"Uno de los mejores narradores cubanos de la hora presente"
(Juan Bonilla)

Del Blog de Díaz-Pimienta

abr
14
POEMA SINCRÓNICO

para la joven Claudia, filósofa salmantina
que seguro sabe que nuestro viaje en autobús
(y nuestra charla) no fueron casuales
La casualidad no existe,

todo es sincronicidad.

Le llama casualidad

el no-sincrónico (triste).

Es como si fuera un chiste

de Dios, que todo lo ve.

Jung va a tomarse un café

con Marx y con Jesucristo

y el barman: “Yo los he visto

antes a los tres, ¿por qué?

Sincronicidad de Jung:

fantástica y epifánica.

Metáfora cuasi orgánica

para el humano común.

Suerte o desgracia (según

lo perciba el “enjungado”)

Hilo invisible trenzado

con otro hilo invisible

para que sea posible

lo imposible (sino y hado).

Seguro que alguna vez

en un libro o un eslogan

hallas respuestas que ahogan

preguntas de tu niñez,

avisos de tu vejez,

dudas de tu aquí y ahora.

¡Pero si hace media hora

miré y esto aquí no estaba!

¡Pero si es lo que buscaba!

¡Pero! Y Dios de risa llora.

Si ibas a telefonear

a Equis y Equis te llama;

o te encuentras con la dama

que soñabas encontrar.

si todo empieza a encajar

como en un puzzle demente,

sin buscarlo, de repente,

esto no es casualidad,

sino sincronicidad

misteriosa y sorprendente.

El psicólogo Carl Jung

y la simultaneidad

de hechos (sincronicidad,

poético bien común),

dan respuesta –sin ningún

temor o resentimiento–

al azar, un viejo cuento

repleto de frases hechas,

baile de sitios y fechas

en perpetuo movimiento.

Todo asusta y exacerba.

Todo cuanto ha sucedido

tan solo tiene sentido

en la persona que observa.

Todo preocupa y enerva.

Nada es un fortuito adorno.

Tras un eterno retorno

Jung llegó a la conclusión

de la íntima conexión

entre individuo y entorno.

Circunstancias coincidentes.

Significado simbólico.

Atractivo melancólico

entre presentes y ausentes.

Todos son ríos y puentes

hacia lo que se presagia.

¿Casualidad, suerte, magia?

Carl Jung sonríe a escondidas

y el crucigrama de vidas

se parodia, se autoplagia.

Las respuestas maquilladas

de sorpresa y coincidencia

son –han sido– en apariencia

perfectamente estudiadas,

tejidas, sincronizadas,

cuando no lo imaginamos.

Por eso siempre acertamos

y vivimos –burda crónica–

una experiencia sincrónica

cuando menos la esperamos.

Pero hay que estar receptivos,

alertas a nuestro entorno.

Hay que velar el contorno

y el núcleo de los motivos

por los que seguimos vivos

en esta rueda infinita.

Dios pide un café e invita.

Marx dice: “deja, yo pago”.

Y Jung: Por Dios, qué mal trago:

lo sincrónico me excita.

Y así todo. Hasta estos versos

ya estaban premeditados,

previstos, sincronizados,

remarxenjungando esfuerzos.

Paralelos Universos

que duran pocos instantes.

Entro a un bar. Rostros mutantes.

Me pido un café (infelice).

Y el barman solo me dice:

¿no nos hemos visto antes?