"Uno de los mejores narradores cubanos de la hora presente"
(Juan Bonilla)

Del Blog de Díaz-Pimienta


Compréndanme. Acabo de bautizarme hace pocos días como lector de novelas de Alexis Díaz Pimienta (La Habana, 1966) con la maravillosa “Jano” (Scripta Manent 2021), así que no podía dejar de devorar la otra obra maestra que tenía en mis manos; la escalofriante y actualísima “Sangre” (también Scripta Manent, también de 2021).
Antes de decir nada sobre “Sangre” he de mencionar que, por mi trabajo, el tema de la violencia de género me es muy cercano, tan cercano que me temo que no soy capaz de enfocarlo con nitidez; también les diré que casi todos los abogados que conozco y por supuesto, yo mismo, sufrimos una triple frustración en relación a los asuntos de maltrato contra las mujeres.


En primer lugar, la frustración de comprobar a diario la ineficacia absoluta de esta ley (y me temo que de cualquier ley que pudiera promulgarse) en los casos más sangrantes; los medios que deberían destinarse a proteger realmente a las víctimas se pierden en una selva funcionarial de comités, estudios estadísticos, protocolos absurdos, oficinas varias (Díaz-Pimienta lo refleja muy bien en la novela) y estómagos agradecidos que en nada contribuyen a cambiar la situación. A eso hay que sumar la saturación de los Juzgados de Violencia de Género y el hecho de que, por supuesto, la maldad, la locura y la brutalidad son, a menudo, imprevisibles y, casi siempre, absurdas. En segundo lugar, está la frustración de no poder conseguir, la mayoría de las veces, ayudar a las víctimas por su propia reticencia a denunciar o ratificar la denuncia ya presentada. En mi experiencia personal les diré que cuanto más grave es el maltrato, más difícil es convencer a la mujer maltratada de que siga adelante con el procedimiento judicial y en esos casos es determinante el miedo, sí, pero también otras cosas que jamás en la vida podré acertar a comprender. Y hay un tercer motivo de frustración: la instrumentalización de la ley para obtener ventajas económicas y judiciales en particular en los procedimientos de divorcio en relación a los hijos comunes. En resumidas cuentas, demasiada mierda, demasiadas miserias, demasiados hijos de puta, demasiados (y demasiadas) caraduras.

Dicho esto (gracias por el desahogo) y partiendo de que entré “manchado” a leer la novela, les puedo decir que sin embargo he salido transfigurado de su lectura. Quizá necesitaba (y en esto no entra lo literario) un enfoque ajeno a la pura objetividad de los datos y la experiencia, un soplo de aire fresco, una visión no desenfocada como la mía. Y en esa visión, la de Alexis, he recorrido con María todos los váteres de Sevilla (Estepueblo) buscando nuevos mensajes (“AYÚDAME”), he visto el Guadalquivir correr rojo de sangre (me viene a la cabeza el mejor Saramago de “La balsa de piedra” o “Ensayo sobre la lucidez”) y he sentido la impotencia de la protagonista ante la locura hecha cotidianeidad.
Ahora, una vez acabada la lectura, creo que Alexis Díaz-Pimienta, con su lucidez, con su talento narrativo, me ha ayudado más a comprender lo terrible de la lacra que relata que veintidós años de ejercicio del derecho (llámenme frívolo, llámenme exagerado) y pienso que, seguramente, la novela debería de ser lectura obligada en las escuelas, porque ahí, en la educación, y sólo ahí, es donde se puede conseguir algún cambio real en lo que se refiere a la violencia contra las mujeres.
Y, en cuanto al placer que ha supuesto la lectura, he de decirles que “Sangre” no es “Jano” ni “Jano” es “Sangre”, pero ay, el lenguaje del novelista, el idioma que uno (este lector) ya reconoce como suyo con tan sólo dos novelas leídas, el gusto de sentirse en casa con nada más abrir el libro y empezar a leer,… eso, les digo, no tiene precio para mí.
En resumidas cuentas, que ahora tengo mono de novela de Alexis Díaz-Pimienta, que en apenas 600 páginas de “Jano” y “Sangre” me he convertido en un yonqui de su prosa, que quiero más y más y más.
Recomendarles, por tanto, a estas alturas, que lean la novela me parece una redundancia, pero me apetece ser redundante: Lean “Sangre”, disfruten y sufran con ella, ahóguense en un río rojo como la sangre de todas las Marías de Estepueblo asesinadas. Me lo agradecerán.
Luisma Pérez Martín
10 de julio de 2021


Compréndanme. Acabo de bautizarme hace pocos días como lector de novelas de Alexis Díaz Pimienta (La Habana, 1966) con la maravillosa “Jano” (Scripta Manent 2021), así que no podía dejar de devorar la otra obra maestra que tenía en mis manos; la escalofriante y actualísima “Sangre” (también Scripta Manent, también de 2021).
Antes de decir nada sobre “Sangre” he de mencionar que, por mi trabajo, el tema de la violencia de género me es muy cercano, tan cercano que me temo que no soy capaz de enfocarlo con nitidez; también les diré que casi todos los abogados que conozco y por supuesto, yo mismo, sufrimos una triple frustración en relación a los asuntos de maltrato contra las mujeres.


En primer lugar, la frustración de comprobar a diario la ineficacia absoluta de esta ley (y me temo que de cualquier ley que pudiera promulgarse) en los casos más sangrantes; los medios que deberían destinarse a proteger realmente a las víctimas se pierden en una selva funcionarial de comités, estudios estadísticos, protocolos absurdos, oficinas varias (Díaz-Pimienta lo refleja muy bien en la novela) y estómagos agradecidos que en nada contribuyen a cambiar la situación. A eso hay que sumar la saturación de los Juzgados de Violencia de Género y el hecho de que, por supuesto, la maldad, la locura y la brutalidad son, a menudo, imprevisibles y, casi siempre, absurdas. En segundo lugar, está la frustración de no poder conseguir, la mayoría de las veces, ayudar a las víctimas por su propia reticencia a denunciar o ratificar la denuncia ya presentada. En mi experiencia personal les diré que cuanto más grave es el maltrato, más difícil es convencer a la mujer maltratada de que siga adelante con el procedimiento judicial y en esos casos es determinante el miedo, sí, pero también otras cosas que jamás en la vida podré acertar a comprender. Y hay un tercer motivo de frustración: la instrumentalización de la ley para obtener ventajas económicas y judiciales en particular en los procedimientos de divorcio en relación a los hijos comunes. En resumidas cuentas, demasiada mierda, demasiadas miserias, demasiados hijos de puta, demasiados (y demasiadas) caraduras.

Dicho esto (gracias por el desahogo) y partiendo de que entré “manchado” a leer la novela, les puedo decir que sin embargo he salido transfigurado de su lectura. Quizá necesitaba (y en esto no entra lo literario) un enfoque ajeno a la pura objetividad de los datos y la experiencia, un soplo de aire fresco, una visión no desenfocada como la mía. Y en esa visión, la de Alexis, he recorrido con María todos los váteres de Sevilla (Estepueblo) buscando nuevos mensajes (“AYÚDAME”), he visto el Guadalquivir correr rojo de sangre (me viene a la cabeza el mejor Saramago de “La balsa de piedra” o “Ensayo sobre la lucidez”) y he sentido la impotencia de la protagonista ante la locura hecha cotidianeidad.
Ahora, una vez acabada la lectura, creo que Alexis Díaz-Pimienta, con su lucidez, con su talento narrativo, me ha ayudado más a comprender lo terrible de la lacra que relata que veintidós años de ejercicio del derecho (llámenme frívolo, llámenme exagerado) y pienso que, seguramente, la novela debería de ser lectura obligada en las escuelas, porque ahí, en la educación, y sólo ahí, es donde se puede conseguir algún cambio real en lo que se refiere a la violencia contra las mujeres.
Y, en cuanto al placer que ha supuesto la lectura, he de decirles que “Sangre” no es “Jano” ni “Jano” es “Sangre”, pero ay, el lenguaje del novelista, el idioma que uno (este lector) ya reconoce como suyo con tan sólo dos novelas leídas, el gusto de sentirse en casa con nada más abrir el libro y empezar a leer,… eso, les digo, no tiene precio para mí.
En resumidas cuentas, que ahora tengo mono de novela de Alexis Díaz-Pimienta, que en apenas 600 páginas de “Jano” y “Sangre” me he convertido en un yonqui de su prosa, que quiero más y más y más.
Recomendarles, por tanto, a estas alturas, que lean la novela me parece una redundancia, pero me apetece ser redundante: Lean “Sangre”, disfruten y sufran con ella, ahóguense en un río rojo como la sangre de todas las Marías de Estepueblo asesinadas. Me lo agradecerán.
Luisma Pérez Martín
10 de julio de 2021



por María Esteban


Portada de la novela Sangre y foto del autor: Alexis Díaz-Pimienta



Qué difícil escribir una reseña sin incurrir en tópicos. Una reseña positiva, laudatoria incluso, de la que considero a todas luces una buena novela. Combatir en mi cabeza y en la de los demás la idea de que lo hago porque el autor me lo ha pedido, sabiendo además que es un gran tipo, y cuando ya hace tiempo atravesé ese limbo que a veces establecemos con los ídolos, allá donde empieza a gustarnos sistemáticamente todo lo que hace. Si se me permite una glosa a mi propio INCIPIT, yo creo que aún puede alcanzarse un estadio superior, aquel en el que admiramos tanto a un autor y lo queremos tanto y confiamos tanto en su capacidad creativa que todo lo que escribe nos parece mal. Afortunadamente, yo aún no he llegado a ese extremo con el maestro Pimienta. Ese día yo me implicaré demasiado en mi lectura, con consecuencias desastrosas, y él dejará de encargarme reseñas. Ahora, sencillamente, me entusiasma cada libro que publica, cada relato o poema inédito que tiene la generosidad de compartir conmigo. Y no son pocos los poemas, los relatos, los libros ya editados. Porque este hombre, en términos de producción, podría disputarle el liderazgo a Stephen King y sus novelas milpaginistas escritas consecutivamente. Stephen King, otro de mis autores predilectos, a quien defiendo a capa y espada en cualquier contexto aunque secretamente ya me haya instalado en la idea de que siempre “podría hacerlo mejor”.

Qué difícil entonces, decía, escarbar en esa masa de complacencia autoimpuesta para seguir minando palabras y argumentos que sostengan que esta es una buena novela, incluso una novela excelente. Y qué difícil hacer que mi reseña suene honesta al oído humano. Pero tengo que intentarlo, por respeto al autor y por compromiso con el lenguaje, no necesariamente en ese orden. Más difícil aún es escribir una novela sobre un tema candente (ahí va el primer tópico) rechazando las herramientas que tenemos más a mano, los materiales que nos proporcionan los demás. El vocabulario, las estructuras, la perspectiva utilizadas por quienes abordaron el tema de la violencia machista antes que nosotros, ya fueran periodistas, artistas o simples conversadores. Qué difícil esquivar la demagogia, cuando, además, pocas veces nos encontramos ante un caso tan claro de buenos y malos (víctimas frente a asesinos), qué difícil mostrar sin hacer pedagogía. Y Alexis Díaz-Pimienta consigue todo eso. Si quien me lea encontrase en esta novela un solo tópico descarriado, por favor, que me escriba y me lo comunique. Porque los tópicos están, pero estratégicamente situados ante un espejo de esos que deforman y caricaturizan y magnifican, es decir, que nos muestran como realmente somos. Fuera de ese juego, de ese propósito, no hay tópicos en este libro.

Creo poder afirmar que otro de los preceptos de partida era precisamente meter el dedo en la llaga. Evitar las cifras deshumanizantes (para recurrir a ellas en el momento preciso, y con qué maestría), bucear a cambio en los detalles, que, como me dijo una vez mi padre, son lo menos importante y lo que más jode, para retratar las verdaderas implicaciones de estos asesinatos. Sangre es, en fin, una novela incómoda (he aquí un tópico consagrado), porque en ella se alternan descripciones crueles y descarnadas con episodios amables, sin transiciones; porque aun con ese trasfondo no renuncia al sentido del humor ni a cierta frivolidad; pero sobre todo porque se atreve a cuestionar nuestra empatía individual y colectiva, la posibilidad real de un sistema de relaciones basado en la sororidad. Y es que otro tema que subyace en Sangre, de forma más discreta, es el de las contradicciones en que todos (todas) caemos dentro de nuestro discurso feminista, más o menos honesto, más o menos labrado y asumido. Cómo en nuestra concienciación siempre se abren grietas, fruto de la desidia, y también de complejos y pequeñas mezquindades, o de que simplemente el mundo sigue andando aunque el Guadalquivir amanezca teñido de rojo. Porque somos humanos y humanamente sobrevivimos. Vamos tirando humanamente.

Para terminar con otro tópico diré que Sangre es, además, un interesante juego de perspectivas. Los constantes cambios de foco podrían ser confusos y no lo son. La abundancia de personajes podría sobrepasarnos y no lo hace. Solo los buenos narradores salen airosos en esta clase de madejas. Y, como he señalado alguna vez, Sangre tiene uno de los inicios de novela más desternillantes y poéticos que he leído, y es también un magnífico ejercicio de estilo indirecto libre, de metalenguaje, un deleite de adjetivos siempre precisos e inopinados, de un leve realismo mágico que se acentúa en los últimos capítulos.

No voy a decir que esta fuera una novela necesaria porque una cosa es jugar con los tópicos y otra perder el foco, y podríamos discutir si existen textos necesarios. Tampoco voy a plantearme las implicaciones de que el autor de este libro sea un hombre (por si a alguien le importa, a mí me parece fenomenal), ni excavar en polémicas.  Me limito a recomendar esta novela. Como lectora y como María. Leed esta novela, lectores. Leed Sangre.


María Esteban / Amanda Sorokin

5 de julio de 2021




____________________________________
Datos:

Título: SANGRE
Autor: Alexis Díaz-Pimienta
Editorial: Scripta Manent Ediciones
Año: 2021
Páginas: 200


por María Esteban


Portada de la novela Sangre y foto del autor: Alexis Díaz-Pimienta



Qué difícil escribir una reseña sin incurrir en tópicos. Una reseña positiva, laudatoria incluso, de la que considero a todas luces una buena novela. Combatir en mi cabeza y en la de los demás la idea de que lo hago porque el autor me lo ha pedido, sabiendo además que es un gran tipo, y cuando ya hace tiempo atravesé ese limbo que a veces establecemos con los ídolos, allá donde empieza a gustarnos sistemáticamente todo lo que hace. Si se me permite una glosa a mi propio INCIPIT, yo creo que aún puede alcanzarse un estadio superior, aquel en el que admiramos tanto a un autor y lo queremos tanto y confiamos tanto en su capacidad creativa que todo lo que escribe nos parece mal. Afortunadamente, yo aún no he llegado a ese extremo con el maestro Pimienta. Ese día yo me implicaré demasiado en mi lectura, con consecuencias desastrosas, y él dejará de encargarme reseñas. Ahora, sencillamente, me entusiasma cada libro que publica, cada relato o poema inédito que tiene la generosidad de compartir conmigo. Y no son pocos los poemas, los relatos, los libros ya editados. Porque este hombre, en términos de producción, podría disputarle el liderazgo a Stephen King y sus novelas milpaginistas escritas consecutivamente. Stephen King, otro de mis autores predilectos, a quien defiendo a capa y espada en cualquier contexto aunque secretamente ya me haya instalado en la idea de que siempre “podría hacerlo mejor”.

Qué difícil entonces, decía, escarbar en esa masa de complacencia autoimpuesta para seguir minando palabras y argumentos que sostengan que esta es una buena novela, incluso una novela excelente. Y qué difícil hacer que mi reseña suene honesta al oído humano. Pero tengo que intentarlo, por respeto al autor y por compromiso con el lenguaje, no necesariamente en ese orden. Más difícil aún es escribir una novela sobre un tema candente (ahí va el primer tópico) rechazando las herramientas que tenemos más a mano, los materiales que nos proporcionan los demás. El vocabulario, las estructuras, la perspectiva utilizadas por quienes abordaron el tema de la violencia machista antes que nosotros, ya fueran periodistas, artistas o simples conversadores. Qué difícil esquivar la demagogia, cuando, además, pocas veces nos encontramos ante un caso tan claro de buenos y malos (víctimas frente a asesinos), qué difícil mostrar sin hacer pedagogía. Y Alexis Díaz-Pimienta consigue todo eso. Si quien me lea encontrase en esta novela un solo tópico descarriado, por favor, que me escriba y me lo comunique. Porque los tópicos están, pero estratégicamente situados ante un espejo de esos que deforman y caricaturizan y magnifican, es decir, que nos muestran como realmente somos. Fuera de ese juego, de ese propósito, no hay tópicos en este libro.

Creo poder afirmar que otro de los preceptos de partida era precisamente meter el dedo en la llaga. Evitar las cifras deshumanizantes (para recurrir a ellas en el momento preciso, y con qué maestría), bucear a cambio en los detalles, que, como me dijo una vez mi padre, son lo menos importante y lo que más jode, para retratar las verdaderas implicaciones de estos asesinatos. Sangre es, en fin, una novela incómoda (he aquí un tópico consagrado), porque en ella se alternan descripciones crueles y descarnadas con episodios amables, sin transiciones; porque aun con ese trasfondo no renuncia al sentido del humor ni a cierta frivolidad; pero sobre todo porque se atreve a cuestionar nuestra empatía individual y colectiva, la posibilidad real de un sistema de relaciones basado en la sororidad. Y es que otro tema que subyace en Sangre, de forma más discreta, es el de las contradicciones en que todos (todas) caemos dentro de nuestro discurso feminista, más o menos honesto, más o menos labrado y asumido. Cómo en nuestra concienciación siempre se abren grietas, fruto de la desidia, y también de complejos y pequeñas mezquindades, o de que simplemente el mundo sigue andando aunque el Guadalquivir amanezca teñido de rojo. Porque somos humanos y humanamente sobrevivimos. Vamos tirando humanamente.

Para terminar con otro tópico diré que Sangre es, además, un interesante juego de perspectivas. Los constantes cambios de foco podrían ser confusos y no lo son. La abundancia de personajes podría sobrepasarnos y no lo hace. Solo los buenos narradores salen airosos en esta clase de madejas. Y, como he señalado alguna vez, Sangre tiene uno de los inicios de novela más desternillantes y poéticos que he leído, y es también un magnífico ejercicio de estilo indirecto libre, de metalenguaje, un deleite de adjetivos siempre precisos e inopinados, de un leve realismo mágico que se acentúa en los últimos capítulos.

No voy a decir que esta fuera una novela necesaria porque una cosa es jugar con los tópicos y otra perder el foco, y podríamos discutir si existen textos necesarios. Tampoco voy a plantearme las implicaciones de que el autor de este libro sea un hombre (por si a alguien le importa, a mí me parece fenomenal), ni excavar en polémicas.  Me limito a recomendar esta novela. Como lectora y como María. Leed esta novela, lectores. Leed Sangre.


María Esteban / Amanda Sorokin

5 de julio de 2021




____________________________________
Datos:

Título: SANGRE
Autor: Alexis Díaz-Pimienta
Editorial: Scripta Manent Ediciones
Año: 2021
Páginas: 200

 

por Luis María Pérez Martín



Admiro profundamente a Alexis Díaz-Pimienta (La Habana, 1966) desde hace varios años, cuando tuve conocimiento de su existencia (como tantos) gracias a un vídeo en el que improvisaba junto a Jorge Drexler en uno de sus conciertos. Comencé a investigar por internet quién era aquel tipo capaz de eclipsar sobre un escenario, a fuerza de décimas improvisadas, nada menos que a un animal escénico como es Drexler y así descubrí el repentismo y las controversias, y comprendí, después de agotarme los ojos y los oídos estudiando todos los vídeos que caían en mis manos, que Diaz-Pimienta venía a ser Dios en lo que a improvisación poética se refiere.

Absolutamente fascinado, me interesé por conocer su poesía escrita y me agencié, tanto digitalmente como en papel, todo el material que pude encontrar. Esta vez comprendí que Díaz Pimienta tenía un lugar preferencial entre los más grandes poetas en lengua castellana de todos los tiempos  y, por supuesto, lo tendría también, y para siempre ya, en mi imaginario particular, junto a Lorca, Blas de Otero, Miguel Hernández, Roberto Juarroz, Benedetti y tantos otros monstruos de la poesía.

Pero lo que yo no sabía es que Alexis Díaz-Pimienta también es novelista.

Jano (Scripta Manent, 2021) cayó en mis manos hace unos pocos días, y la comencé con el entusiasmo recién estrenado de haber podido conocer esa misma noche en persona (por fin) a Alexis Díaz-Pimienta, pero con la inconfesable (perdona mi falta de fe, Alexis) convicción de que nada que escribiera en prosa podría igualar su inimaginable calidad poética.

No podía estar más equivocado. Apenas comenzado el libro, me saltó a la cara una de esas frases que se quedan en la memoria literaria y emocional de uno, sin saber muy bien por qué, para toda la vida: “Amar los ojos de Zuliesky es una religión para Alcibíades”. Así de sencillo: “Amar los ojos de Zuliesky es una religión para Alcibíades”. Y ya no pude ni podré parar.

Nada diré del argumento de la novela, mejor es que lo descubran por ustedes mismos, pero sí les contaré que Jano es un puzle delicioso, una historia de amor a tres (o más, o menos, quién sabe) bandas, un recorrido por las profundidades del alma humana durante cuyo trayecto Díaz-Pimienta desnuda a los protagonistas, se desnuda a sí mismo como narrador omnisciente y nos desnuda a nosotros, los lectores, frente a nuestros prejuicios y nuestras miserias.

Y así, en cueros, acompañamos a Roberto, a Emilio, a Pilar, a Carmeta, a Alcibíades, a Zuliesky, a través de los años y de las ciudades (La Habana, Cádiz, San Feliú de Llobregat), a través de sí mismos y a través de los ojos con que los demás los ven.

Les confesaré que leer por primera vez una novela de Alexis Díaz-Pimienta ha supuesto para mí exactamente la misma sensación (que ya creía perdida) de leer por primera vez, hace tantos años, a Saramago, a Terenci Moix, a Cortázar o a Millás. Y al igual que aquellas primeras veces con ellos, esta primera vez con Alexis ha supuesto un enamoramiento absoluto, irremediable e inmediato de su manera de escribir (prosa). 

Sé que releeré fragmentos de Jano infinidad de veces hasta saberlos de memoria. De hecho, ya lo he hecho con algunos de ellos (por ejemplo el maravilloso momento en que Róber-Roberto-Robertico-Jano hunde las manos en el charco de líquido amniótico de la madre de Emilio), regodeándome únicamente en la lectura, olvidando la trama, disfrutando sólo (cuánto tiempo hacía) de la escritura por la escritura.

Tanto es así que aún no sé si me ha gustado más el fondo o la forma, la falta de pudor y la sutileza extrema con que Díaz-Pimienta aborda temas delicadísimos o simplemente el fluir de la prosa, la naturalidad de los diálogos, la poesía implícita en cada párrafo. 

Sé que dentro de muchos años seguiré reflexionando sobre los personajes y sus actos. Y lo mejor de todo es que podré hablar sobre ello con el propio Alexis, porque puedo decir con infinito orgullo que, además de ser un genio inabarcable de la literatura, Alexis Díaz-Pimienta es mi amigo.

Continuaría escribiendo sobre “Jano” páginas y más páginas, pero mejor, mucho mejor, como les decía antes, es que ustedes mismos la lean y se enamoren. Porque recuerden: “Amar los ojos de Zuliesky es una religión para Alcibíades”.

 Luis María Pérez Martín, 2 de julio 2021


____________________________________________

Título: Jano

Autor: Alexis Díaz Pimienta

Editorial: Scripta Manent Ediciones (España)

Formato: Impreso con solapas / Ebook

Año: 2021

Pags.: 407

 

por Luis María Pérez Martín



Admiro profundamente a Alexis Díaz-Pimienta (La Habana, 1966) desde hace varios años, cuando tuve conocimiento de su existencia (como tantos) gracias a un vídeo en el que improvisaba junto a Jorge Drexler en uno de sus conciertos. Comencé a investigar por internet quién era aquel tipo capaz de eclipsar sobre un escenario, a fuerza de décimas improvisadas, nada menos que a un animal escénico como es Drexler y así descubrí el repentismo y las controversias, y comprendí, después de agotarme los ojos y los oídos estudiando todos los vídeos que caían en mis manos, que Diaz-Pimienta venía a ser Dios en lo que a improvisación poética se refiere.

Absolutamente fascinado, me interesé por conocer su poesía escrita y me agencié, tanto digitalmente como en papel, todo el material que pude encontrar. Esta vez comprendí que Díaz Pimienta tenía un lugar preferencial entre los más grandes poetas en lengua castellana de todos los tiempos  y, por supuesto, lo tendría también, y para siempre ya, en mi imaginario particular, junto a Lorca, Blas de Otero, Miguel Hernández, Roberto Juarroz, Benedetti y tantos otros monstruos de la poesía.

Pero lo que yo no sabía es que Alexis Díaz-Pimienta también es novelista.

Jano (Scripta Manent, 2021) cayó en mis manos hace unos pocos días, y la comencé con el entusiasmo recién estrenado de haber podido conocer esa misma noche en persona (por fin) a Alexis Díaz-Pimienta, pero con la inconfesable (perdona mi falta de fe, Alexis) convicción de que nada que escribiera en prosa podría igualar su inimaginable calidad poética.

No podía estar más equivocado. Apenas comenzado el libro, me saltó a la cara una de esas frases que se quedan en la memoria literaria y emocional de uno, sin saber muy bien por qué, para toda la vida: “Amar los ojos de Zuliesky es una religión para Alcibíades”. Así de sencillo: “Amar los ojos de Zuliesky es una religión para Alcibíades”. Y ya no pude ni podré parar.

Nada diré del argumento de la novela, mejor es que lo descubran por ustedes mismos, pero sí les contaré que Jano es un puzle delicioso, una historia de amor a tres (o más, o menos, quién sabe) bandas, un recorrido por las profundidades del alma humana durante cuyo trayecto Díaz-Pimienta desnuda a los protagonistas, se desnuda a sí mismo como narrador omnisciente y nos desnuda a nosotros, los lectores, frente a nuestros prejuicios y nuestras miserias.

Y así, en cueros, acompañamos a Roberto, a Emilio, a Pilar, a Carmeta, a Alcibíades, a Zuliesky, a través de los años y de las ciudades (La Habana, Cádiz, San Feliú de Llobregat), a través de sí mismos y a través de los ojos con que los demás los ven.

Les confesaré que leer por primera vez una novela de Alexis Díaz-Pimienta ha supuesto para mí exactamente la misma sensación (que ya creía perdida) de leer por primera vez, hace tantos años, a Saramago, a Terenci Moix, a Cortázar o a Millás. Y al igual que aquellas primeras veces con ellos, esta primera vez con Alexis ha supuesto un enamoramiento absoluto, irremediable e inmediato de su manera de escribir (prosa). 

Sé que releeré fragmentos de Jano infinidad de veces hasta saberlos de memoria. De hecho, ya lo he hecho con algunos de ellos (por ejemplo el maravilloso momento en que Róber-Roberto-Robertico-Jano hunde las manos en el charco de líquido amniótico de la madre de Emilio), regodeándome únicamente en la lectura, olvidando la trama, disfrutando sólo (cuánto tiempo hacía) de la escritura por la escritura.

Tanto es así que aún no sé si me ha gustado más el fondo o la forma, la falta de pudor y la sutileza extrema con que Díaz-Pimienta aborda temas delicadísimos o simplemente el fluir de la prosa, la naturalidad de los diálogos, la poesía implícita en cada párrafo. 

Sé que dentro de muchos años seguiré reflexionando sobre los personajes y sus actos. Y lo mejor de todo es que podré hablar sobre ello con el propio Alexis, porque puedo decir con infinito orgullo que, además de ser un genio inabarcable de la literatura, Alexis Díaz-Pimienta es mi amigo.

Continuaría escribiendo sobre “Jano” páginas y más páginas, pero mejor, mucho mejor, como les decía antes, es que ustedes mismos la lean y se enamoren. Porque recuerden: “Amar los ojos de Zuliesky es una religión para Alcibíades”.

 Luis María Pérez Martín, 2 de julio 2021


____________________________________________

Título: Jano

Autor: Alexis Díaz Pimienta

Editorial: Scripta Manent Ediciones (España)

Formato: Impreso con solapas / Ebook

Año: 2021

Pags.: 407

 

Alexis Díaz-Pimienta (La Habana, 1966) es un prolífico escritor cubano afincado en España desde más de dos décadas, que en la primavera del año 2021 se ha atrevido a publicar dos novelas a la vez, bajo el sello andaluz Scripta Manent Ediciones. Sin lugar a duda, una de ellas, Sangre, es muy especial, partiendo incluso desde el propio título: corto, contundente, algo intrigante. ¿Sangre?

La capacidad de producción literaria (de calidad) de Díaz-Pimienta es como el propio mundo de la improvisación que le rodea: absolutamente dúctil y, como digo, de altas dosis cualitativas. Literatura de mucha calidad, digámoslo sin miedo. Pero lo que Alexis Díaz-Pimienta ha hecho a lo largo de las 200 páginas que dura Sangre ya es harina de otro costal. Volviendo al paralelismo anterior con el repentismo, esta obra es tan actual que casi se puede escuchar el aplauso del público, la “operatividad del momento” y el buen uso de “códigos compartidos”. Sangre es una obra tan nueva, tan a tiempo real en su temática como en su escritura, que cuesta creer que lo sea. Convergen aquí los tantos años que Alexis tiene a sus espaldas como autor, en los que ha pasado por tantas experimentaciones (y experiencias) como días tiene el año.

El barroquismo que siempre ha caracterizado su escritura y la tendencia a hacer obras de dimensiones considerables han dado paso a una evolución a todas luces natural: he aquí una novela más breve, intensa, dinámica, con diálogos directos e imágenes del mismo corte. Mientras la lee, una siempre tiene la sensación de estar ante una película que solo está en cabeza propia (transición, transición, transición). Además, la brevedad de sus capítulos proporciona una dinámica amable, casi necesaria en estos tiempos en que la humanidad se dedica a vivir corriendo.

Cualquier momento es el ideal para leer esta novela precisamente por eso, por su forma y por su contenido, porque es muy fácil (y rápido) leer un capítulo sin tener que correr el riesgo de dejarlo a medias. Y eso, una como lectora que va con el libro pegado al cuerpo como la extensión de una misma, para aprovechar cualquier tiempo vacío y seguir con la trama, es de agradecer, y mucho. 
El modo en que se escribió esta novela también es reflejo del propio Alexis, pues aquí el estilo directo e indirecto va bailando de allá para acá. Aunque esto a priori a una persona como yo, cuadriculada, tendenciosa al orden en todos los aspectos de su vida, podría causarle cierto rechazo, lo cierto es que ocurre todo lo contrario. Se agradece. Como mismo se agradece (y sorprende más) el actualísimo vocabulario que emplea su autor sobre las redes sociales y sus derivadas expresiones. Impresiona leer recortes de estos espacios de comunicación, anónimos para nosotros, reconocidos para el escritor, participando activamente, contribuyendo a esa actualización textual de la que les hablaba más arriba. Todos los modos narrativos existentes (y subconscientes) en la cabeza de Alexis se dan aquí; no falta a la cita ni tan si quiera su punto fantástico-real, en el que propone situaciones simpáticas que no podrían ser verdad, pero que juguetean con esa posibilidad en el imaginario del escritor y, por ende, en el nuestro. Y en un tema tan crudo y desgarrador como es la violencia de género, Alexis tiene la acertada delicadeza de desgranar puntos de humor aquí y allá que alivian el camino del lector.

La cotidianeidad de las situaciones que vive la María principal comienza desde los propios albores de la novela. Una, que es mujer, sabe de lo que habla, y no puede evitar sonreír al leer esa situación “tan normal” para nosotras en los baños públicos a la hora de orinar. Es aquí cuando aparece el primer asombro: ¿Cómo carajo se le ha ocurrido esto, a él, que es un tío? Y claro, pasas del asombro a la naturalidad si quien escribe es Alexis Díaz-Pimienta, porque una de las cosas que más destaco de su escritura su capacidad para encontrar lo genial en lo más sencillo y cercano, en aquello que vive en nuestro día a día, pero que, por tan rutinario, le perdemos “el punto”, algo tan común como hacer pis en un baño público sin sentarte en la taza (y todo lo que eso conlleva para las mujeres); aunque Alexis no lo haga, le basta con saber que eso ocurre para guardarlo en su cabeza.

Desgraciadamente, en ese contexto de normalidad, lo anormal también se ha vuelto costumbre. Esa es la denuncia mayor de esta novela plagada de Marías asesinadas por sus parejas: la visión normalizada del drama. Se vuelven los nombres y los lugares todos uno cuando las muertes solo tienen nombre de María y los pueblos solo se llaman Estepueblo. Y esto es otra genialidad que una no ve hasta que ya está en ese río de sangre. Genéricos nombres nos hacen reflexionar en que lo importante no está en ubicar geográficamente o ponerle rostro a una determinada persona, lo importante está en que este problema se puede dar en el lugar menos pensado y le puede ocurrir a la persona menos pensada (yo misma, que ahora escribo esto, quizás mañana podría ser otra María si la muerte me hace cruzar con un loco que ande por la calle; y qué importaría que mi muerte hubiera sido en Almería, no tiene mayor importancia que la de haber ocurrido en Estepueblo). 

Ahí está la María protagonista, soportando cientos de papeles higiénicos con una misma palabra alarmante, que a su vez es la metáfora perfecta de que la María protagonista está soportando una muerte por papel encontrado (¿fuera esto un aviso de la próxima defunción?, quién sabe). Yo, mujer, siento esa ansiedad de encontrar a quien necesita ayuda, tal y como le ocurre a ella. Porque el famoso “si tocan a una, nos tocan a todas” no es una marca de querer pelear, es un sentimiento intrínseco que tiene hasta la mujer más insensible que planeta Tierra haya pisado. Vives con la tranquilidad de quien piensa “a mí no me va a pasar”, pero detrás siempre aparece el maldito nexo adversativo, su conjunción, y su condicional para ponerte nerviosa: “pero y si…”. Y entonces te das cuenta de que esa María protagonista es la misma María que el resto, que aquellas que no corrieron la suerte de seguir vivas para contarlo. Las que seguimos vivas nos quedamos como la María que recoge papeles: con la nebulosa permanente de que quizás mañana podríamos ser nosotras la siguiente María de Estepueblo.

¿Que si recomiendo esta novela? Mi respuesta es que esta novela es necesariamente necesaria, valiéndome de la redundancia. Si eres mujer, te mirarás en un espejo; si eres hombre, te avergonzarás de algunos de tus iguales; si eres español, te acordarás de alguna María que conociste al menos de oídas; si eres de otro lugar, te dolerá igual porque lo que ocurre en Estepueblo también pasa en Aquelpueblo y en Tupueblo y en Todoslospueblos. Esta es de esas novelas que todas las personas necesitan leer para tomar conciencia sobre los crímenes que nos rodean y, entre todos, intentar cambiar el mundo que nos tocó vivir, empezando por salvar a la María que tengamos más próxima. 


Ficha técnica
Título: Sangre
Autor: Alexis Díaz-Pimienta
Editorial: Scripta Manent Ediciones
Año: 2021
Páginas: 200