"Uno de los mejores narradores cubanos de la hora presente"
(Juan Bonilla)

Del Blog de Díaz-Pimienta

 

(Una breve reseña de «Salvador Golomón»,
novela de Alexis Díaz Pimienta,
Algaida Editores, 2005).


Por: Ovidio Moré



Espejo de Paciencia, de Silvestre de Balboa, está considerada la primera obra literaria cubana; fue ella el germen, la simiente de la que nacería el gigantesco y frondoso árbol (ceiba) que es hoy la literatura de la isla. Desde muy temprana edad esta ceiba ha dado excelentes frutos, poéticos y narrativos, y son estos últimos los que nos interesan en la redacción de esta reseña, porque Alexis Díaz-Pimienta es heredero de esa tradición de narradores natos, lleva en sus genes, en su acervo, el legado de Cirilo Villaverde, de Ramón Meza, de Miguel de Carrión, de José Soler Puig, de Ezequiel Vieta, de Samuel Feijóo, de José Lezama Lima, de Virgilio Piñera, de Alejo Carpentier, de Severo Sarduy o Guillermo Cabrera Infante, autores todos que, como el propio Pimienta, han sabido plasmar en su literatura la esencia y la idiosincrasia del pueblo cubano, al mismo tiempo que sus respectivas obras rezuman universalidad en cada párrafo, oración, palabra o letra. Y son igualmente herederos otros autores contemporáneos de Alexis, con los que este guarda similitudes estéticas, como son los casos de Jesús Díaz, Abilio Estévez, Leonardo Padura, Senel Paz, Pedro Juan Gutiérrez, Ena Lucía Portela, Zoé Valdez,  Wendy Guerra o Eliseo Alberto Diego, entre otros muchos. Todos ellos son de una raza literaria única, se han forjado en el  crisol del proceso revolucionario y han vivido luego la caída del campo socialista, el desmembramiento de la URSS, la diáspora (balseros incluidos) y el llamado Período Especial, circunstancias todas que han abonado (para seguir con el símil del reino vegetal) el vivero de la narrativa que se cultiva hoy en la Isla y fuera de ella. Salvador Golomón es una novela que transita por esos caminos, que es hija de este período histórico.

Pero volviendo al principio, ¿por qué he traído a colación Espejo de Paciencia? Porque en  esta primogénita obra literaria cubana, que narra el secuestro y la posterior liberación del Obispo Don Juan de las Cabezas Altamirano, su secuestrador, el corsario Gilberto Girón, muere a manos de un esclavo que llevaba por nombre Salvador Golomón.  Y este nombre del héroe de dicha obra, este personaje antiquísimo, resurge 397 años después para dar título a esta otra excelente obra de Díaz Pimienta a la que le dedicamos estas letras.

Salvador Golomón es una novela basada en hechos reales y un auténtico “tour de force”, porque novelar hechos testimoniales es complicado; sin embargo, Alexis, con su natural sapiencia narrativa,  logra superarlo con creces en un trabajo literario de gran envergadura y de óptima calidad, donde da voz a  Romualdo Írsula, alias Rofe, alias Salvador Golomón,  escritor de novelas policiacas, vendedor ambulante, policía, actor de teatro ocasional y detective privado que nos narra, en primera persona,  su rocambolesco, aventurero y erótico viaje desde la Cuba octomundista (según sus propias palabras) hasta la Italia primermundista, en una especie de huida hacia ninguna parte, o sin rumbo fijo, pero, eso sí, en un viaje iniciático,  de la mano de una incombustible, bella y sensual mujer, “nacida de un poema”, llamada Simona.

Hay muchas lecturas en esta novela, y el lector puede disfrutarla y entenderla de diferentes formas: como una novela romántico-erótica o como una novela de viajes y de aventuras, y hasta como una novela negra con sus dosis de humor, de drama y de parodia; también puede ser vista como un ejercicio metaliterario donde se habla de literatura y del oficio de escribir; pero es también  el enfrentamiento de dos mundos completamente opuestos social y económicamente, el descubrimiento, por parte  de su protagonista, de la “cara oculta de la luna”, de ese primer mundo siempre lejano, deseado e inalcanzable para el cubano común, ese primer mundo con sus  bondades, sus oropeles, su abundancia y, cómo no, con sus defectos, sus vicios, su crudeza, sus grietas y su decadencia. 

Salvador Golomón es una novela que toca varios palos, tiene la exuberancia, a veces, del barroco latinoamericano y tiene su cuota de novela realista y de trasfondo social; pero tiene, además, fragmentos y párrafos enteros que son deliciosa prosa poética, pues no hay que olvidar que su autor nació poeta y sigue siendo poeta.

Estamos ante una novela novedosa desde el punto de vista de la forma, no porque juegue con la estructura como lo hicieron Cortázar en Rayuela o Marc Saporta en Composición Nº 1, sino porque se atreve a cambiar la morfología del párrafo y la tipografía e incluye en el cuerpo narrativo, cosa bastante innovadora y que me parece de gran acierto, las notas al margen y las correcciones que el protagonista real, o sea, el verdadero Romualdo Írsula, el que vivió en carne propia esta inusual historia, le hizo al autor cuando este le dio a leer el borrador de la novela.  Por ello considero que Salvador Golomón es una joyita literaria,  ya no sólo por el contenido sino, además, por la forma, o, lo que es lo mismo, no sólo por lo que cuenta sino por cómo lo cuenta y cómo nos lo presenta visualmente. No por gusto fue merecedora del premio internacional de novela Ramón Berenguel en su XIV edición (en 2005) y finalista del Ateneo de Sevilla (2004) y del Rómulo Gallegos (2007).

Si pusiéramos a este Salvador Golomón delante del espejo, en ese cristal de azogue literario se reflejaría un personaje lleno de matices, psicológicamente bien armado, quizás guardando algún que otro parecido con su antecesor balboiano, pero muy levemente, sólo como símil, como metáfora, porque este otro, habanero de pura cepa, es un personaje sumamente complejo, al que el autor logra vestirlo (es mi modesta opinión) con la carne necesaria para hacerlo tan humano a nuestros ojos como su homólogo real, en un juego entre ficción y realidad en el que ambos son cuerpo e imagen y se trastocan a cada lado del espejo, transitan de un lado a otro convirtiendo al Romualdo real en ficción y al Romualdo de ficción en real, y, si eso fuera poco, el espejo se multiplica y los multiplica en el Romualdo escritor, el Romualdo actor, el Romualdo policía, el Romualdo detective, el Romualdo fotógrafo, Romualdo latin lover,  el Romualdo actor, etc., y así hasta el infinito, logrando hacerlos omnipresentes y ubicuos o separarlos a todos de su matriz y hacerlos entablar un diálogo entre ellos y ponerlos a deambular por alguna ciudad italiana.

Salvador Golomón es una novela que se disfruta, que se saborea y se mastica poco a poco, pero, paradójicamente, con voracidad, que te mantiene ahí, atado a la mesa, queriendo que no acabe nunca este pantagruélico banquete literario. A la espera estamos de las nuevas vivencias de tan singular personaje en las dos novelas que le suceden (ya terminadas, nos confiesa el autor) y que llevarán por título La Palestina y un tal Golomón y La Pelirroja y un tal Golomón.

Alexis Díaz Pimienta nunca me defrauda, siempre quiero más y más. Desde que leí Prisionero del agua me hice adicto a su narrativa. Hoy por hoy es uno de los grandes exponentes de la novelística y de la poesía contemporánea cubanas. 


Ovidio Moré (escritor y artista plástico)
24 de enero e 2022




Hoy he tenido una mañana muy especial. Nada más abrir los ojos recibí dos reseñas de dos lectores distintos (a ninguno conozco personalmente) sobre dos novelas distintas y muy diferentes. Ambas encajan dentro de la categoría de “novela negra”, aunque “El huracán Anónimo” es de mayor perfil policíaco y “Sangre” es más negra-negra. Y que les voy a decir, me han alegrado la mañana. La reseña sobre El huracán Anónimo es de Ovidio Moré, cubano que vive en Barcelona, y ya la he compartido en este blog, y la reseña sobre “Sangre” (a modo de “chat-comentarios de lectora”) es de Mireia Sánchez Hernández, española que vive en Salamanca, y la voy a compartir íntegra (con su autorización), porque me ha emocionado muchísimo, dado lo delicado del tema de esta novela tan difícil y lo importante de su testimonio en tanto mujer y lectora.



Dice Mireia Sánchez Hernández:

El libro me lo ha regalado un amigo, no sé donde lo ha comprado, pero me lo he leído en dos días y me ha encantado. Tenía el de Jano ya y en cuanto terminé Sangre quería más. Me ha encantado el libro, repito. Me parece muy original en su planteamiento, directo, ágil, duro y sensible. Tratando un tema tan delicado como la violencia de género creo que lo haces con absoluto respeto, sensibilidad y con la dureza que conlleva. Hay frases que directamente me han dejado sin aliento, en el clavo… De verdad que me sorprendía y maravillada a cada página.

Soy superviviente de abuso sexual infantil y violencia de género, además, trabajo dando talleres sobre prevención de distintas violencias. Y de verdad que SANGRE lo refleja muy bien, con verdad y cuidado. Fui alumna tuya en la décima y la canción (plena pandemia) y aluciné… pero en prosa tampoco te quedas atrás. Agradezco mucho que hayas cuidado tanto el tema, se nota. No hay amarillismo, no hay clichés típicos, no has caído en el tópico fácil. Has hablado de la realidad, muy muy bien. 

Ojalá puedan leerla muchas mujeres. Yo la recomendaré a mis alumnos y alumnas. Hay muchas Marías, y también hay muchas mini Marías y Pepitos que podrían hablar sobre abusos sexuales… te lanzo la idea… por si te atreves a tocar un tema aún más delicado.

 

por Luis María Pérez Martín



Admiro profundamente a Alexis Díaz-Pimienta (La Habana, 1966) desde hace varios años, cuando tuve conocimiento de su existencia (como tantos) gracias a un vídeo en el que improvisaba junto a Jorge Drexler en uno de sus conciertos. Comencé a investigar por internet quién era aquel tipo capaz de eclipsar sobre un escenario, a fuerza de décimas improvisadas, nada menos que a un animal escénico como es Drexler y así descubrí el repentismo y las controversias, y comprendí, después de agotarme los ojos y los oídos estudiando todos los vídeos que caían en mis manos, que Diaz-Pimienta venía a ser Dios en lo que a improvisación poética se refiere.

Absolutamente fascinado, me interesé por conocer su poesía escrita y me agencié, tanto digitalmente como en papel, todo el material que pude encontrar. Esta vez comprendí que Díaz Pimienta tenía un lugar preferencial entre los más grandes poetas en lengua castellana de todos los tiempos  y, por supuesto, lo tendría también, y para siempre ya, en mi imaginario particular, junto a Lorca, Blas de Otero, Miguel Hernández, Roberto Juarroz, Benedetti y tantos otros monstruos de la poesía.

Pero lo que yo no sabía es que Alexis Díaz-Pimienta también es novelista.

Jano (Scripta Manent, 2021) cayó en mis manos hace unos pocos días, y la comencé con el entusiasmo recién estrenado de haber podido conocer esa misma noche en persona (por fin) a Alexis Díaz-Pimienta, pero con la inconfesable (perdona mi falta de fe, Alexis) convicción de que nada que escribiera en prosa podría igualar su inimaginable calidad poética.

No podía estar más equivocado. Apenas comenzado el libro, me saltó a la cara una de esas frases que se quedan en la memoria literaria y emocional de uno, sin saber muy bien por qué, para toda la vida: “Amar los ojos de Zuliesky es una religión para Alcibíades”. Así de sencillo: “Amar los ojos de Zuliesky es una religión para Alcibíades”. Y ya no pude ni podré parar.

Nada diré del argumento de la novela, mejor es que lo descubran por ustedes mismos, pero sí les contaré que Jano es un puzle delicioso, una historia de amor a tres (o más, o menos, quién sabe) bandas, un recorrido por las profundidades del alma humana durante cuyo trayecto Díaz-Pimienta desnuda a los protagonistas, se desnuda a sí mismo como narrador omnisciente y nos desnuda a nosotros, los lectores, frente a nuestros prejuicios y nuestras miserias.

Y así, en cueros, acompañamos a Roberto, a Emilio, a Pilar, a Carmeta, a Alcibíades, a Zuliesky, a través de los años y de las ciudades (La Habana, Cádiz, San Feliú de Llobregat), a través de sí mismos y a través de los ojos con que los demás los ven.

Les confesaré que leer por primera vez una novela de Alexis Díaz-Pimienta ha supuesto para mí exactamente la misma sensación (que ya creía perdida) de leer por primera vez, hace tantos años, a Saramago, a Terenci Moix, a Cortázar o a Millás. Y al igual que aquellas primeras veces con ellos, esta primera vez con Alexis ha supuesto un enamoramiento absoluto, irremediable e inmediato de su manera de escribir (prosa). 

Sé que releeré fragmentos de Jano infinidad de veces hasta saberlos de memoria. De hecho, ya lo he hecho con algunos de ellos (por ejemplo el maravilloso momento en que Róber-Roberto-Robertico-Jano hunde las manos en el charco de líquido amniótico de la madre de Emilio), regodeándome únicamente en la lectura, olvidando la trama, disfrutando sólo (cuánto tiempo hacía) de la escritura por la escritura.

Tanto es así que aún no sé si me ha gustado más el fondo o la forma, la falta de pudor y la sutileza extrema con que Díaz-Pimienta aborda temas delicadísimos o simplemente el fluir de la prosa, la naturalidad de los diálogos, la poesía implícita en cada párrafo. 

Sé que dentro de muchos años seguiré reflexionando sobre los personajes y sus actos. Y lo mejor de todo es que podré hablar sobre ello con el propio Alexis, porque puedo decir con infinito orgullo que, además de ser un genio inabarcable de la literatura, Alexis Díaz-Pimienta es mi amigo.

Continuaría escribiendo sobre “Jano” páginas y más páginas, pero mejor, mucho mejor, como les decía antes, es que ustedes mismos la lean y se enamoren. Porque recuerden: “Amar los ojos de Zuliesky es una religión para Alcibíades”.

 Luis María Pérez Martín, 2 de julio 2021


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Título: Jano

Autor: Alexis Díaz Pimienta

Editorial: Scripta Manent Ediciones (España)

Formato: Impreso con solapas / Ebook

Año: 2021

Pags.: 407