"Uno de los mejores narradores cubanos de la hora presente"
(Juan Bonilla)

Del Blog de Díaz-Pimienta

He terminado de leer -casi diría de vivir- Jano, de Alexis Díaz-Pimienta y ya tengo deseos de volver a leerla. Basada en hechos reales que el autor conociera de primera mano, en personajes reales que posiblemente yo también conociera. Que muchos conocimos. 

Una novela en dos partes o quizá dos novelas en un tomo o quizá varias novelas en un solo libro, porque cada personaje se quedó en mi mente como un conocido de toda la vida, contando su propia realidad dentro y fuera de la maldita circunstancia. 

Pensé que Jano sería una ficción sobre las humillaciones y la homofobia entre adolescentes, sobre las heridas visibles o no que deja una cultura a la vez machista y chapera, sobre los silencios temerosos, sobre mentiras cómplices y no. Es mucho más que eso, pero partiendo de esos estigmas. Es una historia de amistad, amor, supervivencia, compasión.

He leído Jano -o, mejor dicho: he vivido- recordando, paso a paso las veces que sufrí o dije o hice algo parecido a lo que sufren, dicen o hacen sus personajes. Leyendo Jano he revivido fragmentos desconcertantes, dolorosos y también algunos divertidos de mi vida. Leyendo Jano por primera vez encontré explicación a muchos de esos recuerdos.

Jano es una narración paciente, calmada y a la vez trepidante y ruidosa. En cada capítulo de Jano, Alexis Díaz-Pimienta activa resortes que despiertan más curiosidad por saber qué pasará a continuación. 


La parte final de la historia sorprende sin traicionar, resuelve sin cerrar y cierra, pero sin apagar la luz. 
Jano es de esos buenos libros que se quedan en la mente del lector mucho tiempo después de haberlo terminado. Me atrevo a pensar que es uno de esos buenos libros que se pueden leer dos o más veces y que siempre se encontrará algo nuevo en él.

Alexis Díaz-Pimienta tiene varios libros publicados y quiera Dios que muchos más próximamente. No puedo decir que Jano es su obra maestra, porque no los he leído todos, pero sí puedo afirmar que es una obra magistral. Me congratulo por haberla leído o mejor dicho: haberla vivido mientras la leía. 


MARCOS GARCIA, el hijo de Teresa.

Agosto 2021.

He terminado de leer -casi diría de vivir- Jano, de Alexis Díaz-Pimienta y ya tengo deseos de volver a leerla. Basada en hechos reales que el autor conociera de primera mano, en personajes reales que posiblemente yo también conociera. Que muchos conocimos. 

Una novela en dos partes o quizá dos novelas en un tomo o quizá varias novelas en un solo libro, porque cada personaje se quedó en mi mente como un conocido de toda la vida, contando su propia realidad dentro y fuera de la maldita circunstancia. 

Pensé que Jano sería una ficción sobre las humillaciones y la homofobia entre adolescentes, sobre las heridas visibles o no que deja una cultura a la vez machista y chapera, sobre los silencios temerosos, sobre mentiras cómplices y no. Es mucho más que eso, pero partiendo de esos estigmas. Es una historia de amistad, amor, supervivencia, compasión.

He leído Jano -o, mejor dicho: he vivido- recordando, paso a paso las veces que sufrí o dije o hice algo parecido a lo que sufren, dicen o hacen sus personajes. Leyendo Jano he revivido fragmentos desconcertantes, dolorosos y también algunos divertidos de mi vida. Leyendo Jano por primera vez encontré explicación a muchos de esos recuerdos.

Jano es una narración paciente, calmada y a la vez trepidante y ruidosa. En cada capítulo de Jano, Alexis Díaz-Pimienta activa resortes que despiertan más curiosidad por saber qué pasará a continuación. 


La parte final de la historia sorprende sin traicionar, resuelve sin cerrar y cierra, pero sin apagar la luz. 
Jano es de esos buenos libros que se quedan en la mente del lector mucho tiempo después de haberlo terminado. Me atrevo a pensar que es uno de esos buenos libros que se pueden leer dos o más veces y que siempre se encontrará algo nuevo en él.

Alexis Díaz-Pimienta tiene varios libros publicados y quiera Dios que muchos más próximamente. No puedo decir que Jano es su obra maestra, porque no los he leído todos, pero sí puedo afirmar que es una obra magistral. Me congratulo por haberla leído o mejor dicho: haberla vivido mientras la leía. 


MARCOS GARCIA, el hijo de Teresa.

Agosto 2021.


Compréndanme. Acabo de bautizarme hace pocos días como lector de novelas de Alexis Díaz Pimienta (La Habana, 1966) con la maravillosa “Jano” (Scripta Manent 2021), así que no podía dejar de devorar la otra obra maestra que tenía en mis manos; la escalofriante y actualísima “Sangre” (también Scripta Manent, también de 2021).
Antes de decir nada sobre “Sangre” he de mencionar que, por mi trabajo, el tema de la violencia de género me es muy cercano, tan cercano que me temo que no soy capaz de enfocarlo con nitidez; también les diré que casi todos los abogados que conozco y por supuesto, yo mismo, sufrimos una triple frustración en relación a los asuntos de maltrato contra las mujeres.


En primer lugar, la frustración de comprobar a diario la ineficacia absoluta de esta ley (y me temo que de cualquier ley que pudiera promulgarse) en los casos más sangrantes; los medios que deberían destinarse a proteger realmente a las víctimas se pierden en una selva funcionarial de comités, estudios estadísticos, protocolos absurdos, oficinas varias (Díaz-Pimienta lo refleja muy bien en la novela) y estómagos agradecidos que en nada contribuyen a cambiar la situación. A eso hay que sumar la saturación de los Juzgados de Violencia de Género y el hecho de que, por supuesto, la maldad, la locura y la brutalidad son, a menudo, imprevisibles y, casi siempre, absurdas. En segundo lugar, está la frustración de no poder conseguir, la mayoría de las veces, ayudar a las víctimas por su propia reticencia a denunciar o ratificar la denuncia ya presentada. En mi experiencia personal les diré que cuanto más grave es el maltrato, más difícil es convencer a la mujer maltratada de que siga adelante con el procedimiento judicial y en esos casos es determinante el miedo, sí, pero también otras cosas que jamás en la vida podré acertar a comprender. Y hay un tercer motivo de frustración: la instrumentalización de la ley para obtener ventajas económicas y judiciales en particular en los procedimientos de divorcio en relación a los hijos comunes. En resumidas cuentas, demasiada mierda, demasiadas miserias, demasiados hijos de puta, demasiados (y demasiadas) caraduras.

Dicho esto (gracias por el desahogo) y partiendo de que entré “manchado” a leer la novela, les puedo decir que sin embargo he salido transfigurado de su lectura. Quizá necesitaba (y en esto no entra lo literario) un enfoque ajeno a la pura objetividad de los datos y la experiencia, un soplo de aire fresco, una visión no desenfocada como la mía. Y en esa visión, la de Alexis, he recorrido con María todos los váteres de Sevilla (Estepueblo) buscando nuevos mensajes (“AYÚDAME”), he visto el Guadalquivir correr rojo de sangre (me viene a la cabeza el mejor Saramago de “La balsa de piedra” o “Ensayo sobre la lucidez”) y he sentido la impotencia de la protagonista ante la locura hecha cotidianeidad.
Ahora, una vez acabada la lectura, creo que Alexis Díaz-Pimienta, con su lucidez, con su talento narrativo, me ha ayudado más a comprender lo terrible de la lacra que relata que veintidós años de ejercicio del derecho (llámenme frívolo, llámenme exagerado) y pienso que, seguramente, la novela debería de ser lectura obligada en las escuelas, porque ahí, en la educación, y sólo ahí, es donde se puede conseguir algún cambio real en lo que se refiere a la violencia contra las mujeres.
Y, en cuanto al placer que ha supuesto la lectura, he de decirles que “Sangre” no es “Jano” ni “Jano” es “Sangre”, pero ay, el lenguaje del novelista, el idioma que uno (este lector) ya reconoce como suyo con tan sólo dos novelas leídas, el gusto de sentirse en casa con nada más abrir el libro y empezar a leer,… eso, les digo, no tiene precio para mí.
En resumidas cuentas, que ahora tengo mono de novela de Alexis Díaz-Pimienta, que en apenas 600 páginas de “Jano” y “Sangre” me he convertido en un yonqui de su prosa, que quiero más y más y más.
Recomendarles, por tanto, a estas alturas, que lean la novela me parece una redundancia, pero me apetece ser redundante: Lean “Sangre”, disfruten y sufran con ella, ahóguense en un río rojo como la sangre de todas las Marías de Estepueblo asesinadas. Me lo agradecerán.
Luisma Pérez Martín
10 de julio de 2021


Compréndanme. Acabo de bautizarme hace pocos días como lector de novelas de Alexis Díaz Pimienta (La Habana, 1966) con la maravillosa “Jano” (Scripta Manent 2021), así que no podía dejar de devorar la otra obra maestra que tenía en mis manos; la escalofriante y actualísima “Sangre” (también Scripta Manent, también de 2021).
Antes de decir nada sobre “Sangre” he de mencionar que, por mi trabajo, el tema de la violencia de género me es muy cercano, tan cercano que me temo que no soy capaz de enfocarlo con nitidez; también les diré que casi todos los abogados que conozco y por supuesto, yo mismo, sufrimos una triple frustración en relación a los asuntos de maltrato contra las mujeres.


En primer lugar, la frustración de comprobar a diario la ineficacia absoluta de esta ley (y me temo que de cualquier ley que pudiera promulgarse) en los casos más sangrantes; los medios que deberían destinarse a proteger realmente a las víctimas se pierden en una selva funcionarial de comités, estudios estadísticos, protocolos absurdos, oficinas varias (Díaz-Pimienta lo refleja muy bien en la novela) y estómagos agradecidos que en nada contribuyen a cambiar la situación. A eso hay que sumar la saturación de los Juzgados de Violencia de Género y el hecho de que, por supuesto, la maldad, la locura y la brutalidad son, a menudo, imprevisibles y, casi siempre, absurdas. En segundo lugar, está la frustración de no poder conseguir, la mayoría de las veces, ayudar a las víctimas por su propia reticencia a denunciar o ratificar la denuncia ya presentada. En mi experiencia personal les diré que cuanto más grave es el maltrato, más difícil es convencer a la mujer maltratada de que siga adelante con el procedimiento judicial y en esos casos es determinante el miedo, sí, pero también otras cosas que jamás en la vida podré acertar a comprender. Y hay un tercer motivo de frustración: la instrumentalización de la ley para obtener ventajas económicas y judiciales en particular en los procedimientos de divorcio en relación a los hijos comunes. En resumidas cuentas, demasiada mierda, demasiadas miserias, demasiados hijos de puta, demasiados (y demasiadas) caraduras.

Dicho esto (gracias por el desahogo) y partiendo de que entré “manchado” a leer la novela, les puedo decir que sin embargo he salido transfigurado de su lectura. Quizá necesitaba (y en esto no entra lo literario) un enfoque ajeno a la pura objetividad de los datos y la experiencia, un soplo de aire fresco, una visión no desenfocada como la mía. Y en esa visión, la de Alexis, he recorrido con María todos los váteres de Sevilla (Estepueblo) buscando nuevos mensajes (“AYÚDAME”), he visto el Guadalquivir correr rojo de sangre (me viene a la cabeza el mejor Saramago de “La balsa de piedra” o “Ensayo sobre la lucidez”) y he sentido la impotencia de la protagonista ante la locura hecha cotidianeidad.
Ahora, una vez acabada la lectura, creo que Alexis Díaz-Pimienta, con su lucidez, con su talento narrativo, me ha ayudado más a comprender lo terrible de la lacra que relata que veintidós años de ejercicio del derecho (llámenme frívolo, llámenme exagerado) y pienso que, seguramente, la novela debería de ser lectura obligada en las escuelas, porque ahí, en la educación, y sólo ahí, es donde se puede conseguir algún cambio real en lo que se refiere a la violencia contra las mujeres.
Y, en cuanto al placer que ha supuesto la lectura, he de decirles que “Sangre” no es “Jano” ni “Jano” es “Sangre”, pero ay, el lenguaje del novelista, el idioma que uno (este lector) ya reconoce como suyo con tan sólo dos novelas leídas, el gusto de sentirse en casa con nada más abrir el libro y empezar a leer,… eso, les digo, no tiene precio para mí.
En resumidas cuentas, que ahora tengo mono de novela de Alexis Díaz-Pimienta, que en apenas 600 páginas de “Jano” y “Sangre” me he convertido en un yonqui de su prosa, que quiero más y más y más.
Recomendarles, por tanto, a estas alturas, que lean la novela me parece una redundancia, pero me apetece ser redundante: Lean “Sangre”, disfruten y sufran con ella, ahóguense en un río rojo como la sangre de todas las Marías de Estepueblo asesinadas. Me lo agradecerán.
Luisma Pérez Martín
10 de julio de 2021


Compréndanme. Acabo de bautizarme hace pocos días como lector de novelas de Alexis Díaz Pimienta (La Habana, 1966) con la maravillosa “Jano” (Scripta Manent 2021), así que no podía dejar de devorar la otra obra maestra que tenía en mis manos; la escalofriante y actualísima “Sangre” (también Scripta Manent, también de 2021).
Antes de decir nada sobre “Sangre” he de mencionar que, por mi trabajo, el tema de la violencia de género me es muy cercano, tan cercano que me temo que no soy capaz de enfocarlo con nitidez; también les diré que casi todos los abogados que conozco y por supuesto, yo mismo, sufrimos una triple frustración en relación a los asuntos de maltrato contra las mujeres.


En primer lugar, la frustración de comprobar a diario la ineficacia absoluta de esta ley (y me temo que de cualquier ley que pudiera promulgarse) en los casos más sangrantes; los medios que deberían destinarse a proteger realmente a las víctimas se pierden en una selva funcionarial de comités, estudios estadísticos, protocolos absurdos, oficinas varias (Díaz-Pimienta lo refleja muy bien en la novela) y estómagos agradecidos que en nada contribuyen a cambiar la situación. A eso hay que sumar la saturación de los Juzgados de Violencia de Género y el hecho de que, por supuesto, la maldad, la locura y la brutalidad son, a menudo, imprevisibles y, casi siempre, absurdas. En segundo lugar, está la frustración de no poder conseguir, la mayoría de las veces, ayudar a las víctimas por su propia reticencia a denunciar o ratificar la denuncia ya presentada. En mi experiencia personal les diré que cuanto más grave es el maltrato, más difícil es convencer a la mujer maltratada de que siga adelante con el procedimiento judicial y en esos casos es determinante el miedo, sí, pero también otras cosas que jamás en la vida podré acertar a comprender. Y hay un tercer motivo de frustración: la instrumentalización de la ley para obtener ventajas económicas y judiciales en particular en los procedimientos de divorcio en relación a los hijos comunes. En resumidas cuentas, demasiada mierda, demasiadas miserias, demasiados hijos de puta, demasiados (y demasiadas) caraduras.

Dicho esto (gracias por el desahogo) y partiendo de que entré “manchado” a leer la novela, les puedo decir que sin embargo he salido transfigurado de su lectura. Quizá necesitaba (y en esto no entra lo literario) un enfoque ajeno a la pura objetividad de los datos y la experiencia, un soplo de aire fresco, una visión no desenfocada como la mía. Y en esa visión, la de Alexis, he recorrido con María todos los váteres de Sevilla (Estepueblo) buscando nuevos mensajes (“AYÚDAME”), he visto el Guadalquivir correr rojo de sangre (me viene a la cabeza el mejor Saramago de “La balsa de piedra” o “Ensayo sobre la lucidez”) y he sentido la impotencia de la protagonista ante la locura hecha cotidianeidad.
Ahora, una vez acabada la lectura, creo que Alexis Díaz-Pimienta, con su lucidez, con su talento narrativo, me ha ayudado más a comprender lo terrible de la lacra que relata que veintidós años de ejercicio del derecho (llámenme frívolo, llámenme exagerado) y pienso que, seguramente, la novela debería de ser lectura obligada en las escuelas, porque ahí, en la educación, y sólo ahí, es donde se puede conseguir algún cambio real en lo que se refiere a la violencia contra las mujeres.
Y, en cuanto al placer que ha supuesto la lectura, he de decirles que “Sangre” no es “Jano” ni “Jano” es “Sangre”, pero ay, el lenguaje del novelista, el idioma que uno (este lector) ya reconoce como suyo con tan sólo dos novelas leídas, el gusto de sentirse en casa con nada más abrir el libro y empezar a leer,… eso, les digo, no tiene precio para mí.
En resumidas cuentas, que ahora tengo mono de novela de Alexis Díaz-Pimienta, que en apenas 600 páginas de “Jano” y “Sangre” me he convertido en un yonqui de su prosa, que quiero más y más y más.
Recomendarles, por tanto, a estas alturas, que lean la novela me parece una redundancia, pero me apetece ser redundante: Lean “Sangre”, disfruten y sufran con ella, ahóguense en un río rojo como la sangre de todas las Marías de Estepueblo asesinadas. Me lo agradecerán.
Luisma Pérez Martín
10 de julio de 2021



por María Esteban


Portada de la novela Sangre y foto del autor: Alexis Díaz-Pimienta



Qué difícil escribir una reseña sin incurrir en tópicos. Una reseña positiva, laudatoria incluso, de la que considero a todas luces una buena novela. Combatir en mi cabeza y en la de los demás la idea de que lo hago porque el autor me lo ha pedido, sabiendo además que es un gran tipo, y cuando ya hace tiempo atravesé ese limbo que a veces establecemos con los ídolos, allá donde empieza a gustarnos sistemáticamente todo lo que hace. Si se me permite una glosa a mi propio INCIPIT, yo creo que aún puede alcanzarse un estadio superior, aquel en el que admiramos tanto a un autor y lo queremos tanto y confiamos tanto en su capacidad creativa que todo lo que escribe nos parece mal. Afortunadamente, yo aún no he llegado a ese extremo con el maestro Pimienta. Ese día yo me implicaré demasiado en mi lectura, con consecuencias desastrosas, y él dejará de encargarme reseñas. Ahora, sencillamente, me entusiasma cada libro que publica, cada relato o poema inédito que tiene la generosidad de compartir conmigo. Y no son pocos los poemas, los relatos, los libros ya editados. Porque este hombre, en términos de producción, podría disputarle el liderazgo a Stephen King y sus novelas milpaginistas escritas consecutivamente. Stephen King, otro de mis autores predilectos, a quien defiendo a capa y espada en cualquier contexto aunque secretamente ya me haya instalado en la idea de que siempre “podría hacerlo mejor”.

Qué difícil entonces, decía, escarbar en esa masa de complacencia autoimpuesta para seguir minando palabras y argumentos que sostengan que esta es una buena novela, incluso una novela excelente. Y qué difícil hacer que mi reseña suene honesta al oído humano. Pero tengo que intentarlo, por respeto al autor y por compromiso con el lenguaje, no necesariamente en ese orden. Más difícil aún es escribir una novela sobre un tema candente (ahí va el primer tópico) rechazando las herramientas que tenemos más a mano, los materiales que nos proporcionan los demás. El vocabulario, las estructuras, la perspectiva utilizadas por quienes abordaron el tema de la violencia machista antes que nosotros, ya fueran periodistas, artistas o simples conversadores. Qué difícil esquivar la demagogia, cuando, además, pocas veces nos encontramos ante un caso tan claro de buenos y malos (víctimas frente a asesinos), qué difícil mostrar sin hacer pedagogía. Y Alexis Díaz-Pimienta consigue todo eso. Si quien me lea encontrase en esta novela un solo tópico descarriado, por favor, que me escriba y me lo comunique. Porque los tópicos están, pero estratégicamente situados ante un espejo de esos que deforman y caricaturizan y magnifican, es decir, que nos muestran como realmente somos. Fuera de ese juego, de ese propósito, no hay tópicos en este libro.

Creo poder afirmar que otro de los preceptos de partida era precisamente meter el dedo en la llaga. Evitar las cifras deshumanizantes (para recurrir a ellas en el momento preciso, y con qué maestría), bucear a cambio en los detalles, que, como me dijo una vez mi padre, son lo menos importante y lo que más jode, para retratar las verdaderas implicaciones de estos asesinatos. Sangre es, en fin, una novela incómoda (he aquí un tópico consagrado), porque en ella se alternan descripciones crueles y descarnadas con episodios amables, sin transiciones; porque aun con ese trasfondo no renuncia al sentido del humor ni a cierta frivolidad; pero sobre todo porque se atreve a cuestionar nuestra empatía individual y colectiva, la posibilidad real de un sistema de relaciones basado en la sororidad. Y es que otro tema que subyace en Sangre, de forma más discreta, es el de las contradicciones en que todos (todas) caemos dentro de nuestro discurso feminista, más o menos honesto, más o menos labrado y asumido. Cómo en nuestra concienciación siempre se abren grietas, fruto de la desidia, y también de complejos y pequeñas mezquindades, o de que simplemente el mundo sigue andando aunque el Guadalquivir amanezca teñido de rojo. Porque somos humanos y humanamente sobrevivimos. Vamos tirando humanamente.

Para terminar con otro tópico diré que Sangre es, además, un interesante juego de perspectivas. Los constantes cambios de foco podrían ser confusos y no lo son. La abundancia de personajes podría sobrepasarnos y no lo hace. Solo los buenos narradores salen airosos en esta clase de madejas. Y, como he señalado alguna vez, Sangre tiene uno de los inicios de novela más desternillantes y poéticos que he leído, y es también un magnífico ejercicio de estilo indirecto libre, de metalenguaje, un deleite de adjetivos siempre precisos e inopinados, de un leve realismo mágico que se acentúa en los últimos capítulos.

No voy a decir que esta fuera una novela necesaria porque una cosa es jugar con los tópicos y otra perder el foco, y podríamos discutir si existen textos necesarios. Tampoco voy a plantearme las implicaciones de que el autor de este libro sea un hombre (por si a alguien le importa, a mí me parece fenomenal), ni excavar en polémicas.  Me limito a recomendar esta novela. Como lectora y como María. Leed esta novela, lectores. Leed Sangre.


María Esteban / Amanda Sorokin

5 de julio de 2021




____________________________________
Datos:

Título: SANGRE
Autor: Alexis Díaz-Pimienta
Editorial: Scripta Manent Ediciones
Año: 2021
Páginas: 200


por María Esteban


Portada de la novela Sangre y foto del autor: Alexis Díaz-Pimienta



Qué difícil escribir una reseña sin incurrir en tópicos. Una reseña positiva, laudatoria incluso, de la que considero a todas luces una buena novela. Combatir en mi cabeza y en la de los demás la idea de que lo hago porque el autor me lo ha pedido, sabiendo además que es un gran tipo, y cuando ya hace tiempo atravesé ese limbo que a veces establecemos con los ídolos, allá donde empieza a gustarnos sistemáticamente todo lo que hace. Si se me permite una glosa a mi propio INCIPIT, yo creo que aún puede alcanzarse un estadio superior, aquel en el que admiramos tanto a un autor y lo queremos tanto y confiamos tanto en su capacidad creativa que todo lo que escribe nos parece mal. Afortunadamente, yo aún no he llegado a ese extremo con el maestro Pimienta. Ese día yo me implicaré demasiado en mi lectura, con consecuencias desastrosas, y él dejará de encargarme reseñas. Ahora, sencillamente, me entusiasma cada libro que publica, cada relato o poema inédito que tiene la generosidad de compartir conmigo. Y no son pocos los poemas, los relatos, los libros ya editados. Porque este hombre, en términos de producción, podría disputarle el liderazgo a Stephen King y sus novelas milpaginistas escritas consecutivamente. Stephen King, otro de mis autores predilectos, a quien defiendo a capa y espada en cualquier contexto aunque secretamente ya me haya instalado en la idea de que siempre “podría hacerlo mejor”.

Qué difícil entonces, decía, escarbar en esa masa de complacencia autoimpuesta para seguir minando palabras y argumentos que sostengan que esta es una buena novela, incluso una novela excelente. Y qué difícil hacer que mi reseña suene honesta al oído humano. Pero tengo que intentarlo, por respeto al autor y por compromiso con el lenguaje, no necesariamente en ese orden. Más difícil aún es escribir una novela sobre un tema candente (ahí va el primer tópico) rechazando las herramientas que tenemos más a mano, los materiales que nos proporcionan los demás. El vocabulario, las estructuras, la perspectiva utilizadas por quienes abordaron el tema de la violencia machista antes que nosotros, ya fueran periodistas, artistas o simples conversadores. Qué difícil esquivar la demagogia, cuando, además, pocas veces nos encontramos ante un caso tan claro de buenos y malos (víctimas frente a asesinos), qué difícil mostrar sin hacer pedagogía. Y Alexis Díaz-Pimienta consigue todo eso. Si quien me lea encontrase en esta novela un solo tópico descarriado, por favor, que me escriba y me lo comunique. Porque los tópicos están, pero estratégicamente situados ante un espejo de esos que deforman y caricaturizan y magnifican, es decir, que nos muestran como realmente somos. Fuera de ese juego, de ese propósito, no hay tópicos en este libro.

Creo poder afirmar que otro de los preceptos de partida era precisamente meter el dedo en la llaga. Evitar las cifras deshumanizantes (para recurrir a ellas en el momento preciso, y con qué maestría), bucear a cambio en los detalles, que, como me dijo una vez mi padre, son lo menos importante y lo que más jode, para retratar las verdaderas implicaciones de estos asesinatos. Sangre es, en fin, una novela incómoda (he aquí un tópico consagrado), porque en ella se alternan descripciones crueles y descarnadas con episodios amables, sin transiciones; porque aun con ese trasfondo no renuncia al sentido del humor ni a cierta frivolidad; pero sobre todo porque se atreve a cuestionar nuestra empatía individual y colectiva, la posibilidad real de un sistema de relaciones basado en la sororidad. Y es que otro tema que subyace en Sangre, de forma más discreta, es el de las contradicciones en que todos (todas) caemos dentro de nuestro discurso feminista, más o menos honesto, más o menos labrado y asumido. Cómo en nuestra concienciación siempre se abren grietas, fruto de la desidia, y también de complejos y pequeñas mezquindades, o de que simplemente el mundo sigue andando aunque el Guadalquivir amanezca teñido de rojo. Porque somos humanos y humanamente sobrevivimos. Vamos tirando humanamente.

Para terminar con otro tópico diré que Sangre es, además, un interesante juego de perspectivas. Los constantes cambios de foco podrían ser confusos y no lo son. La abundancia de personajes podría sobrepasarnos y no lo hace. Solo los buenos narradores salen airosos en esta clase de madejas. Y, como he señalado alguna vez, Sangre tiene uno de los inicios de novela más desternillantes y poéticos que he leído, y es también un magnífico ejercicio de estilo indirecto libre, de metalenguaje, un deleite de adjetivos siempre precisos e inopinados, de un leve realismo mágico que se acentúa en los últimos capítulos.

No voy a decir que esta fuera una novela necesaria porque una cosa es jugar con los tópicos y otra perder el foco, y podríamos discutir si existen textos necesarios. Tampoco voy a plantearme las implicaciones de que el autor de este libro sea un hombre (por si a alguien le importa, a mí me parece fenomenal), ni excavar en polémicas.  Me limito a recomendar esta novela. Como lectora y como María. Leed esta novela, lectores. Leed Sangre.


María Esteban / Amanda Sorokin

5 de julio de 2021




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Datos:

Título: SANGRE
Autor: Alexis Díaz-Pimienta
Editorial: Scripta Manent Ediciones
Año: 2021
Páginas: 200