de la que abuso muchísimo también y que nos viene como anillo al dedo. Decía Aristóteles en su Poética: ““Una imposibilidad probable es preferible a una posibilidad improbable”. Alexis Diaz Pimienta nos sirve un suculento ajiaco cubano con todas su viandas haciendo probable una imposibilidad. Queda dicho.


 Ovidio Moré, 16 de Agosto 2021


________________________

OVIDIO MORÉ (Matanzas, Cuba, 1966). Artista plástico y escritor. Su obra se enmarca dentro de las disciplinas del dibujo y la ilustración. Durante los años 2015 y 2016 ilustró la portada de la revista literaria online Ultraversal y, desde el año 2009, mantiene un blog sobre temas artísticos donde publica sus relatos, sus poemas y su dibujos, además de hacer reseñas sobre artes plásticas y sobre literatura. La revista Arique, en su boletín de poesía hispanoamericana VERSO A VERSO, le dedicó el número 8 en el año 2007, dando a conocer parte de su poemario  Nocturno con alevosía. Recientemente la revista Artepoli ha publicado su artículo  La fabulación pintada: un acercamiento a la obra de Ana Novella. Ha participado en la exposición colectiva multidisiplinar El sentimiento de la Urgencia, en Calaf, Barcelona. Su obra se sirve del surrealismo para vertebrar una metáfora visual en la  que aborda temas como el del individuo ente sus circunstancias, las relaciones de la pareja, el desarraigo, la memoria, la emocionalidad, etc. Al igual que en un poema utiliza la repetición de elementos como si de una anáfora se tratara, para, dee esta manera, reforzar esa imagen poética y simbólica que intentade transmitir. Su impronta bebe del barroco en muchos casos, ya que llena el cuadro de arabescos, pero no por vacua ornamentación sino para remarcar contrastes y crear texturas afines al mensaje.

 

Hay un término acuñado por Samuel Taylor Goleridge que me gusta usar en demasía, pero, aun temiendo hacerme repetitivo, lo he de traer a colación ya que la ocasión (perdonen la cacofonía) lo amerita, hablo de esa voluntaria suspensión de la incredulidad cuando nos enfrentamos a un texto, a una obra teatral o a una película (entre otras cosas). El artífice de que esto suceda, de que el lector o el espectador, caigan en esta tela de araña, es el autor, el dramaturgo, el cineasta. Acabo de leer El Huracán Anónimo, novela del multifacético y poliédrico artista cubano  Alexis Díaz Pimienta (La Habana 1966); novela negra o de corte policiaco en la que, desde la primera página en la que se empieza a desarrollar la  extraña trama, la capacidad del autor, o sea, de Alexis, para enredarte en ella y que te creas de pe a pa todo lo que va aconteciendo, a la vez que empatizas y te pones en la piel de ese tan bien armado y escrito personaje que es Rolo Contreras, es admirable, es, sencillamente, magistral. Ningún cubano de pura cepa se tragaría, si se lo contaran, que algo así pueda o pudiera suceder en la Cuba del siglo XXI, diría: ¡Pero, asere, qué clase de paquete tú  me estás metiendo!, sin embargo,  Alexis lo logra, te sumerge de tal manera en la “peliculera”(según los propios personajes) historia, y logra convencerte haciendo lo imposible  posible; lo irreal real; haciéndolo auténtico y, si esto fuera poco: vívido. Nos enfrentamos a una narración acertada, sencilla, con su cuota de coloquialidad, de “cubaneo” que le da el punto de cocción exacto a este bien sazonado ajiaco, y, de postre, el autor nos ofrece una descripción hipnótica de la vida habanera. Porque El Huracán Anónimo  es, además, un retrato exhaustivo de la sociedad cubana. Pero si la capacidad del autor para suspender la incredulidad es de primera, el trabajo que hay detrás de todo esto para lograrlo lo es aún más, porque la labor de investigación que ha tenido que hacer Díaz Pimienta para escribir este libro es abrumadora y mastodóntica. Para decirlo de manera coloquial yo también: hay mucho, pero mucho curro en la escritura de esta obra.

El Huracán Anónimo no es sólo una novela de género, es una novela NOVELA con todas las de la ley: inteligentemente estructurada y sumamente entretenida. Y, aunque podamos clasificarla dentro del género negro, como ya he dicho, es una novela diferente, fresca, dinámica, con grandes dosis de humor, que pone sobre el tapete ingentes temas y hasta se parodia a sí misma. Yo diría que, si tenemos en cuenta algunos acontecimientos recientes en la isla, es, hasta cierto punto, profética.

Alexis se ha convertido en un narrador cubano contemporáneo imprescindible;  camina mano a mano y codo con codo con otros grandes de la talla de Leonardo Padura, Pedro Juan Gutiérrez, Aristides Vega o Wendy Guerra, por sólo citar unos pocos ejemplos. Nada tiene que envidiar Alexis, tampoco, a los grandes de la novela negra cubana: digamos a un Luis Rogelio Nogueras o a un Daniel Chavarría (este último nacido uruguayo pero cubano por adopción).

Os recomiendo, amigos míos, sin duda alguna, la lectura de esta maravillosa novela cubana. Y si usted es amante de lo policiaco no se va arrepentir; y si usted es amante de la crónica social no se va a arrepentir; y si usted es amante de la meteorología no se va a arrepentir; y si  usted, sencillamente, es amante de la buena lectura y de la buena literatura, créame, no se va a arrepentir. 

Y ahora acabaré con otra frase de la que abuso muchísimo también y que nos viene como anillo al dedo. Decía Aristóteles en su Poética: ““Una imposibilidad probable es preferible a una posibilidad improbable”. Alexis Diaz Pimienta nos sirve un suculento ajiaco cubano con todas su viandas haciendo probable una imposibilidad. Queda dicho.


 Ovidio Moré, 16 de Agosto 2021


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OVIDIO MORÉ (Matanzas, Cuba, 1966). Artista plástico y escritor. Su obra se enmarca dentro de las disciplinas del dibujo y la ilustración. Durante los años 2015 y 2016 ilustró la portada de la revista literaria online Ultraversal y, desde el año 2009, mantiene un blog sobre temas artísticos donde publica sus relatos, sus poemas y su dibujos, además de hacer reseñas sobre artes plásticas y sobre literatura. La revista Arique, en su boletín de poesía hispanoamericana VERSO A VERSO, le dedicó el número 8 en el año 2007, dando a conocer parte de su poemario  Nocturno con alevosía. Recientemente la revista Artepoli ha publicado su artículo  La fabulación pintada: un acercamiento a la obra de Ana Novella. Ha participado en la exposición colectiva multidisiplinar El sentimiento de la Urgencia, en Calaf, Barcelona. Su obra se sirve del surrealismo para vertebrar una metáfora visual en la  que aborda temas como el del individuo ente sus circunstancias, las relaciones de la pareja, el desarraigo, la memoria, la emocionalidad, etc. Al igual que en un poema utiliza la repetición de elementos como si de una anáfora se tratara, para, dee esta manera, reforzar esa imagen poética y simbólica que intentade transmitir. Su impronta bebe del barroco en muchos casos, ya que llena el cuadro de arabescos, pero no por vacua ornamentación sino para remarcar contrastes y crear texturas afines al mensaje.


Compréndanme. Acabo de bautizarme hace pocos días como lector de novelas de Alexis Díaz Pimienta (La Habana, 1966) con la maravillosa “Jano” (Scripta Manent 2021), así que no podía dejar de devorar la otra obra maestra que tenía en mis manos; la escalofriante y actualísima “Sangre” (también Scripta Manent, también de 2021).
Antes de decir nada sobre “Sangre” he de mencionar que, por mi trabajo, el tema de la violencia de género me es muy cercano, tan cercano que me temo que no soy capaz de enfocarlo con nitidez; también les diré que casi todos los abogados que conozco y por supuesto, yo mismo, sufrimos una triple frustración en relación a los asuntos de maltrato contra las mujeres.


En primer lugar, la frustración de comprobar a diario la ineficacia absoluta de esta ley (y me temo que de cualquier ley que pudiera promulgarse) en los casos más sangrantes; los medios que deberían destinarse a proteger realmente a las víctimas se pierden en una selva funcionarial de comités, estudios estadísticos, protocolos absurdos, oficinas varias (Díaz-Pimienta lo refleja muy bien en la novela) y estómagos agradecidos que en nada contribuyen a cambiar la situación. A eso hay que sumar la saturación de los Juzgados de Violencia de Género y el hecho de que, por supuesto, la maldad, la locura y la brutalidad son, a menudo, imprevisibles y, casi siempre, absurdas. En segundo lugar, está la frustración de no poder conseguir, la mayoría de las veces, ayudar a las víctimas por su propia reticencia a denunciar o ratificar la denuncia ya presentada. En mi experiencia personal les diré que cuanto más grave es el maltrato, más difícil es convencer a la mujer maltratada de que siga adelante con el procedimiento judicial y en esos casos es determinante el miedo, sí, pero también otras cosas que jamás en la vida podré acertar a comprender. Y hay un tercer motivo de frustración: la instrumentalización de la ley para obtener ventajas económicas y judiciales en particular en los procedimientos de divorcio en relación a los hijos comunes. En resumidas cuentas, demasiada mierda, demasiadas miserias, demasiados hijos de puta, demasiados (y demasiadas) caraduras.

Dicho esto (gracias por el desahogo) y partiendo de que entré “manchado” a leer la novela, les puedo decir que sin embargo he salido transfigurado de su lectura. Quizá necesitaba (y en esto no entra lo literario) un enfoque ajeno a la pura objetividad de los datos y la experiencia, un soplo de aire fresco, una visión no desenfocada como la mía. Y en esa visión, la de Alexis, he recorrido con María todos los váteres de Sevilla (Estepueblo) buscando nuevos mensajes (“AYÚDAME”), he visto el Guadalquivir correr rojo de sangre (me viene a la cabeza el mejor Saramago de “La balsa de piedra” o “Ensayo sobre la lucidez”) y he sentido la impotencia de la protagonista ante la locura hecha cotidianeidad.
Ahora, una vez acabada la lectura, creo que Alexis Díaz-Pimienta, con su lucidez, con su talento narrativo, me ha ayudado más a comprender lo terrible de la lacra que relata que veintidós años de ejercicio del derecho (llámenme frívolo, llámenme exagerado) y pienso que, seguramente, la novela debería de ser lectura obligada en las escuelas, porque ahí, en la educación, y sólo ahí, es donde se puede conseguir algún cambio real en lo que se refiere a la violencia contra las mujeres.
Y, en cuanto al placer que ha supuesto la lectura, he de decirles que “Sangre” no es “Jano” ni “Jano” es “Sangre”, pero ay, el lenguaje del novelista, el idioma que uno (este lector) ya reconoce como suyo con tan sólo dos novelas leídas, el gusto de sentirse en casa con nada más abrir el libro y empezar a leer,… eso, les digo, no tiene precio para mí.
En resumidas cuentas, que ahora tengo mono de novela de Alexis Díaz-Pimienta, que en apenas 600 páginas de “Jano” y “Sangre” me he convertido en un yonqui de su prosa, que quiero más y más y más.
Recomendarles, por tanto, a estas alturas, que lean la novela me parece una redundancia, pero me apetece ser redundante: Lean “Sangre”, disfruten y sufran con ella, ahóguense en un río rojo como la sangre de todas las Marías de Estepueblo asesinadas. Me lo agradecerán.
Luisma Pérez Martín
10 de julio de 2021


Compréndanme. Acabo de bautizarme hace pocos días como lector de novelas de Alexis Díaz Pimienta (La Habana, 1966) con la maravillosa “Jano” (Scripta Manent 2021), así que no podía dejar de devorar la otra obra maestra que tenía en mis manos; la escalofriante y actualísima “Sangre” (también Scripta Manent, también de 2021).
Antes de decir nada sobre “Sangre” he de mencionar que, por mi trabajo, el tema de la violencia de género me es muy cercano, tan cercano que me temo que no soy capaz de enfocarlo con nitidez; también les diré que casi todos los abogados que conozco y por supuesto, yo mismo, sufrimos una triple frustración en relación a los asuntos de maltrato contra las mujeres.


En primer lugar, la frustración de comprobar a diario la ineficacia absoluta de esta ley (y me temo que de cualquier ley que pudiera promulgarse) en los casos más sangrantes; los medios que deberían destinarse a proteger realmente a las víctimas se pierden en una selva funcionarial de comités, estudios estadísticos, protocolos absurdos, oficinas varias (Díaz-Pimienta lo refleja muy bien en la novela) y estómagos agradecidos que en nada contribuyen a cambiar la situación. A eso hay que sumar la saturación de los Juzgados de Violencia de Género y el hecho de que, por supuesto, la maldad, la locura y la brutalidad son, a menudo, imprevisibles y, casi siempre, absurdas. En segundo lugar, está la frustración de no poder conseguir, la mayoría de las veces, ayudar a las víctimas por su propia reticencia a denunciar o ratificar la denuncia ya presentada. En mi experiencia personal les diré que cuanto más grave es el maltrato, más difícil es convencer a la mujer maltratada de que siga adelante con el procedimiento judicial y en esos casos es determinante el miedo, sí, pero también otras cosas que jamás en la vida podré acertar a comprender. Y hay un tercer motivo de frustración: la instrumentalización de la ley para obtener ventajas económicas y judiciales en particular en los procedimientos de divorcio en relación a los hijos comunes. En resumidas cuentas, demasiada mierda, demasiadas miserias, demasiados hijos de puta, demasiados (y demasiadas) caraduras.

Dicho esto (gracias por el desahogo) y partiendo de que entré “manchado” a leer la novela, les puedo decir que sin embargo he salido transfigurado de su lectura. Quizá necesitaba (y en esto no entra lo literario) un enfoque ajeno a la pura objetividad de los datos y la experiencia, un soplo de aire fresco, una visión no desenfocada como la mía. Y en esa visión, la de Alexis, he recorrido con María todos los váteres de Sevilla (Estepueblo) buscando nuevos mensajes (“AYÚDAME”), he visto el Guadalquivir correr rojo de sangre (me viene a la cabeza el mejor Saramago de “La balsa de piedra” o “Ensayo sobre la lucidez”) y he sentido la impotencia de la protagonista ante la locura hecha cotidianeidad.
Ahora, una vez acabada la lectura, creo que Alexis Díaz-Pimienta, con su lucidez, con su talento narrativo, me ha ayudado más a comprender lo terrible de la lacra que relata que veintidós años de ejercicio del derecho (llámenme frívolo, llámenme exagerado) y pienso que, seguramente, la novela debería de ser lectura obligada en las escuelas, porque ahí, en la educación, y sólo ahí, es donde se puede conseguir algún cambio real en lo que se refiere a la violencia contra las mujeres.
Y, en cuanto al placer que ha supuesto la lectura, he de decirles que “Sangre” no es “Jano” ni “Jano” es “Sangre”, pero ay, el lenguaje del novelista, el idioma que uno (este lector) ya reconoce como suyo con tan sólo dos novelas leídas, el gusto de sentirse en casa con nada más abrir el libro y empezar a leer,… eso, les digo, no tiene precio para mí.
En resumidas cuentas, que ahora tengo mono de novela de Alexis Díaz-Pimienta, que en apenas 600 páginas de “Jano” y “Sangre” me he convertido en un yonqui de su prosa, que quiero más y más y más.
Recomendarles, por tanto, a estas alturas, que lean la novela me parece una redundancia, pero me apetece ser redundante: Lean “Sangre”, disfruten y sufran con ella, ahóguense en un río rojo como la sangre de todas las Marías de Estepueblo asesinadas. Me lo agradecerán.
Luisma Pérez Martín
10 de julio de 2021


Compréndanme. Acabo de bautizarme hace pocos días como lector de novelas de Alexis Díaz Pimienta (La Habana, 1966) con la maravillosa “Jano” (Scripta Manent 2021), así que no podía dejar de devorar la otra obra maestra que tenía en mis manos; la escalofriante y actualísima “Sangre” (también Scripta Manent, también de 2021).
Antes de decir nada sobre “Sangre” he de mencionar que, por mi trabajo, el tema de la violencia de género me es muy cercano, tan cercano que me temo que no soy capaz de enfocarlo con nitidez; también les diré que casi todos los abogados que conozco y por supuesto, yo mismo, sufrimos una triple frustración en relación a los asuntos de maltrato contra las mujeres.


En primer lugar, la frustración de comprobar a diario la ineficacia absoluta de esta ley (y me temo que de cualquier ley que pudiera promulgarse) en los casos más sangrantes; los medios que deberían destinarse a proteger realmente a las víctimas se pierden en una selva funcionarial de comités, estudios estadísticos, protocolos absurdos, oficinas varias (Díaz-Pimienta lo refleja muy bien en la novela) y estómagos agradecidos que en nada contribuyen a cambiar la situación. A eso hay que sumar la saturación de los Juzgados de Violencia de Género y el hecho de que, por supuesto, la maldad, la locura y la brutalidad son, a menudo, imprevisibles y, casi siempre, absurdas. En segundo lugar, está la frustración de no poder conseguir, la mayoría de las veces, ayudar a las víctimas por su propia reticencia a denunciar o ratificar la denuncia ya presentada. En mi experiencia personal les diré que cuanto más grave es el maltrato, más difícil es convencer a la mujer maltratada de que siga adelante con el procedimiento judicial y en esos casos es determinante el miedo, sí, pero también otras cosas que jamás en la vida podré acertar a comprender. Y hay un tercer motivo de frustración: la instrumentalización de la ley para obtener ventajas económicas y judiciales en particular en los procedimientos de divorcio en relación a los hijos comunes. En resumidas cuentas, demasiada mierda, demasiadas miserias, demasiados hijos de puta, demasiados (y demasiadas) caraduras.

Dicho esto (gracias por el desahogo) y partiendo de que entré “manchado” a leer la novela, les puedo decir que sin embargo he salido transfigurado de su lectura. Quizá necesitaba (y en esto no entra lo literario) un enfoque ajeno a la pura objetividad de los datos y la experiencia, un soplo de aire fresco, una visión no desenfocada como la mía. Y en esa visión, la de Alexis, he recorrido con María todos los váteres de Sevilla (Estepueblo) buscando nuevos mensajes (“AYÚDAME”), he visto el Guadalquivir correr rojo de sangre (me viene a la cabeza el mejor Saramago de “La balsa de piedra” o “Ensayo sobre la lucidez”) y he sentido la impotencia de la protagonista ante la locura hecha cotidianeidad.
Ahora, una vez acabada la lectura, creo que Alexis Díaz-Pimienta, con su lucidez, con su talento narrativo, me ha ayudado más a comprender lo terrible de la lacra que relata que veintidós años de ejercicio del derecho (llámenme frívolo, llámenme exagerado) y pienso que, seguramente, la novela debería de ser lectura obligada en las escuelas, porque ahí, en la educación, y sólo ahí, es donde se puede conseguir algún cambio real en lo que se refiere a la violencia contra las mujeres.
Y, en cuanto al placer que ha supuesto la lectura, he de decirles que “Sangre” no es “Jano” ni “Jano” es “Sangre”, pero ay, el lenguaje del novelista, el idioma que uno (este lector) ya reconoce como suyo con tan sólo dos novelas leídas, el gusto de sentirse en casa con nada más abrir el libro y empezar a leer,… eso, les digo, no tiene precio para mí.
En resumidas cuentas, que ahora tengo mono de novela de Alexis Díaz-Pimienta, que en apenas 600 páginas de “Jano” y “Sangre” me he convertido en un yonqui de su prosa, que quiero más y más y más.
Recomendarles, por tanto, a estas alturas, que lean la novela me parece una redundancia, pero me apetece ser redundante: Lean “Sangre”, disfruten y sufran con ella, ahóguense en un río rojo como la sangre de todas las Marías de Estepueblo asesinadas. Me lo agradecerán.
Luisma Pérez Martín
10 de julio de 2021



por María Esteban


Portada de la novela Sangre y foto del autor: Alexis Díaz-Pimienta



Qué difícil escribir una reseña sin incurrir en tópicos. Una reseña positiva, laudatoria incluso, de la que considero a todas luces una buena novela. Combatir en mi cabeza y en la de los demás la idea de que lo hago porque el autor me lo ha pedido, sabiendo además que es un gran tipo, y cuando ya hace tiempo atravesé ese limbo que a veces establecemos con los ídolos, allá donde empieza a gustarnos sistemáticamente todo lo que hace. Si se me permite una glosa a mi propio INCIPIT, yo creo que aún puede alcanzarse un estadio superior, aquel en el que admiramos tanto a un autor y lo queremos tanto y confiamos tanto en su capacidad creativa que todo lo que escribe nos parece mal. Afortunadamente, yo aún no he llegado a ese extremo con el maestro Pimienta. Ese día yo me implicaré demasiado en mi lectura, con consecuencias desastrosas, y él dejará de encargarme reseñas. Ahora, sencillamente, me entusiasma cada libro que publica, cada relato o poema inédito que tiene la generosidad de compartir conmigo. Y no son pocos los poemas, los relatos, los libros ya editados. Porque este hombre, en términos de producción, podría disputarle el liderazgo a Stephen King y sus novelas milpaginistas escritas consecutivamente. Stephen King, otro de mis autores predilectos, a quien defiendo a capa y espada en cualquier contexto aunque secretamente ya me haya instalado en la idea de que siempre “podría hacerlo mejor”.

Qué difícil entonces, decía, escarbar en esa masa de complacencia autoimpuesta para seguir minando palabras y argumentos que sostengan que esta es una buena novela, incluso una novela excelente. Y qué difícil hacer que mi reseña suene honesta al oído humano. Pero tengo que intentarlo, por respeto al autor y por compromiso con el lenguaje, no necesariamente en ese orden. Más difícil aún es escribir una novela sobre un tema candente (ahí va el primer tópico) rechazando las herramientas que tenemos más a mano, los materiales que nos proporcionan los demás. El vocabulario, las estructuras, la perspectiva utilizadas por quienes abordaron el tema de la violencia machista antes que nosotros, ya fueran periodistas, artistas o simples conversadores. Qué difícil esquivar la demagogia, cuando, además, pocas veces nos encontramos ante un caso tan claro de buenos y malos (víctimas frente a asesinos), qué difícil mostrar sin hacer pedagogía. Y Alexis Díaz-Pimienta consigue todo eso. Si quien me lea encontrase en esta novela un solo tópico descarriado, por favor, que me escriba y me lo comunique. Porque los tópicos están, pero estratégicamente situados ante un espejo de esos que deforman y caricaturizan y magnifican, es decir, que nos muestran como realmente somos. Fuera de ese juego, de ese propósito, no hay tópicos en este libro.

Creo poder afirmar que otro de los preceptos de partida era precisamente meter el dedo en la llaga. Evitar las cifras deshumanizantes (para recurrir a ellas en el momento preciso, y con qué maestría), bucear a cambio en los detalles, que, como me dijo una vez mi padre, son lo menos importante y lo que más jode, para retratar las verdaderas implicaciones de estos asesinatos. Sangre es, en fin, una novela incómoda (he aquí un tópico consagrado), porque en ella se alternan descripciones crueles y descarnadas con episodios amables, sin transiciones; porque aun con ese trasfondo no renuncia al sentido del humor ni a cierta frivolidad; pero sobre todo porque se atreve a cuestionar nuestra empatía individual y colectiva, la posibilidad real de un sistema de relaciones basado en la sororidad. Y es que otro tema que subyace en Sangre, de forma más discreta, es el de las contradicciones en que todos (todas) caemos dentro de nuestro discurso feminista, más o menos honesto, más o menos labrado y asumido. Cómo en nuestra concienciación siempre se abren grietas, fruto de la desidia, y también de complejos y pequeñas mezquindades, o de que simplemente el mundo sigue andando aunque el Guadalquivir amanezca teñido de rojo. Porque somos humanos y humanamente sobrevivimos. Vamos tirando humanamente.

Para terminar con otro tópico diré que Sangre es, además, un interesante juego de perspectivas. Los constantes cambios de foco podrían ser confusos y no lo son. La abundancia de personajes podría sobrepasarnos y no lo hace. Solo los buenos narradores salen airosos en esta clase de madejas. Y, como he señalado alguna vez, Sangre tiene uno de los inicios de novela más desternillantes y poéticos que he leído, y es también un magnífico ejercicio de estilo indirecto libre, de metalenguaje, un deleite de adjetivos siempre precisos e inopinados, de un leve realismo mágico que se acentúa en los últimos capítulos.

No voy a decir que esta fuera una novela necesaria porque una cosa es jugar con los tópicos y otra perder el foco, y podríamos discutir si existen textos necesarios. Tampoco voy a plantearme las implicaciones de que el autor de este libro sea un hombre (por si a alguien le importa, a mí me parece fenomenal), ni excavar en polémicas.  Me limito a recomendar esta novela. Como lectora y como María. Leed esta novela, lectores. Leed Sangre.


María Esteban / Amanda Sorokin

5 de julio de 2021




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Datos:

Título: SANGRE
Autor: Alexis Díaz-Pimienta
Editorial: Scripta Manent Ediciones
Año: 2021
Páginas: 200


por María Esteban


Portada de la novela Sangre y foto del autor: Alexis Díaz-Pimienta



Qué difícil escribir una reseña sin incurrir en tópicos. Una reseña positiva, laudatoria incluso, de la que considero a todas luces una buena novela. Combatir en mi cabeza y en la de los demás la idea de que lo hago porque el autor me lo ha pedido, sabiendo además que es un gran tipo, y cuando ya hace tiempo atravesé ese limbo que a veces establecemos con los ídolos, allá donde empieza a gustarnos sistemáticamente todo lo que hace. Si se me permite una glosa a mi propio INCIPIT, yo creo que aún puede alcanzarse un estadio superior, aquel en el que admiramos tanto a un autor y lo queremos tanto y confiamos tanto en su capacidad creativa que todo lo que escribe nos parece mal. Afortunadamente, yo aún no he llegado a ese extremo con el maestro Pimienta. Ese día yo me implicaré demasiado en mi lectura, con consecuencias desastrosas, y él dejará de encargarme reseñas. Ahora, sencillamente, me entusiasma cada libro que publica, cada relato o poema inédito que tiene la generosidad de compartir conmigo. Y no son pocos los poemas, los relatos, los libros ya editados. Porque este hombre, en términos de producción, podría disputarle el liderazgo a Stephen King y sus novelas milpaginistas escritas consecutivamente. Stephen King, otro de mis autores predilectos, a quien defiendo a capa y espada en cualquier contexto aunque secretamente ya me haya instalado en la idea de que siempre “podría hacerlo mejor”.

Qué difícil entonces, decía, escarbar en esa masa de complacencia autoimpuesta para seguir minando palabras y argumentos que sostengan que esta es una buena novela, incluso una novela excelente. Y qué difícil hacer que mi reseña suene honesta al oído humano. Pero tengo que intentarlo, por respeto al autor y por compromiso con el lenguaje, no necesariamente en ese orden. Más difícil aún es escribir una novela sobre un tema candente (ahí va el primer tópico) rechazando las herramientas que tenemos más a mano, los materiales que nos proporcionan los demás. El vocabulario, las estructuras, la perspectiva utilizadas por quienes abordaron el tema de la violencia machista antes que nosotros, ya fueran periodistas, artistas o simples conversadores. Qué difícil esquivar la demagogia, cuando, además, pocas veces nos encontramos ante un caso tan claro de buenos y malos (víctimas frente a asesinos), qué difícil mostrar sin hacer pedagogía. Y Alexis Díaz-Pimienta consigue todo eso. Si quien me lea encontrase en esta novela un solo tópico descarriado, por favor, que me escriba y me lo comunique. Porque los tópicos están, pero estratégicamente situados ante un espejo de esos que deforman y caricaturizan y magnifican, es decir, que nos muestran como realmente somos. Fuera de ese juego, de ese propósito, no hay tópicos en este libro.

Creo poder afirmar que otro de los preceptos de partida era precisamente meter el dedo en la llaga. Evitar las cifras deshumanizantes (para recurrir a ellas en el momento preciso, y con qué maestría), bucear a cambio en los detalles, que, como me dijo una vez mi padre, son lo menos importante y lo que más jode, para retratar las verdaderas implicaciones de estos asesinatos. Sangre es, en fin, una novela incómoda (he aquí un tópico consagrado), porque en ella se alternan descripciones crueles y descarnadas con episodios amables, sin transiciones; porque aun con ese trasfondo no renuncia al sentido del humor ni a cierta frivolidad; pero sobre todo porque se atreve a cuestionar nuestra empatía individual y colectiva, la posibilidad real de un sistema de relaciones basado en la sororidad. Y es que otro tema que subyace en Sangre, de forma más discreta, es el de las contradicciones en que todos (todas) caemos dentro de nuestro discurso feminista, más o menos honesto, más o menos labrado y asumido. Cómo en nuestra concienciación siempre se abren grietas, fruto de la desidia, y también de complejos y pequeñas mezquindades, o de que simplemente el mundo sigue andando aunque el Guadalquivir amanezca teñido de rojo. Porque somos humanos y humanamente sobrevivimos. Vamos tirando humanamente.

Para terminar con otro tópico diré que Sangre es, además, un interesante juego de perspectivas. Los constantes cambios de foco podrían ser confusos y no lo son. La abundancia de personajes podría sobrepasarnos y no lo hace. Solo los buenos narradores salen airosos en esta clase de madejas. Y, como he señalado alguna vez, Sangre tiene uno de los inicios de novela más desternillantes y poéticos que he leído, y es también un magnífico ejercicio de estilo indirecto libre, de metalenguaje, un deleite de adjetivos siempre precisos e inopinados, de un leve realismo mágico que se acentúa en los últimos capítulos.

No voy a decir que esta fuera una novela necesaria porque una cosa es jugar con los tópicos y otra perder el foco, y podríamos discutir si existen textos necesarios. Tampoco voy a plantearme las implicaciones de que el autor de este libro sea un hombre (por si a alguien le importa, a mí me parece fenomenal), ni excavar en polémicas.  Me limito a recomendar esta novela. Como lectora y como María. Leed esta novela, lectores. Leed Sangre.


María Esteban / Amanda Sorokin

5 de julio de 2021




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Datos:

Título: SANGRE
Autor: Alexis Díaz-Pimienta
Editorial: Scripta Manent Ediciones
Año: 2021
Páginas: 200