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Del Blog de Díaz-Pimienta

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TERCER ENCUENTRO CON FEDERICO: NACIMIENTO DE CRISTO EN NUEVA YORK

Publicado por Alexis Díaz Pimienta el 18 febrero 2016 a las 12:59 pm

Tomado de mi libro Retrato de Nueva York, este poema en décimas endecasílabas es una glosa, un diálogo con el poema "El nacimiento de Cristo", de Federico García Lorca, publicado en su célebre Poeta en Nueva York". Es uno de mis cuatro homenajes a Federico en este libro, en el que, además, "converso" con Juan Ramón Jiménez, José Hierro, Andy Wharoll, Woody Allen y muchos otros.


Un pastor pide teta por la nieve que ondula,
por la nieve que pisan tantas turistas gordas,
blancos perros tendidos entre linternas sordas,
blancos perros rimando mientras Dios disimula.
Nueva York tiene tetas que Sinatra estimula
con su voz de jengibre, mascarón de gaviota.
Todos viajan a bordo de una foto remota
y en la curva final, donde nacen los miedos,
el Cristito de barro se ha partido los dedos
en los tilos eternos de la madera rota.

¡Ya vienen las hormigas y los pies ateridos!

¡Ya vienen los gendarmes del asombro futuro!
Dos hilillos de sangre quiebran el cielo duro
y sancochan la luz y hacen pan con los ruidos.
Federico está sordo y yo soy todo oídos,
parecemos ateos de semblante parduzco.
Federico va en taxi, más yo no, no conduzco.
Soy un homeless feliz, y en ciertas bocacalles
los vientres del demonio resuenan por los valles,
golpes y resonancias de carne de molusco.

Lobos y sapos cantan en las hogueras verdes,
coronadas por vivos hormigueros del alba
.
Federico se peina, yo me seco la calva.
“Madison con 9na, es mejor que te acuerdes”.
“Si no apuntas la esquina, ya lo sabes, te pierdes”
“No estamos en Graná”, “Nueva York no es Managua”.
“Qué daría Darío por tener un jimagua”
“Qué daría New York por parir Federicos”
La luna tiene un sueño de grandes abanicos
y el toro sueña un toro de agujeros y de agua
.

El niño llora y mira con un tres en la frente,

con un llanto ternario (“porque”, “pero” y “entonces”)
San José ve en el heno tres espinas de bronce
y María le guarda la placenta a otra gente.
En New York todo parto ha de ser diferente.
Te asistió un transeúnte al que no reconoces.
Te ha cortado el cordón el peor de los doce.
Te han dejado mirar y al ser gratis, por cierto,
los pañales exhalan un rumor de desierto
con cítaras sin cuerdas y degolladas voces.


La nieve de Manhattan empuja los anuncios
y lleva gracia pura por las falsas ojivas.

La nieve te ha pedido, Federico, que escribas
palabras que por miedo, o pudor, no pronuncio.
Se juntaron las putas, discutieron los nuncios.
Los poetas croaron metáforas supinas.
Y al final, lo de siempre: un poema hecho ruinas,
y un niño mal clavado, mientras, sobre la espuma,
sacerdotes idiotas y querubes de pluma
van detrás de Lutero por las altas esquinas.


Ten cuidado, poeta, que nacer es de ricos.
Los pobres solo llegan y se plantan y viven.
Ten cuidado, poeta, que los dioses no escriben.
Ten cuidado, Jesús, que hay pocos Federicos.
En Granada los toros usan los abanicos
conque el agua refresca los bancales, al fondo.
Ten cuidado, poeta, si te vas no respondo.
En New York estas cosas casi nunca se han visto.
Federico al final se ha quedado hecho un Cristo
reescribiendo la Biblia en versión cante jondo.


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