"Uno de los mejores narradores cubanos de la hora presente"
(Juan Bonilla)

Del Blog de Díaz-Pimienta

 

por Luisma Pérez Martín




La Operación Peter Pan fue una maniobra coordinada entre el Gobierno de los Estados Unidos (CIA mediante, cómo no), la Iglesia católica y los cubanos exiliados de su país tras el triunfo castrista. En dicha operación, entre el 26 de diciembre de 1960 y el 23 de octubre de 1962, más de 14.000 niños fueron trasladados de Cuba a Estados Unidos, solos y lejos de sus familias, por el temor de sus padres a la ideología comunista del nuevo gobierno cubano revolucionario. Sirva esta pequeña entrada de aclaración contextual, de marco para entender mejor “El crimen perfecto de Pedrito Mendrugo” (Siglo XXI Editores, 2014), premiada en México con el  importante Premio Internacional de Narrativa UNAM-COLSIN-SIGLO XXI (2013). 


Es en uno de los campamentos habilitados para esos niños cubanos, Camp Matecumbe, donde encontramos a los protagonistas de esta historia: chiquillos pequeños, vástagos de familias acomodadas durante el régimen de Batista que, sin saber cómo ni por qué, han sido separados de todo cuanto aman y conducidos allí, lejos del “Barbudo Comeniños” que tanto asusta a sus padres.


Pero los niños, pese a sus circunstancias, pese a los adultos, pese a sí mismos incluso, no dejan de ser niños. Y de eso precisamente, del durísimo trabajo de estos pequeños para aferrarse a su infancia, nos habla Alexis Díaz-Pimienta (La Habana, 1966) en esta maravillosa novela.


Pedrito Mendrugo (alias Esteban Estrada, alias Estebita, alias Peter Pan), el Artista, Tingo Talango, Cari Wendy, el Completo, Vitiligo, … son los principales protagonistas de esta regresión a la inocencia, a la fantasía, a los terrores infantiles, a la nostalgia, a las ganas de vivir, a la insubordinación frente a las normas incomprensibles de los adultos. Solos, desorientados, confusos, todos ellos tratarán de arroparse mutuamente frente a las innumerables amenazas que los rodean en un entorno manifiestamente hostil: las monjas, los Grandes, los reglamentos, la ausencia de sus padres, la lejanía de su país natal, la soledad, la tristeza infinita…


Alexis Díaz-Pimienta bucea con una sutileza y una ternura al alcance de muy pocos en los múltiples prismas de la infancia. La búsqueda (o la asunción) de la identidad propia frente a los otros es el hilo conductor de una historia con infinidad de lecturas y sublecturas, una historia que huye del maniqueísmo, que ahonda en la fragilidad del ser humano, en el miedo atroz a la soledad y al desarraigo, todo ello además aderezado con un extraordinario sentido del humor que consigue que pasemos en apenas unos renglones de los pasajes más terribles de Oliver Twist a los momentos más desternillantes de Guillermo Brown (y viceversa) congelándonos a cada momento tanto la risa como las lágrimas.


Y por si todo esto fuera poco, Diaz-Pimienta, además, tiene tiempo de retratar, utilizando para ello los ojos (¿completamente inocentes?) de los pequeños, el racismo, el clasismo, la represión, el exilio, la pederastia, los abusos de poder, … todas las lacras, en resumen, que hacen de los adultos los monstruos que podemos llegar a ser en la mayoría de los casos.


“El crimen perfecto de Pedrito Mendrugo” es una delicia desde la primera página hasta el extraordinario epílogo (si alguno de ustedes consigue no conmoverse acuda inmediatamente al psicólogo más cercano), una (otra más) obra maestra de Alexis Díaz-Pimienta que funciona con la precisión de un delicadísimo reloj suizo. 


Si después de saber todo esto aún dudan si deben seguir en su diáspora a Pedrito Mendrugo, a Tingo Talango, al Artista, a Cari Wendy y a todos los demás, si aún no están convencidos de si deben leer la novela o no, tengan en cuenta que, como dice Benedetti, “la infancia a veces es un paraíso perdido, pero otras veces es un infierno de mierda”. Denles la mano a esos pequeños. Acompáñenlos.

 

por Luisma Pérez Martín




La Operación Peter Pan fue una maniobra coordinada entre el Gobierno de los Estados Unidos (CIA mediante, cómo no), la Iglesia católica y los cubanos exiliados de su país tras el triunfo castrista. En dicha operación, entre el 26 de diciembre de 1960 y el 23 de octubre de 1962, más de 14.000 niños fueron trasladados de Cuba a Estados Unidos, solos y lejos de sus familias, por el temor de sus padres a la ideología comunista del nuevo gobierno cubano revolucionario. Sirva esta pequeña entrada de aclaración contextual, de marco para entender mejor “El crimen perfecto de Pedrito Mendrugo” (Siglo XXI Editores, 2014), premiada en México con el  importante Premio Internacional de Narrativa UNAM-COLSIN-SIGLO XXI (2013). 


Es en uno de los campamentos habilitados para esos niños cubanos, Camp Matecumbe, donde encontramos a los protagonistas de esta historia: chiquillos pequeños, vástagos de familias acomodadas durante el régimen de Batista que, sin saber cómo ni por qué, han sido separados de todo cuanto aman y conducidos allí, lejos del “Barbudo Comeniños” que tanto asusta a sus padres.


Pero los niños, pese a sus circunstancias, pese a los adultos, pese a sí mismos incluso, no dejan de ser niños. Y de eso precisamente, del durísimo trabajo de estos pequeños para aferrarse a su infancia, nos habla Alexis Díaz-Pimienta (La Habana, 1966) en esta maravillosa novela.


Pedrito Mendrugo (alias Esteban Estrada, alias Estebita, alias Peter Pan), el Artista, Tingo Talango, Cari Wendy, el Completo, Vitiligo, … son los principales protagonistas de esta regresión a la inocencia, a la fantasía, a los terrores infantiles, a la nostalgia, a las ganas de vivir, a la insubordinación frente a las normas incomprensibles de los adultos. Solos, desorientados, confusos, todos ellos tratarán de arroparse mutuamente frente a las innumerables amenazas que los rodean en un entorno manifiestamente hostil: las monjas, los Grandes, los reglamentos, la ausencia de sus padres, la lejanía de su país natal, la soledad, la tristeza infinita…


Alexis Díaz-Pimienta bucea con una sutileza y una ternura al alcance de muy pocos en los múltiples prismas de la infancia. La búsqueda (o la asunción) de la identidad propia frente a los otros es el hilo conductor de una historia con infinidad de lecturas y sublecturas, una historia que huye del maniqueísmo, que ahonda en la fragilidad del ser humano, en el miedo atroz a la soledad y al desarraigo, todo ello además aderezado con un extraordinario sentido del humor que consigue que pasemos en apenas unos renglones de los pasajes más terribles de Oliver Twist a los momentos más desternillantes de Guillermo Brown (y viceversa) congelándonos a cada momento tanto la risa como las lágrimas.


Y por si todo esto fuera poco, Diaz-Pimienta, además, tiene tiempo de retratar, utilizando para ello los ojos (¿completamente inocentes?) de los pequeños, el racismo, el clasismo, la represión, el exilio, la pederastia, los abusos de poder, … todas las lacras, en resumen, que hacen de los adultos los monstruos que podemos llegar a ser en la mayoría de los casos.


“El crimen perfecto de Pedrito Mendrugo” es una delicia desde la primera página hasta el extraordinario epílogo (si alguno de ustedes consigue no conmoverse acuda inmediatamente al psicólogo más cercano), una (otra más) obra maestra de Alexis Díaz-Pimienta que funciona con la precisión de un delicadísimo reloj suizo. 


Si después de saber todo esto aún dudan si deben seguir en su diáspora a Pedrito Mendrugo, a Tingo Talango, al Artista, a Cari Wendy y a todos los demás, si aún no están convencidos de si deben leer la novela o no, tengan en cuenta que, como dice Benedetti, “la infancia a veces es un paraíso perdido, pero otras veces es un infierno de mierda”. Denles la mano a esos pequeños. Acompáñenlos.