Después de mucho tiempo sin "postear" nada, vuelvo a mi Cuarto con un poema mi familiar, autobiográfico, nacido hace unos años, tras una visita a la casa de mi tía Nereida. Nostálgica, tía Nery sacó su álbum de fotos, y de pronto vi, descubrí, a una familia "que no conocía". Así nació este poema, que luego publiqué en Yo también pude ser Jacques Daguerre (Pretextos, 2000; Letras Cubanas, 2004). Años atrás, en 1994, había escrito el poema "Versos al padre", del cual publico ahora un fragmento, estechamente relacionado con este otro. Espero que los "disfruten".
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Mi padre, Jesús Díaz Martínez, y su hermana Nereida (la tía Nery) el día de la boda de ella, ejerciendo de padrino. |
TÍA NERY SE CASÓ DE BLANCO,
TÍA NERY LLORA EN BLANCO Y NEGRO
El mundo y yo, cansados de esperar,
quedamos solos, desvalidos, bajo la mirada de las estrellas muertas
Eugenio Florit
Toda la soledad, toda la espera
sigue atrapada en las fotografías.
Qué colección de máscaras vacías,
falso amuleto para la cartera.
Cuando a uno lo retratan se adultera
el pulso de la sangre. Se detiene
la risa, la estulticia. No conviene
volver a ver el rostro detenido.
Las fotos son los naipes que el Olvido
trampea sin que nadie se lo ordene.
Como un póker trucado el álbum viejo
va mostrando a los tíos fallecidos,
sus trajes, sus peinados aburridos,
su sonrisa de vidrio disparejo.
Es la boda de Nery. En el festejo
están jóvenes todos. Y elegantes.
Corbatas inocentes. Finos guantes.
No hay hijos, no hay sobrinos, y no hay nietos.
Como un póker trucado. Rostros quietos.
Sonrisas adverbiales. Luz de antes.
Tío Nino no tiene tantos huesos
ni eructa demasiado. Tío Tite
parece administrar en el convite
la cantidad y el tipo de los besos.
No hay tío Juan Antonio con excesos
de tejido adiposo y voz de bajo.
No está Jesús, mi padre, cabizbajo.
Todos son los escoltas de la novia.
Abuela no está seria. No se agobia.
Abuelo no está en ropa de trabajo.
Póker trucado. Cuando Nery dijo
que iba a sacar el álbum lo sabía.
Póker trucado la fotografía,
falsa memoria para cada hijo.
El álbum es tan solo un escondrijo,
depósito privado, mausoleo
portátil. En las fotos yo no veo
a Pipo, a Tite, a Nino, a Juan Antonio,
sino máscaras en un matrimonio,
sus borradores para el jubileo.
¡Cierra el álbum, que Pipo es tan bisoño,
tan elegante con su traje nuevo...!
¡Cierra el álbum, que si no me llevo
un recuerdo trucado, y no retoño!
¡No llores, cierra el álbum, Nery, coño!
¿no ves que estamos solos, como espías
de nuestras propias caras? ¿No sabías
que no estás viuda, pero sí soltera?
Toda tu soledad, toda tu espera,
sigue atrapada en las fotografías.
VERSOS AL PADRE (Fragmento)
¿Será posible, padre,
que no tengamos ni una foto juntos?
¿No hay en esta casa álbumes familiares,
pálidos cumpleaños donde se eternizaran
nuestros cuerpos?
He volcado gavetas, bolsillos, corazones;
he levantado lozas y movido muebles;
he preguntado a tíos, amigos, vecinos, mujeres,
transeúntes que alguna vez nos vieron
y que pudieron agacharse a recoger
la única foto donde estábamos.
¿Será posible, padre?
Qué solos nos quedamos al pie de la memoria.
Ni un simple abrazo, sonrientes e ingenuos,
ni alguna foto mía donde, accidentalmente,
estés al fondo.
He hallado brazos inconclusos,
manos que no previó el fotógrafo,
sombras que no deben estar.
Pero la evocación nunca será perfecta.
Es que uno necesita llorar de vez en cuando,
recordar un paisaje, una fecha,
una insignificancia de los dos.
Y poner esa foto donde todos la vean,
donde descubran cómo era el brazo
que me falta en el hombro.
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